Prácticamente ninguno de los asistentes que llenaron (ya era hora) el Upload, disintieron a la hora de evaluar, positivamente, el concierto de Israel Nash y su impoluta banda. Lo comentamos, porqué siempre existe alguna voz discordante que ayuda a juzgar mejor las cosas.
Desde que el iluminado (en todos los sentidos) artista, nacido en Dripping Spring (Texas), dejó atrás Gripka, su segundo apellido, para quedarse únicamente con el de Nash como estilete artístico, las cosas han cambiado. En su último y absorbente álbum Ozarker (Desert Folklore Music, 2023) ha querido resucitar las raíces familiares situadas en las montañas de Ozark (Missouri), territorio que ya había explorado en Ride home (2018).
A varios seguidores de los que le conocieron y adoraron por New York town o Barn doors and concrete floors (2011), discos que recordaban, sin disimulo, al universo Neil Young, no les acaba de convencer esta vuelta de tuerca dirigida a la psicodelia y al misticismo (es hijo de un pastor baptista), llena de un fuerte juego de guitarras que, incluso, le aproximan, peligrosamente, al AOR, Roman candle podría ser un ejemplo. En cualquier caso, y pese a ejercer de cansino predicador con sus extensas peroratas sobre la influencia de la mítica cordillera o de que juntos somos más fuertes (nos hizo corear Shadowland), Nash se marcó un potentísimo show repleto de canciones henchidas de musicalidad y fáciles de tararear, como la que da nombre a la grabación, muy cercana al estilo Springsteen.
La mayor parte del éxito logrado, debemos achacarlo al magnífico cuarteto que le amparó, en el que despuntó, principalmente, Eric Swanson, fantástico tanto en el pedal steel como en el teclado. Conjuntamente con Nash (solos en escena) y seguida por un silencio sepulcral, interpretaron de forma conmovedora, Lost in America, tema destinado a contar los demoledores efectos que causó la infausta guerra del Vietnam. Momento sobrecogedor que, quizá, cortó algo el ritmo endiablado emanado por el intenso guitarreo, pero todavía necesario a estas alturas de la película.
En plena arenga crítica y ya con todo el grupo congregado, retornó a la potencia con un par de propuestas de 2013: Rexanimarum (abusivo solo de guitarra de Curtis Roush colindante al hard) y Mansions, rematando la partida con Firedance y la excelsa Rain plans, una de aquellas piezas anheladas por los mentados contrariados.
Dentro del largo concierto (cercano a las dos horas), también destacaron Woman at the well, los trallazos de puro rock de Lucky ones, el relajo con Baltimore (etapa Gripka) y la novedosa Pieces, una de las más lúcidas creaciones incluidas en Ozarker.
Obviando detalles, sobre gustos personales, a la actuación de Israel Nash se la puede puntuar con un notable alto. La fuerza desplegada, el primoroso nivel interpretativo, las ganas de agradar y ese intento (la mayoría de veces conseguido) de querer elevar la música hacia elevados niveles (hablamos de los líricos textos) le proporcionan esta calificación.
Bob Seger and The Silver Bullet Band nunca llegaron a pisar este pasmoso país. Tan solo por las similitudes que les encuentro, al compararles con Israel Nash y su banda, ya tienen el cielo ganado. Ese timbre de voz tan parecido al genio de Detroit, creador de maravillas tipo Beautiful loser, Night moves, Still the same, Against the wind y tantas otras, volvió a retorcerme el corazón como si el gran Bob estuviera en el Poble Espanyol. Lo agradecí de veras.
El barcelonés Marc Rockenberg (baterista de Fuzz Forward) ejerció de telonero, demostrando (tan solo con su guitarra acústica) que los óptimos calificativos que nos llegaron de su reciente producción, en solitario, titulada Wounded animals (Rocksound/Acaraperro, 2023), eran del todo acertados. Pudimos charlar un rato con él y la impresión que nos dio, no pudo ser más grata. Atentos al amigo Marc, porqué talentos verdaderos aparecen en contadas ocasiones. Eclecticismo al poder.
Under spacious skies and purple mountain high, on the other side of the stars and the stripes, I’m your favourite sound. Lost in America”
(Lost in America, Israel Nash)
Autores de este artículo
Barracuda
Marina Tomàs
Tiene mucho de aventura la fotografía. Supongo que por eso me gusta. Y, aunque parezca un poco contradictorio, me proporciona un lugar en el mundo, un techo, un refugio. Y eso, para alguien de naturaleza más bien soñadora como yo, no está nada mal.