Si has experimentado tu propia epifanía en la pista de baile, abducido por la arrebatadora banda sonora de este o aquél dj en una noche memorable de club, quédate en la pista, que hay baile. Es más, agarra Anoche un dj me salvó la vida y no lo sueltes. La presente edición en castellano del libro de Frank Broughton y Bill Brewster, a cargo de Juan Viñuales en Temas de Hoy (Editorial Planeta, 2019), sin duda te salvará la lectura del mes. Y quien sabe si algo más.
Esta reveladora y fascinante historia de la cultura de club a través de la figura del dj, se publicó por primera vez en 1999, cuando increíblemente todavía nadie se había tomado la molestia en ponerse a ello. Era el momento del final de la década que precisamente protagonizó la explosión de la cultura de club, con los primeros mega clubs como Ministry of Sound en Londres, festivales especializados como Sónar en Barcelona, o el advenimiento de las primeras figuras mundiales como Sasha, Paul Oakenfold o Fatboy Slim. En 1997 se publicaba Homework, el álbum debut de los franceses Daft Punk, que junto a los primeros también de Underwolrd, Chemical Brothers o The Prodigy, suponía el asalto definitivo de la música electrónica más allá de la vanguardia y el underground, hacia dominios del mainstream.
Con los ‘gangs’ ingleses como Cream, Ministry of Sound o Reinassance ampliando el negocio y repartiéndose el pastel ibicenco, la coyuntura no podía ser más propicia. Con varias publicaciones impresas especializadas en música electrónica, como las extintas Muzik o Jockey Slut (que dejaron de publicarse en 2003 y 2004, respectivamente), Mixmag o Dj Mag –ambas de las pocas que han resistido los embates del mercado– con enormes tiradas.
En su prefacio a la primera edición, sin embargo, los autores se sorprendían de que “nadie antes se hubiera decidido a acometer el reto de contar esta historia de cabo a rabo”. […] “y, conforme fue materializándose el proyecto”, prosiguen, “nos embargó una furtiva sensación de orgullo al caer en la cuenta de que tamaña empresa iba a correr de nuestra cuenta”. Y así llegó la primera historia del dj, siguiendo una fluida y completa cronología de hechos que señala el año 1906, con una retransmisión radiofónica como protagonista, como el principio de los tiempos. El viaje desde ese primer momento iniciático hasta su primer centenario en 2006, cuando se hizo una nueva edición especial conmemorativa, no se lo quieran perder.

Cien años de baile
Entre las muchas y apasionantes historias que conducen a este relato sin desperdicio, se cuenta la de la primera acción en directo de un dj de la que se tenga constancia. En la Nochebuena de 1906, Reginald A. Fassenden (colaborador de Edison) realizó la primera transmisión por radio de señales sin encriptar, música y voz. Soltó un breve speech, cantóy tocó algo con su violín –no sin antes disculparse por sus limitaciones al respecto– y pinchó un disco: el de un contralto cantando el Largo de la ópera Jerjes de Händel.
Broughton y Brewster hacen a partir de ahí un minucioso y documentado repaso, a la par que ameno, de las diferentes escenas que jalonan la cultura de club, siempre partiendo del dj. De los ‘sound system’ jamaicanos (luego exportados a UK) al Northern Soul en el norte de UK en los setenta, pasando por la explosión de la música disco y los primeros extended mix a cargo de djs legendarios como Tom Moulton o Larry Levan (Paradise Garage), y luego en los 80 del hip hop, en USA. Para dar luego cuenta de la irrupción del electro, el house, el acid, el techno, el trance o el drum’n’bass. Un relato armado a partir del testimonio de dj pioneros y esenciales (algunos también productores, otros no) que le dieron su particular ‘twist’ a esta historia.
Una historia un poco anglosajona y afroamericana, eso sí. O un mucho. De hecho, en el prefacio a su nueva edición especial del pasado 2006, coincidiendo con el centenario del dj, los autores reconocían abordar algunas omisiones de bulto observadas por amigos críticos cercanos, ya en su primera edición. Y así, incluían ahora el techno alemán, el italo disco o el balearic ibicenco. Así si. Lo mismo con Energy Flash, la maravillosa epopeya rave del gran Simon Reynolds, donde no había mención alguna a la movida belga, ni a la valenciana, de locos. Al margen de esa ampliación obligada y por alusiones, lo cierto es que ahora, trece años después, hay poco más que contar. Aquella nueva edición llegó con su primera traducción al castellano Anoche un dj salvó mi vida: Historia del dj (Ma Non Troppo, 2006), publicada en dos volúmenes. El relato se detenía en el ya entonces delirante mundo del dj súper estrella. Pinchadiscos con jet privado, cobrando cantidades obscenas por sesión, a menudo pregrabada.
No sólo seguimos ahí, casi quince años después, sino que hemos ido definitivamente a peor. En bajada y sin frenos.
Muñeco roto
A medio camino entre un dios y un muñeco roto, la figura del dj se diluye por momentos, en tiempos de deriva y confusión para la cultura de club. Esta última, en grave peligro de extinción, se cuestiona su sentido y razón de ser, cuando ya nadie parece reclamarla para la postmodernidad. Aquél poderoso sentimiento colectivo de celebración hedonista, de pura libertad y transgresión, tan brillantemente recogido aquí, se ha contaminado y pervertido hasta verse expulsado de su propio hábitat natural y perdido por completo su esencia.
Se diría que se ha transformado en algo nuevo y de enorme alcance, algo así como una energía universal, en algo más…, elevado. Claramente no. Hablamos de otra cosa. Hablamos de inmensas trituradoras de vulgar y manida música electrónica. De eventos masivos, con cientos de miles de personas concentradas y alienadas en estadios, festivales o desiertos, donde consume un previsible y perverso modelo de electrónica comercial. Una aberrante mutación post-EDM, con animadores a los platos, dando brincos y arengas, en un permanente y grotesco subidón. Una vergüenza ajena sin final a la vista.
Anoche un dj me salvó la vida es una lectura imprescindible para comprender de qué va esto de ser dj. Tanto para el que se dedica a ello o tiene alguna intención de hacerlo, como para el clubber ávido de electrónica de calidad y buenas sensaciones en la pista de baile. Y es que, tal como revelan los autores hacia el final de este maravilloso artefacto, “por cada dj comercial hortera que pincha grabaciones que detesta porque es lo que hacen los demás, que toca canciones horrorosas pero efectivas, que gana millones no por juntar a la gente sino por conducirlos a un bar, hay otro dj que conoce su historia, que busca temas raros y desconocidos, que vive por la emoción de conectar con la gente, no de estar por encima de ella, que desarrolla su propio estilo, que organiza sus propias fiestas, que crea su propio circulo de seguidores, que crea música nueva y asombrosa.”
Anoche un dj me salvó la vida es una lectura imprescindible para comprender de qué va esto de ser dj. Tanto para el que se dedica a ello o tiene alguna intención de hacerlo, como para el clubber ávido de electrónica de calidad y buenas sensaciones en la pista de baile.

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