Que un artista con la valía de Will Johnson deba actuar en un diminuto bar como el Heliogàbal, dice mucho de la buena gestión del club barcelonés, sito en el barrio de Gràcia y muy poco del interés por el country-rock (más si este lleva la etiqueta de alternativo) en estas latitudes.
Ya tendríamos que estar aclimatados a este debe perpetuo, pero no por esta anómala circunstancia vamos a dejar de ofrecer apoyo a una música que se merece tanto respeto. Por la falta de promoción a estos sonidos que parecen tan distantes (otros vienen del mismo lugar y nos los ponen de plato principal) locales míticos como el Rocksound cerraron puertas. El problema trasciende bastante más de lo que podamos creer, ya que no le duele sólo al country sino a otros sonidos adyacentes.
Fieles a nuestra afición de picar piedra sin descanso, nos dirigimos a presenciar el concierto del artista tejano. Valía la pena seguir insistiendo.
Will Johnson es una especie de Leonardo da Vinci contemporáneo. Su tarea es amplia: escribe, canta sus propias creaciones y además pinta (no con brocha gorda). Su carrera empezó grabando unos cassettes en 1988. Llegando hasta la actualidad, por el camino ha emprendido diversos proyectos, entre los que destacan los once álbumes grabados con Centro-Matic, su participación en la banda South San Gabriel y, por supuesto, su carrera en solitario, formato presentado en Barcelona y con el que ha plasmado ocho LP’s. Los dos últimos. Wire mountain y El Capitan serían el centro por donde gravitaría el show del Heliogàbal.
Sentado en una silla
Johnson surgió de entre el público para encaminarse hacia el escenario (es un decir, de hecho era una esquina del local sin tarima) donde le esperaba una antigua silla de madera. “Welcome to the eight show of the tour” fueron sus primeras palabras. Seguidamente empezaron a sonar las notas de su guitarra y los versos de Shadow matter, composición incluida en Wire mountain (2019).
Para los no iniciados, indicaremos que su voz se mueve entre la aguerrida de Neil Young y la más pausada y armónica de Jackson Browne, comparación que pudimos comentarle al artista, acabado el concierto, pareciéndole acertada.
Johnson no es un músico virtuoso (en el folk y el country la técnica depurada no sirve para nada) sin embargo, apura hasta donde puede el dominio del instrumento para darle suficiente apoyo musical a sus mensajes. Con esta conjunción tan simple conectó con los presentes desde el principio. Este vínculo no desaparecería en toda la apretujada velada.
No es sencillo recitar (eso es lo que hace) ante una audiencia constreñida que apenas pudo ver su figura y se contentó con escuchar sus sentidas coplas. Es “el lenguaje no escrito”, nos apuntó un joven admirador que se sostenía de puntillas para intentar vislumbrar alguna cosa de lo que estaba sucediendo en el rincón preparado para el trovador.
Un saco de buenos temas
The mighty midshipman fue el primer acercamiento al repertorio de Centro-Matic. También acudieron a la cita Take the maps & run y Flashes and cables. No obstante, un servidor se quedó más prendado por la finísima Broken on tradition (Marie/Lepanto, otra de sus empresas), Alabama crusade (South San Gabriel) o Just to know what you’ve been dreaming, pieza del LP de 2014, Vultures await.
Si nos tuviéramos que quedar con algunas de las recientes creaciones, atraparíamos Los cuervos, Goodbye, Absecon y El Capitan. En este punto hacemos un parón.
Comentábamos el protagonismo de la palabra por encima de la música, pero en la mencionada El Capitan y en rotundos relámpagos aparecieron destellos guitarrísticos impresionantes. Los propuso para finalizar algunas canciones, recordándonos al Young de Crazy Horse e incluso a los trallazos de Reed con The Velvet Underground. Instantes provocativos que ayudaron a sacudir una función de tono intimista.
Will Johnson se mostró complacido por volver a Barcelona después de tantos años y, ante todo, mostró oficio, empatía y una profesionalidad gigantesca.
Como no podía ser de otro modo, conversó con quien quiso acercársele (amén de vender las dos últimas producciones) se fotografió con medio local y hasta nos dedicó unos minutos que resumimos brevemente.
Al bueno de Will (es un tipo entrañable) le satisface la proximidad y nos confesó que le encanta tocar en lugares tipo Heliogàbal, a pesar de los problemas que entrañan a la concurrencia.
Respecto a la poca simpatía que despierta la música country en nuestro país, nos comentó que esa contrariedad es global, inclusive en New Orleans acusan el abuso por las nacientes modas. Un abrazo firmó una charla enormemente sugestiva.
Sea solo, con Centro-Matic o como sea, confiamos en no tener que esperar diecisiete años más para volver a saborear su talento y amabilidad. Un gran placer.
In the distance I hear the sandbar fighting with the tide and I woke up in the lobby to a world turned black and white, and I though about the gloaming and the peace in my brother’s eyes. Goodbye, Absecon”
Goodbye, Absecon. Will Johnson






Autores de este artículo

Barracuda

Marina Tomàs
Tiene mucho de aventura la fotografía. Supongo que por eso me gusta. Y, aunque parezca un poco contradictorio, me proporciona un lugar en el mundo, un techo, un refugio. Y eso, para alguien de naturaleza más bien soñadora como yo, no está nada mal.