En los años 60 el nombre de James Taylor se empezaba a reconocer, más como colaborador o músico partícipe de grabaciones de otros artistas, como Carole King, que no tanto como cantante solitario. Pero en 1968, los Beatles fundaron su propia discográfica llamada Apple Records y el primer álbum que publicaron fue el primer disco homónimo de Taylor. A pesar de que ya empezó a tener éxito, fue su segundo álbum, Sweet Baby James y con el sencillo Fire and Rain, que empezó a escalar. A lo largo de su carrera, ha sacado más de una veintena de discos de estudio, ha ganado siete premios Grammy además de un alto número de galardones y reconocimientos en Estados Unidos. A los 74 y después de más de 50 años de carrera sigue llenando los recintos para dar conciertos y con mucha vitalidad.
Un artista mítico en un espacio mítico
21:00. Se avisa por megafonía que en cinco minutos se dará inicio al espectáculo. Se empieza a hacer un silencio sepulcral. James Taylor, trajeado y con boina, aparece en el escenario observando la majestuosidad de todo aquello que lo envuelve, un edificio modernista de principios del siglo XX. Durante el transcurso del concierto, hará referencia a lo bonita e inolvidable que es la sala donde está. El público se pone en pie, haciéndole una ovación, acto que se repetiría durante las casi dos horas y media que duró el concierto. Supongo que esto es lo equivalente a los gritos de cuando sale una estrella del pop al escenario de un recinto lleno de fans, normalmente adolescentes. Probablemente Taylor despertó dicho fenómeno en los 70.
Después de recibir casi un minuto de aplausos, coge su guitarra y empieza a lo suyo, a lo que hemos venido. Con tan solo los primeros acordes de Something in the way she moves la gente vuelve a aplaudir, pero en el momento en que empieza a cantar, la gente calla, admira lo que tiene delante, sonríe y asiente como muestra de que le gusta lo que ve. Supongo que se me hace extraño que no se cante a todo pulmón las canciones del cantante que se ha venido a ver; aunque he de admitir que no había asistido nunca a un concierto en el Palau de la Música y, obviamente, el ambiente no es el mismo que en un concierto en Razzmatazz. Ni mejor ni peor, diferente. Entre canción y canción se escuchan algún que otro grito diciendo “We love you”, pero en cuanto empieza un nuevo tema, empiezan a mandar a callar para poder escuchar bien al cantante.
Nos presenta a su banda diciendo que “es pequeña pero poderosa”. En la batería tenemos a Steve Gadd, Mike Landau en la guitarra y Jimmy Johnson al bajo. La verdad es que no hacía falta nada más que ellos tres y James Taylor.
Los primeros acordes de Sweet Baby James empiezan a sonar y se puede percibir que es una canción que gusta al público, ya que se escuchan aplausos y muestras de apoyo. Con canciones como esta o Millworker se puede apreciar el enorme talento que tiene para contar historias a través de las canciones, que te transportan a la vida de la mujer que trabaja en una fábrica de zapatos en Massachussets con tan solo cerrar los ojos y escuchar la letra.
Uno de los mejores momentos de la noche fueron los temas más conocidos. Primero llega el turno de Fire and Rain, uno de sus primeros éxitos a nivel mundial y el primero en entrar en el Top 10 hit. Entre lo bonita que es está canción, lo bien que la toca y lo que nos rodea, se me pusieron los pelos de gallina. Nada más acabar la canción la gente se levantó a aplaudirle durante un buen par de minutos, totalmente merecido. Pero sin duda alguna, la joya de la corona fue LA canción, You’ve got a friend, que realmente no es suya, sino una versión de Carol King. Es de las pocas canciones en las que se puede escuchar al público cantar y, si prestabas un poco de atención a la gente que te rodeaba, podrías ver perfectamente como bastantes estaban emocionados e incluso secándose las lágrimas. Después de esta parece que la gente ya se ha animado –a pesar de ser ya el último tema– y empiezan a bailar, cantar y dar palmas a ritmo de How Sweet is to be loved by you.
Fue un concierto íntimo, en el sentido que solo había cuatro personas en el escenario y prácticamente era él y su guitarra. Muy sencillo, algun juego de luces, pero poca cosa más. Aunque siendo sincera, no necesitaba nada más, tampoco se esperaba. El tipo de música que hace Taylor es simple, pero bonita. Lo mismo que fue su espectáculo. Creo que la palabra que lo describe es mítica. James Taylor, cantante mítico de la música americana, en un escenario precioso y mítico de la música catalana, como es el Palau de la Música.
Autores de este artículo
Lídia Moreno
Òscar García
Hablo con imágenes y textos. Sigo sorprendiéndome ante propuestas musicales novedosas y aplaudo a quien tiene la valentía de llevarlas a cabo. La música es mucho más que un recurso para tapar el silencio.