Aida Oset es una intérprete multidisciplinar. En su trayectoria profesional ha combinado cine, televisión, teatro y música. Ante esta diversificación creadora, es fácil que se analice su incursión en la música como una actividad secundaria, un divertimento. Craso error.
La música no es un solo un entretenimiento al que haya llegado circunstancialmente. Su último disco es la decantación de una larga trayectoria creando sonidos, de la que destaca el dúo Nuu, con Guillem Llotje, en el que ya daba cuenta de su ambición, en una propuesta musical que bebía de la indietrónica y del ambient.
Se puede rastrear el inicio de su disco Les Evasions Mínimes en la obra de teatro La lleugeresa i altres cançons, en la que actuaba y cantaba en directo. Dos de las canciones de ese espectáculo han llegado a su disco, Desert y Ícar, en una evolución creativa totalmente orgánica.
Alejándose de la tradicional concepción de cantautora, Aida Oset presentó su disco en el Heliogàbal en formato de cuarteto, con Andrea González a la batería, Núria Botía al bajo y teclados, Pablo Yupton a las guitarras y el bajo y la propia Oset dedicándose a los teclados, aparte de cantar. Cuatro músicos que demostraron un gran nivel en la interpretación y un sumo detalle por las dinámicas de sonido, elegantes y que fluctuaban entre la calma y la tormenta.
Aida Oset ha comentado que tiene como referentes a Björk y PJ Harvey, mujeres con personalidad propia y que quieren ser respetadas por las obras que han elaborado. En el disco y el directo de Oset también se pueden rastrear otras sonoridades igualmente desbordantes. Desde estallidos de percusión en primerísimo primer plano que podrían recordar a Peter Gabriel en su álbum IV, a melodías fantasmagóricas que remiten a creadoras insobornables como Anja Garbarek, y canciones como susurradas al oído, que hacen pensar en una propuesta con puntos de contacto con otro compositor alejado de límites, como es Ferran Palau. No es extraño, pues, que el disco haya sido editado por Hidden Track Records.
Que las influencias de Aida Oset son de mirada amplia lo dejó en evidencia que en su actuación interpretara versiones de Björk y Chris Isaak. La eterna Wicked Game es un punto de contacto con la estética de David Lynch que también se puede descubrir en la concepción del espectáculo, con Aida Oset como cantante que se entrega en cada verso, a la manera de Isabella Rossellini en Blue Velvet.
Y es que la actuación y las canciones de Oset tienen mucho de ese misterio que atesora Lynch en sus películas. En definitiva, del misterio de la vida, cuyos intentos por desentrañarlo justifican nuestra existencia, aunque siempre sea una misión abocada al fracaso. La ambición nos hace humanos, inventores, artistas. Nos hace progresar y compartir con nuestros semejantes obras artísticas del calado de la propuesta de Oset, que espero que consiga el público que merece.
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