Cuando las salas de conciertos permanecen cerradas y la mayoría de festivales cancelados, las opciones para los músicos se ven muy reducidas hasta casi lo inexistente. La avalancha de streamings y directos musicales inundaron las redes sociales como si no hubiera mañana desde los primeros días del confinamiento. Todos nos enganchamos a verlos. La demanda aumentaba a una velocidad vertiginosa, al igual que la oferta. Había para todos los gustos: shows semanales, en instragram, a través de facebook, youtube, zoom, webs, una canción, una hora entera,…Y así hasta el infinito y más allá.
El hambre de conciertos nos arrastraba a mendigar por las redes un poco de música. Es el aire que nos hace respirar. Echamos en falta los directos. Muchos se aventuraron a decir que ese es el futuro de la música en directo. Pero, ¿tienen los streamings futuro a largo plazo? ¿Pueden los músicos plantearse, llegado el caso, vivir de ello? Cuando la oferta era inmensa y gratuita todos nos lanzamos de lleno a ello, pero, ¿sería lo mismo sin pandemia mediante y pagando entrada?
Ha habido algunas experiencias de artistas tanto nacionales como internacionales, pienso en los conciertos de Band of Heathens o Anna Andreu o los streamings de aniversario de la sala Rocksound (gratuitos pero puedes compra entrada virtual para ayudar a los músicos), por poner solo algunos ejemplos. Incluso han surgido páginas que ofrecen estos servicios de forma profesional. Pero de momento parece que han sido más bien excepciones que confirman la regla. No nos engañemos, lo gratis tira pero cuando hay que pagar, todos sabemos lo que pasa. Muchas salas de conciertos lo viven desde mucho antes de la maldita pandemia. Y una vez el confinamiento ha terminado y podamos volver a los directos reales menos aún. ¡Si está todo el mundo deseando salir a la calle en tropel! ¿Quién se va a quedar delante del ordenador y pagando por ver un concierto que puede ver en sala?
Reconozco que la avalancha de streamings durante el confinamiento llegó a abrumarme. Mi agenda musical se había multiplicado por 300 y ya no tenía tiempo para hacer nada más que pasarme el día delante del móvil o el ordenador viendo conciertos. Me llegó a agobiar tanto que dejé de verlos. Y eso que la música es mi vida y no la concibo sin ella. Bueno, no todos. He permanecido fiel al Tweedy Show. Desde su casa de Chicago y a través del instragram @stuffinourhouse, Jeff Tweedy, su mujer Susie y sus hijos Spencer y Sammy ofrecen cada semana durante cuatro días una hora de buena música y diversión. También los podéis ver a posteriori en el youtube de Susie.
Reconozco que me han hecho reír de lo lindo y quizás es lo que más necesitaba, además de paliar mi hambre de música en directo. Tweedy ha decidido mantener el show hasta que vuelvan las giras, les ha gustado la experiencia y además la usan para buenas causas. Han hecho camisetas del show y todos los beneficios de la venta irán a una organización que ayuda a las mujeres víctima de la violencia de género, que ha aumentado alarmantemente durante el confinamiento. Está claro que pocas cosas han cambiado. Y eso que nos decían que de esta saldríamos aprendiendo mucho y cambiando el chip. Claro, claro.
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