Molar es una actitud. Y si no que se lo digan a Alex Cameron. Quizás no sea el que mejor vista. Tampoco el que mejor baila. Incluso diría que no es especialmente guapo, ni su voz es despampanante. Ahora bien, su presencia en el escenario resulta absolutamente magnética. El cantautor australiano exhibió su elegante irreverencia ante una entregada Razz 2 en la segunda jornada del Primavera a la Ciutat.
La noche arrancó con la canallesca Happy Ending, perfecta demostración del sofisticado synth pop con claras trazas de Roxy Music que propone el artista aussie, bien aderezado por el hipnótico saxofón de Roy Molloy, inseparable compañero o, como el propio el mismo Cameron ha calificado en varias entrevistas, “socio de negocios” del australiano. Alex Cameron ha construido su carrera alrededor de su espíritu camaleónico. De hecho, se podría decir que en cada uno de sus discos el australiano ha adoptado un papel diferente. Desde el tipo duro y tosco de sus primeros álbums Jumping the Shark (Secretly Canadian, 2016) o Forced Witness (Secretly Canadian, 2017), pasando por el romántico empedernido y, por qué no decirlo, también azucarado del Miami Memory (Secretly Canadian, 2019); y terminando en el más reciente Oxy Music (2022, Secretly Canadian), en el que se muestra más humano hablando de la crisis de los opiáceos en Estados Unidos.
Otra de las señas de identidad de su trayectoria ha sido la irreverencia, como demuestra la letra de Far from Born again, que explica la vida de una joven que se dedica temporalmente a la pornografía para poder tirar adelante económicamente, durante la que Cameron se zafó de su americana para deleitarnos con una camiseta imperio transformándose en algo así como un redneck con clase. “Are you seeing / What I’m seeing? / In control, in command / She’s a woman earning more than a man” (Estás viendo lo que estoy viendo / Controlando, al mando / es una mujer ganando más que un hombre) coreaba el respetable visiblemente excitado. En sus temas, Cameron ha criticado elementos como la misoginia, la homofobia o la masculinidad tóxica. Pero lo ha hecho de una manera irónica y un tanto arriesgada, incluyendo en sus canciones esta manera de pensar con el fin de ridiculizarlas poniéndolas frente al espejo.
Las revoluciones de la noche bajaron con la melódica Miami Memory, en la que nos recordó que quiere comerle el culo a su novia como si fuera una ostra; para seguir con Stranger’s kiss, normalmente a dueto con Angel Olsen, pero que ayer interpretó junto a la fantástica corista Rosie Alena; antes de encarar la pegadiza K Hole, que sonó exuberante aunque emocionalmente fría. El fin de fiesta remontó gracias a la también polémica Marlon Brando, en la que repite en múltiples ocasiones la palabra faggot (maric*n), circunstancia que no pareció importar a un público mayoritariamente angloparlante que quedó embelesado por el magnetismo escénico y la irreverencia del músico australiano.
De la calma a la tempestad
La noche arrancó con la británica Fenne Lily que pese a su presencia tranquila sobre el escenario se destapó como un auténtico carácter. “Esta canción va sobre que te pongan los cuernos en el día de tu cumpleaños”, señaló entre risas antes de interpretar la balada Birthday.
“Si alguien leyó la reseña que hicieron de mi último disco, sabe que Pitchfork odia demasiado esta canción”, apostilló antes de la delicada Laundry and Jet Lag. Pese a la calma que transmiten sus discos, Fenne Lily sonó sólida y poderosa gracias a una buena banda de acompañamiento.
Acto seguido llegó el turno del R&B y el neo soul de Jamila Woods. La natural de Chicago y su extensa banda protagonizaron una elegante y a la vez reivindicativa actuación, en la que sobresalió la combativa Muddy, homenaje a la (poca reivindicada) leyenda afroamericana del blues Muddy Waters.
Cerraron la noche los efervescentes Shame, que pusieron patas arriba la Razz 2 con su post-punk extremo y furioso. El bajista Josh Finerty desplegó todo su poderío interpretativo, recorriendo y saltando arriba y abajo por todo el escenario como un torbellino, mientras que el vocalista Charlie Steen se jugó el físico en más de una ocasión lanzándose continuamente al público y realizando alguna que otra pirueta no demasiado recomendable.
The Lick y Tasteless fueron los temas más destacados en una actuación llena de berridos, distorsión, sudor y calorías quemadas.













Autores de este artículo

Pere Millan Roca

Víctor Parreño
Me levanto, bebo café, trabajo haciendo fotos (en eventos corporativos, de producto... depende del día), me echo una siesta, trabajo haciendo fotos (en conciertos, en festivales... depende de la noche), duermo. Repeat. Me gustan los loops.