Pelo negro con raíces amarillas. Un aire transgresor que desprende rebeldía y pasotismo. Looks extravagantes y un no sé qué único que rompe con lo que la industria musical nos tiene acostumbrados. Eilish parece haber reinventado la clave del éxito, tergiversando todos los ingredientes que hasta ahora funcionaban para convertir a alguien en una estrella del pop adolescente. Y es que el cambio de paradigma es abismal. La estadounidense plantea una propuesta musical y juega al despiste con los límites de lo que se considera mainstream. Tiene una repercusión abrumadora y un éxito que se multiplica por momentos.
Lo primero que nos viene a la cabeza es una lista de artistas de su misma edad que durante años han estado entrando y saliendo de la escena musical, sin dejar una huella demasiado permanente. Pero hay algo en Billie que se desmarca del resto y que nos avisa de que ponerla en ese mismo saco, sería precipitarse. La artista se ha convertido en una figura tremendamente mediática justamente por ir a contracorriente, y abrazar la diferencia. Y sobre todo por su rechazo y su desinterés en adoptar una imagen manchada de puro marketing que siempre ha atado en corto a las estrellas adolescentes. Desde Britney Spears en sus inicios, hasta Taylor Swift, pasando por Miley Cyrus y Selena Gomez, en su momento.
Eilish trae noticias frescas: ya basta de ropa ceñida, videoclips azucarados y rostros angelicales. Ha caducado el prototipo de adolescente aparentemente naíf, estrella del pop en potencia, siempre bajo focos y cámaras, de cara bonita y actitud encantadora; desenfadada pero no demasiado, independiente pero no demasiado… Y la verdad es que ya era hora, porque, aunque la fórmula es aparentemente simple y casi siempre efectiva; la ética del método y la perennidad del estrellato, van aparte.
Aunque si paramos a pensarlo, Billie Eilish sí que reúne algunas de estas características. Al menos las que hacen referencia al éxito. Es una de las caras clave del panorama musical a nivel internacional, solo hace falta ver las cifras de su álbum debut. Tiene miles de seguidores y está colaborando con algunos de los artistas más exitosos del momento. Ahora bien, su proyección como cantante se aleja totalmente de la figura de niña buena propia de la escena musical americana de siempre.
Eilish desgarra, pisa y destruye esta etiqueta y se aferra más bien al otro extremo. Llama la atención por su postura de antihéroe, abanderada de lo que la masa podría considerar feo o distinto. Parece que disfrute mareando a la industria con un género musical muy personal y ambiguo. Un estilo que no sabemos muy bien dónde situar porque nada entre el intimismo de Lorde o Birdy y el pop de beats bien empastados de Benny Blanco.
Pero, ¿es Billie quién tiene realmente la clave de su propio éxito?
Igual tendríamos que observar a su alrededor. Masas de adolescentes cansados de canciones que se componen única y exclusivamente, para convertirse en hits explosivos, totalmente fugaces y con mensajes que no les representan. Hablamos de una generación que no creció con el pop pegadizo de boy bands como los Backstreet Boys y que seguramente no esperan a la hora de cierre en alguna discoteca para ver si hay suerte y suena Wannabe de las Spice Girls. Última canción a todo pulmón y para casa.
Si lo analizamos a fondo, parece que no es Billie quién le ha dado un giro a la escena musical adolescente actual. Más bien, como parte de este mismo colectivo, ha proyectado su talento, su estilo y su actitud, representando a miles de jóvenes ansiosos por escuchar algo que los mueva un poco por dentro. Que ya está bien de repetir estribillos que no dicen nada.
Las canciones de WHEN WE FALL ASLEEP, WHERE WE GO? (Interescope, 2019) transmiten cierta oscuridad que nace de una devoción por la contracultura y se fusiona con un tono entre punk y gótico. Los temas de Eilish te transportan a una habitación imaginaria y siniestra, con las paredes pintadas de rosa. Su voz angelical parece un susurro revelador y un murmullo desinteresado a la vez. Como la confesión constante de un adolescente que está frustrado, pero a la vez le da igual todo. El timbre de la artista se amolda perfectamente a los instrumentos que la acompañan, creando baladas suaves y minimalistas donde el sonido contrasta con el carácter sombrío de la mayoría de sus letras.
El talento de Billie es indiscutible y el enfoque que le esta dando a su música y a su carrera es el gran motivo del éxito exponencial que está teniendo. Pero su mayor logro es, sin duda, que su propia generación la haya coronado como embajadora de lo diferente, lo feo y lo que mola porque se sale de lo establecido. Sería una verdadera pena que el marketing se apoderase del reinado de Billie como ha hecho con muchos otros artistas que han ido desvaneciéndose por el camino. Veremos si el ejército de seguidores que tiene detrás sigue pidiendo a gritos que sea ella quien llene un vacío en el mundo de la música que hacía tiempo que estaba por llenar.
Imagen de portada © Dan Regan
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4 comentarios en «Billie Eilish: La contracultura, lo feo, lo diferente»
Hay cosas que estan ocurriendo en la cultura contemporanea y una de ellas es que Billie Eilish acaba de lanzar su primer album con solo 17 anos lo que abre toda una serie de consideraciones sobre nuestro contrato social con los jovenes. Si bien esto podria considerarse un debut, en la era de Internet, Instagram y Youtube, ella ya ha venido teniendo mucha atencion siendo algo asi como un icono del modo en el que la celebridad musical ha mutado en los ultimos anos. Si se quiere, el lanzamiento de su album marca un cross over generacional en materia de audiencia ya que pasa de estar reservado a la fama poco tangible que tienen los Instagrammers a un tipo de soporte accesible para aquellas generaciones -los que tienen mas de 40- que se criaron escuchando musica a partir de unidades completas y discretas como eran los CDs.
¡Buena reflexión! Gracias por tu comentario,
Paula
A ver, que es simplemente es una versión oscurita de Disney, no os flipéis tampoco, de Marilyn Mansons, Avril Lavignes y Lady Gagas ha habido siempre
Muchas gracias por tu comentario Pedro,
Paula