Como si hubiera dejado atrás aquella llamada a la acción con poso melancólico y decaído de Los Chichos en Son ilusiones para abrazarse a esa otra –bastante más empática– que entona La Cebolla en El poder, ese tema del Negro Jari donde también colabora Haze, en el que se nos dice que “es viable alcanzar todos tus sueños, es viable mejorar la forma de vivir, depende mucho de ti, depende mucho de ti”.
Porque así, con la alegría de alguien satisfecho de haberlo logrado se mueve la actuación que ha firmado C Tangana para NPR (radio pública estadounidense), dentro de su prestigioso espacio ‘Tiny Desk (Home) Concerts‘ (lo de ‘Home’ es una coletilla impuesta por la cosa del Covid-19; ahora se supone que los live shows para este programa han de grabarse en modo confinado o algo parecido: no ha sido el caso de este, desde luego).
Vio la luz el martes 20 de abril, y resumiendo las consecuencias, se ha liado parda y está haciendo su buen y merecido ruido: tanto que, para entendernos, pocos de quienes estéis leyendo este artículo no lo habréis visto, al menos una vez. Mientras escribo esto (en la mañana del martes 27 de abril) ya lleva más de 2,5 millones de visualizaciones en YouTube y subiendo (téngase en cuenta que el ‘Tiny Desk’ de El Cigala, que se estrenó en mayo de 2015, va por 1,8, mientras que el de Jorge Drexler, uno de los invitados del disco El madrileño, anda por los 2,4 y es de abril de 2018).
La puesta en escena de la actuación –un acierto con el que ya entra a matar– podría haber figurado en la exposición Murillo fotógrafo que se montó en 2018 con motivo del cuatrocientos aniversario del nacimiento del pintor sevillano Bartolomé Esteban Murillo. En esa exhibición, que fue ideada por los fotógrafos José Antonio de Lamadrid y Laura León, ambos paisanos del homenajeado, se respondía a la pregunta sobre qué haría Murillo si fuese un fotógrafo actual. De tal manera que la exposición recreaba fotográficamente algunos de los cuadros más significativos del pintor, pero además lo hacía adaptándolos a nuestros tiempos, para así reflexionar no solo sobre las conexiones entre la pintura y la fotografía, sino también entre el barroco y la actualidad.
Algo así transmite el despliegue visual del ‘Tiny Desk (Home) Concert’ de C. Tangana: es una muy certera invitación para reflexionar sobre la conexión entre varios de los tópicos made in siglo XX asociados al flamenco (y sus aledaños) y nuestra capacidad para reinterpretarlos en 2021, o, simplemente, para asumirlos sin la rebaba peyorativa –ese soniquete tan manido y manipulado, a derecha e izquierda, de la España de pandereta– con que se les ha fustigado tantas veces desde la poltrona de los connaiseurs y otros latifundistas del buen gusto.
Véase por ejemplo, para mayor gloria de la matalahüva, esa botella de Anís del Mono puesta sobre la mesa. El de toda la vida. Anís de verdad. Un cuadro del viejo populismo, el de antes de las posverdades, que transporta añoranza y reivindica formas perdidas. Y véase también esa camisa que luce Tangana, con esos botones de hotel estampados, montándose con ese vestuario un inmejorable anuncio para presentar su nueva marca de ropa (de cuyo nombre no quiero acordarme).
Una fotografía del nuevo populismo, para el que mañana es hoy y el pasado viene de donde no estuvo. No se da en toda la filmación ni una puntada sin hilo, marcada por una espontaneidad tan medida como el traje de sastre que lleva Antonio Carmona. Él y Kiko Veneno son los dos invitados que aportan al concierto poso histórico y avalan con su credibilidad y bagaje este rito de paso del madrileño. Cuadra ese círculo la presencia de El Niño de Elche, que sería el estandarte actual de lo que los dos mencionados representaron décadas atrás (el ilicitano desde otros enfoques y lecturas: son estos unos tiempos más fragmentados y digitales).
Cuando se llega al final del vídeo, tras cuatro canciones, la novedosa Me maten y tres de las más notorias del disco El madrileño: Demasiadas mujeres –con un octeto de cuerda de campanillas “muy campanero”–, Los tontos –con un flipante encaje de bolillos y vocóder, vía Alizzz, del Bizarre Love Triangle de New Order– y Tú me dejaste de querer –donde se cede foco a La Húngara, que ejerce de fallera mayor del evento con permiso de la madre del propio Pucho, más feliz que unas castañuelas–. Se vienen a la cabeza divertidas y tentadoras, que no odiosas ni inocentes, comparaciones.
¿Somos más de la Quinta del Buitre o del Madrid de los galácticos?, ¿de Raúl González o de Gareth Bale?, ¿de Vente pa Madrid y Superhéroes de barrio o de Lo vas a olvidar y Blinding Lights remix? Tras los quince minutos y medio de esta seducción colectiva, de comunión en tiempo real y a flor de piel, cualquiera no elige a los primeros de cada uno de esos duelos. Pero ocurre que siete días y medio después de escucharlo por primera vez sigue sucediendo lo mismo. Y con más convencimiento. Y si a ti no te pasa, entonces toma que toma. ¡Y salud! ¡Y agua! ¡Y vámonos!
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