Esta probablemente será la peor columna que he escrito sobre el Sónar. Apenas cuatro notas en el móvil y aún menos horas de descanso. Ya tenía dudas de si ir este año o no. Estando todavía de baja de maternidad, ¿es lícito ir a un festival de música? Y a ver cómo voy a escribir algo medio decente si apenas puedo comer o ducharme tranquila y no enciendo el ordenador desde hace semanas. Pues se hace, como todo.
Lo que más me asustaba era el juicio. Malo si vas con el bebé porque pobrecito y malo si no vas con el bebé porque pobrecito. Y después, estando ya en la Fira de Barcelona, pensé ‘pero a ver, es el Sónar, nadie me va a juzgar’. Con una mirada más relajada hacia mi misma y hacia los demás pude observar a personas cada año más y más diversas, pero todas compartiendo mood. Qué maravilla. Es evidente que en los demás festivales también hay diversidad. Pero con matices distintos. A ver si las dos neuronas que han logrado sobrevivir a un embarazo y a un posparto se esmeran para explicar lo que me ronda.
En festivales en los que predomina un solo género, digamos reggae, no va a haber muchas sorpresas sobre el tipo de público que asiste. Quien más quien menos tendrán algo en común con los demás. Y en los eclécticos que tanto te traen viejas glorias como lo que salió ayer ocurre que las personas del rock irán al rock, las personas de las divas pop irán a las divas pop y las personas de los boiler room irán a los boiler room. Y sí, caminarás por allí y verás igualmente personas de todas las procedencias y estilos y personalidades y orientaciones y características y gustos y todo lo que quieras. Pero dudo que estén tan mezcladas como en el Sónar. Es lo que tiene la música electrónica: que aúna de todo un poco, lo junta en una misma pista por lo general o muy disfrutona o muy introspectiva y consigue una armonía que solo rompe algún pasado de vueltas a las mil de la mañana.
Por la noche hay más confusión, pero sobre todo en el Sónar de Día difícilmente te encontrarás un heterobásico entrándote haciendo el unga-unga. Que los habrá porque haberlos haylos en todas partes. Pero el ambiente general, la organización e incluso la localización no propicia que afloren. Lo que sí encontrarás -este año me he fijado más porque voy con las gafas puestas- es bebés bailando felices con el ídolo Laurent Garnier. O incluso embarazadas cantando ‘que yo voy a comprarte en Zahara una casa a la vera del mar’ a la vez que Judeline. O parejas entradas en años mirándose con ternura mientras suena Kelly watch the stars de Air, mientras tú fantaseas con qué recuerdos les evocaría esta canción. Y qué recordarán todos esos niños que he visto este y otros años de sus primeras veces en el Sónar. Es más, el año pasado se cumplieron 30 años del festival. ¿Verá mi hija celebrar otros 30 años del Sónar cuando tenga mi edad?
![Columna Sónar © Víctor Parreño](https://qualsevolnit.com/wp-content/uploads/2024/06/240614_Sonar_©-Victor-Parreno_DSC_6833.jpg)
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1 comentario en «Algunas encontramos en el Sónar un espacio seguro»
Me alegro de haber encontrado un artículo para poder comentar. Este año me costo ir al Festival, le di muchas vueltas a la cabeza si debía ir o no; finalmente nos decidimos por acudir, nos daba pensar en perdérnoslo. Bueno solo quiero decir que espero que tu hija pueda ir al festival dentro de 30 años pero que vuelva a sus raíces.
¿Dónde está aquel festival para un público amante de la electrónica? Un buen ambiente, gente divertida, … Este año no he visto más que “txungos”, un festival que mucha gente va a hacerse la foto que no saben ni quien actúa y que solamente van para grabarlo. Uffff!!
Creo que se les ha ido de las manos con la afluencia de público, unos baños colapsados, sucios, …
Si este año ya nos costo ir … nos sirve para saber que no habrá un 2025.