Primer concierto del año y certera diana.
Uno ha gozado con fusiones tipo flamenco-jazz, bolero-jazz e incluso con el espíritu jazzístico ofreciendo abrigo al pop-rock, pero nunca había asistido a la conjunción del arte improvisado, por excelencia, con el fado portugués; la experiencia fue más que satisfactoria.
Aunque Júlio Resende no es un extremista, nos confesó, al finalizar su meritorio concierto, que su ideología es cercana a la libertad alejada del autoritarismo, de aquí que haya titulado su último trabajo, Filhos da Revolucão (Sony Music, 2023), disco inspirado en aquel alzamiento de abril de 1974 en el que las flores sustituyeron a las balas. No importó que de dicho disco tan solo escucháramos Anagrama, el resto respondió, con creces, a las expectativas creadas.
Resende (músico esmerado y fisgón donde los haya) inició el recital con un par de piezas, sin título, a piano solo, en las que ya dejó entrever su clase y un sonido tan impetuoso como lindo, profundo, extenso, ensoñador, parecido a una caja de música redentora y minimalista, en el mejor sentido del adjetivo.
Cerrada la introducción, apareció Bruno Chaveiro con su guitarra portuguesa, el compañero de fatigas y alegrías. Juntos se confabularon para ofrecer tradición (Lira, Rosinha dos Limões) o Este Piano Não Te Esquece y Vira Mais Cinco, piezas propias, colindantes con el género innovador que pretenden aplicar.
El inspirado teclista huyó de la convencionalidad utilizando las cuerdas del piano (nos recordó a Marco Mezquida) para consolidar la esencia fadista que no olvida y que siempre está presente en sus manos privilegiadas. También dedicó un tema a su admirado filósofo y ensayista, Josep Maria Esquirol, presente en la sala. Esta tendencia a incidir en la cultura (rotundo milagro) le hizo leer un precioso fragmento de un libro de cabecera (ignoramos el nombre) y dirigirse a los presentes (que llenaron la platea) con un castellano casi perfecto, lo de portuñol lo dejamos para otro día.
Al señor Chaveiro le gusta el fado como a nadie, no obstante, es un instrumentista inquieto. No falló cuando la tradicionalidad mandaba ni cuando se propuso modernizar la antigua fórmula. Su personalidad le llevó a introducir elementos psicodélicos en los solos que, únicamente, residen en cabezas con vibraciones locas o inteligentes. De todos modos, nos gustaría verlo tocar junto a un cantante, sería una gozada.
No debemos obviar el “tumbao” cubano con que nos deleitaron, puro sabor. Sabíamos que el fado no luciría, en su total naturaleza, pero el raciocinio musical de Resende y Chaveiro nos llenó el paladar de un gusto celestial. El bis con Medo (Amália Rodrigues sentenciando en un dúo inimaginable), evidenció el respeto y la generosidad con los que firmaron un legado colosal. El fado vive, aunque sea renovado.





Autores de este artículo

Barracuda

Òscar García
Hablo con imágenes y textos. Sigo sorprendiéndome ante propuestas musicales novedosas y aplaudo a quien tiene la valentía de llevarlas a cabo. La música es mucho más que un recurso para tapar el silencio.