En tiempos en que hasta la música del Nepal huele a la misma inmundicia invasora, es de agradecer que una chica veinteañera, nacida en Illinois, se dedique a coger el relevo de Curtis Mayfield, Gil Scott-Heron o Terry Callier. Se preguntarán porqué no tomamos de referencia a Sister Rosetta Tharpe, Nina Simone (otra liga), Joni Mitchell (en Therapy quedó clara la influencia) o a Tracy Chapman, el más reciente referente. No es cuestión de sexos, sino, básicamente, del modo de interpretar las canciones escritas.
Ya me perdonarán, pero existe una notable diferencia (no en todos los casos) entre los primeros citados y las segundas. No se trata de establecer ventajas, hablamos tan solo de estilo y de registro vocal y, en este caso particular, Kara Jackson se asemeja más al tono masculino.
Cierto es que su registro llena casi todas las notas, pero, es evidente, que se encuentra más a gusto en los tonos graves que en los agudos (poco utilizados). Pese a eso, se atrevió a subir la modulación en la introductoria Right, wrong or ready, intenso cover de la texana Karen Dalton, en la que los efluvios de Stevie Wonder (nunca se le hará la suficiente justicia) también estuvieron presentes.
En la primera vez que actuaba en Barcelona, Jackson no lleno la sala, pero mostró una sabiduría innata a la hora de interpretar sus composiciones. Sin necesidad de mostrar aptitudes vocales (no le sobran) se limitó a cantar sus versos y a describir, entre canción y canción, su significado.
Lo suyo (denominado, en inglés, spoken word) es el arte de hablar cantando o cantar hablando, pueden escoger. Aquí, de lo que se trata, es que debemos sentir, como si fueran nuestras, las historias que la intérprete desea contarnos, aunque sean ficción. Nunca sabremos si los siete minutos de que consta Free (espectacular tour de force), Brain o Crush (tendencia al cine de animación) se acercan a la realidad, nos preocupa poco. El secreto de la receta reside en la manera de interpretarlas, en este punto, Jackson gana muchos enteros.
A Kara Jackson, quien no elude hablar de sus hobbies, como ir de compras (Pawnshop) o hablar de política (Dickhead blues), le encanta explicar el porqué de sus letras e incluso, interrumpir el canto para introducirlo de nuevo después de una breve charla. Podríamos llamarlo rap, pero no lo es. ¿Les suena lo del spoken word? Pues de eso se trata.
Jackson firmó, en lo musical, una actuación algo monótona que salvó gracias a la intensidad de su poesía: “Have you thought about of my mouth? I think I want you call but that would cost you all. Yeah that would cost a lot”. Nos gusta su porte, el género escogido y la seriedad de su trabajo. Pronto cumplirá veinticinco años, le auguramos un futuro muy prometedor.
A la protagonista de la velada, le precedió MALV, enigmática cantante (especie de mix entre Amy Winehouse y cualquiera intérprete negra que se les ocurra) a quien le encanta regocijarse con las penurias. La apoyamos sin mesura, pero quizá debería acercarse, algo más, a la positividad, posee suficiente calidad en la garganta (domina incluso el rap) para llenar de felicidad los auditorios. Parece ser que en su próxima entrega discográfica nos dedicará más sonrisas. Lo esperamos con ansia.
PD: Nos parece curioso que en esta fastuosa época dónde es habitual ver los que sucede en el escenario a través del móvil del vecino de enfrente, alguien se queje, a la organización, del ruido que un periodista pueda hacer con un papel o su bolígrafo, y más si, la perjudicada, ha estado grabando todo el concierto sin permiso previo. Por educación, acabamos presenciando el espectáculo desde el anfiteatro. Cosas del trabajo.
Autores de este artículo
Barracuda
Marina Tomàs
Tiene mucho de aventura la fotografía. Supongo que por eso me gusta. Y, aunque parezca un poco contradictorio, me proporciona un lugar en el mundo, un techo, un refugio. Y eso, para alguien de naturaleza más bien soñadora como yo, no está nada mal.