Barcelona es genial. Es soleada, tiene mar, montaña, metro, tren, bicicletas, autobuses, cultura, lugares de ocio…Barcelona tiene todo lo que le puedas pedir y más, pero quizás por todo lo que le pedimos cada uno de nosotros, no es un sitio muy tranquilo. Estamos acostumbrados a la locura, los atascos, los transbordos interminables (Passeig de Gracia, esto va por ti), pero cuando llega el fin de semana huimos y el caos se desata para dejar paso a una inmensidad azul que baña los numerosos pueblecitos que salpican la costa catalana. Canet de Mar suele ser uno de esos pueblecitos bucólicos a los que escaparse a cargar pilas, pero el fin de semana 1 de Julio fue un lugar en el que acabar de quemarlas, ahí se celebraba la IV edición del siglo XXI del Canet Rock.
Puntualizando lo del SXXI ya que el Canet Rock es un no-muerto viviente que ha conseguido levantarse de su tumba para volver a recuperar poco a poco el alma de su primera edición en 1975. Esa primera edición, los jóvenes que ahí estaban y el sentimiento latente de que los años de la represión quedaban atrás hicieron que el director Francesc Bellmunt recogiera el festival y lo convirtiera en una de sus primeras películas, la cual le valió al festival el apodo de el ‘Woodstock Catalán’.
Sobrenombre que sigue rugiendo con fuerza ya que se agotaron las 22.000 entradas disponibles para disfrutar de más de 12 horas de pop rock catalán en el descampado de Pla d’en Sala. El pistoletazo de salida fue dado por el ganador del concurso de grupos emergentes, Raska. Un grupo de amigos del Vallès que lleva desde 2011 trabajando en este proyecto musical con influencias ska.
Los siguieron Hora de Joglar y su propuesta híbrida entre swing, ska y reggae. Poco a poco el sol se volvía menos intenso y las ganas de bailar despertaban entre los asistentes que ocupaban cada vez más el espacio frente al escenario con cervezas y sombreros de paja. Incluso la tierra seca que estaba bajo sus pies se dejó seducir por el ritmo y se levantó en forma de polvareda musical. Recogió el pregón La Iaia, el increíble trío de indie-rock que quizás no lució todo lo que podía al ser demasiado melódico para el rumbo que llevaba el festival. Tras ellos, Gossos, que no pudieron evitar – por mucho que lo intentaron- que se corease su hit Corren.
Los conciertos de aproximadamente 40 minutos hicieron que el público no echase en falta un segundo palco en el que alternar grupos o estilos y la explanada fue suficiente para descansar cuando las piernas no podían saltar más. Lo que no descansó en toda la jornada fue el sentimiento reivindicativo que brillaba en cada Estelada y actuación, como la de Josep María Mainat y sus referencias al futuro referéndum.
La noche rompió cuando Pau Donés, líder de Jarabe de Palo, gritó Bonito encima del escenario.
Como gran conocido del cartel, el público coreo todas las canciones, entre las que no podía faltar la maravillosa Grita, la inexistencia de un único punto de vista recogida en Depende, el generacional Libre, el canto a la vida de Humo, su homenaje a Celia Cruz con Hay dos días en la vida y la mujer con el beso más codiciado en toda la historia de la música, La Flaca.
Con el público preparado para un sonido más pop los siguieron Els Amics de les Arts que habían venido dispuestos a robar el corazón de todas las mujeres y para ello desplegaron su tema El seu gran hit. Quien sin quererlo robó el corazón de hombres y mujeres fue el cantautor Miquel de Roig que tocó tres veces a lo largo del festival diferentes canciones populares y temas actuales como Despacito, Paquito el Chocolatero o Sofía de Álvaro Soler, consiguiendo que los asistentes coreasen todas y cada una de ellas. Casi nada.
A los rockeros de los 80 Sopa de Cabra tampoco se les resistió ni el escenario ni el púbico, que en ese momento de la noche había empezado a construir castells y a abrir fuegos artificiales de mano causando el cabreo de los encargados de la seguridad del festival. No faltaron sus grandes temas L’emporda y Camins, que resonaron por toda la explanada sin necesidad de altavoces.
A estos los siguieron el grupo de rap Zoo, los sonidos reggae de Itaca Band, los noctámbulos Buhos, Doctor Prats y los imprescindibles para cerrar el festival Txarango, que en palabras de Gemma Recoder, directora del festival “es un clásico ya después de cerrar 3 de los 4 años que hemos celebrado el festival y que sólo el año pasado cedieron el testigo a Els Catarres”.
Un éxito total de grupos, de ubicación, de foodtrucks que deja a asistentes y organización con ganas de un Canet Rock V a lo grande: “queremos traer a los mejores grupos de la escena catalana actual, bandas emergentes y formaciones con novedades discográficas”. Dicho esto, solo nos queda añadir que nos vemos el año que viene en el Canet Rock con muchas pilas para gastar.
Autores de este artículo

Carlota Purple

Mario Olmos
Vinculado a la fotografía desde el siglo XX. En los últimos años he juntado mi locura por la imagen y mi pasión por la música. Me consideran fotógrafo, pero me defino como alguien que deja momentos congelados con la intención de provocar una reacción.