A pesar de ser toda una institución en el Reino Unido o estar considerado como uno de los principales guitarristas de la historia, en este país (a menudo alejado de la realidad), Richard Thompson es poco menos que un desconocido. Ni el majestuoso currículo, encabezado por ser cofundador de Fairport Convention o el dúo formado con su mujer Linda, le han apartado del anonimato. Repitiendo fórmula, el Blues & Ritmes remendó la injustificada indiferencia.
La presencia, en el Teatre Zorrilla, de una de las mayores leyendas del folk-rock tenía muchísimos alicientes, algunos añadidos. Se trataba del único concierto de su gira 2022 en Cataluña, coincidía con la Diada de Sant Jordi, servía como cierre del festival y además pudimos presenciarlo sin mascarilla; póker de ases. Nos consta que muchos seguidores se desplazaron desde lugares, no precisamente cercanos, para gozar con la depuradísima técnica y el sabor a genuino folk del guitarrista londinense.
Dos cosas estaban aseguradas de ante mano: la calidad y la ausencia de solos estentóreos, lo de Mr. Richard es otra cosa.
Único en su especie
No existe nadie en la historia de la música que no tenga referentes, Thompson no es ninguna excepción. Lo que le distingue de meros copiadores es que, gracias a estas conexiones, ha creado un estilo señero e inimitable, convertido en modelo para varias generaciones. No hablamos tan solo de destreza a la hora de componer o deslizar sus dedos por las seis cuerdas. En su caso, la singularidad aparece hasta en su modo de vestir. Ese radical “look” compuesto por ropa del ejército de Europa del Este y coronado por una boina (Beret) se ha convertido, desde hace muchos años, en icono capital del universo rock. En el Zorrilla estrenó, como complemento, una T-Shirt de The Who, su banda favorita, detalle que expuso lleno de gozo.
Don Ricardo inició el recital con las manos algo entumecidas (quizá por la humedad reinante), contrariedad que le obligó a parar la interpretación de Stoney ground. Tras unos ligeros ejercicios volvió a por ella, agarró de nuevo su guitarra Lowden y en una demostración de fortaleza y profesionalidad, terminó el tema a lo grande, igual que en sus mejores tiempos (aún duran). El estilo ‘fingerpicking’ volvía a lucir al máximo nivel.
El baúl de los tesoros 1ª parte
Algún tiquismiquis se quejó del repertorio seleccionado, craso error. En el cancionero del inglés apenas existe paja, todo es grano y del bueno. Las disquisiciones sobre las piezas escogidas fueron, a todas luces, desatinadas.
Atrévanse a ponerle peros al “bluesazo” If I could live my life again, a la coreada Johnny’s far away (imponente historia sobre infidelidades) o a las prodigiosas Walking on a wire, Walking the long miles home y 1952 Vincent Black Lightning (aires celtas), no lo hagan, perderán la partida sin remisión.
A este formidable quinteto le añadió Genesis hall y Who knows where the times comes, las dos pertenecientes a la colección de perlas de Fairport Convention; para tirar cohetes. Todas ellas ejecutadas con una limpieza de sonido y musicalidad exquisitas, virtudes acentuadas por la perfecta sincronización entre voz y guitarra, cualidades de las que muy pocos pueden presumir; Thompson las desarrolla con una naturalidad fuera de lo común. Ganador en todos los campos, sean sensibles o aguerridos. Piel de gallina perpetua.
El baúl de los tesoros 2ª parte
A su espléndida tesitura de barítono no le pesan los años. No obstante, quiso embellecer el espectáculo con un canto distinto. Siempre le han embelesado las voces femeninas, aportan un tono agudo que ahuyenta posibles monotonías y aumentan (según su criterio) la emoción. En el pasado sus partenaires fueron Sandy Denny y Linda Thompson, actualmente Zara Phillips desempeña esa indispensable tarea.
La refinada y dulce Zara le acompañó hasta el final del show, bises incluidos. En esta aterciopelada fase, únicamente alterada por el magnífico rock-góspel When the Saints rise out of their graves, escuchamos, entre otras, la estremecedora Wall of death, She never could resist a winding road (canción que llegó a cantar junto a Joan Baez), Keep your distance, I want to see the bright lights tonight (esplendorosa como su título indica), la country-song Tinker’s rhapsody y She was lost in the crowd. Cierre imponente.
Terminada la actuación, noté la sensación de haber asistido a un suceso irrepetible; tamaña exhibición de talento no se vive todos los días. Caminando por el mojado pavimento de las calles de Badalona, me sentí un privilegiado, una persona distinta, la varita mágica de Richard Thompson forjó esa fugitiva felicidad. Eterno agradecimiento a él y a los promotores del nuevo milagro.
El festival finalizó de la mejor manera posible. Blues & Ritmes regresará y superará sus éxitos (aunque parezca imposible) no les quepa la menor duda. No se desanimen, un año pasa volando.
Autores de este artículo
Barracuda
Òscar García
Hablo con imágenes y textos. Sigo sorprendiéndome ante propuestas musicales novedosas y aplaudo a quien tiene la valentía de llevarlas a cabo. La música es mucho más que un recurso para tapar el silencio.