Barcelona nunca ha sido una plaza propicia al fado, solo ocasionalmente hemos podido disfrutar de esta tan triste como bella música, nacida en 1838, cantada por la gente del mar con nostalgia. Habitualmente, los incondicionales han tenido que desplazarse hacia el sur de la península ibérica o a Portugal (cuna del género) para llorar, suspirar y emocionarse con sus artistas principales. De milagrosa puede considerarse la presencia en pocos días de Cuca Roseta y Camané (en las fiestas de la Mercè) y de Katia Guerreiro y Mísia, protagonistas de la 2ª edición del Festival de Fado de Barcelona, un atracón para gourmets insaciables.
La edición de este año, titulada ‘El fado puertas afuera‘, contó, además de las estrellas nombradas, con exposiciones, conferencias y documentales de extraordinario interés. Un esfuerzo organizativo loable, casi temerario, merecedor del mayor de los reconocimientos. Europa, África y América Latina son las sedes de un acontecimiento único que cumple ya ocho años.
Pasado el preámbulo, toca hablar de Katia Guerreiro, fadista de origen sudafricano que emigró a Lisboa para estudiar medicina y acabó cantando fado; nuestra alma agradecerá el cambio toda la vida. Guerreiro entona las primeras notas de Prólogo: A minha vida é y el corazón se encoge, acaba de pisar el escenario de la sala Barts una fadista auténtica, que corta venas paralizando los sentidos. Viste de negro, como mandan los cánones. La custodian cuatro guitarras (dos de ellas portuguesas), único vestido musical de la velada, ajuar de lujo, bendita desnudez. Nos presentan el estreno internacional del espectáculo basado en su nuevo trabajo Sempre (KGP, 2018), producido por el gran José Mário Branco, forjador de la mayoría de éxitos del gran Camané. El prestigio está servido.
Katia Guerreiro es heredera de la superba Amália Rodrigues. Canta con pureza, sin artificios, las lágrimas brotan de su boca. Ampara las palabras de la diva fallecida en Quero cantar para a lua acariciándolas, separándolas con silencios estremecedores, profundos. Los versos de Pranto de amor ausente, derrumban: ‘Eu quero morrer de amores como os rios morren no mar’, pero también sabe regalar flores alegres: Rosa vermelha. No todo en el fado es tedioso, no se equivoquen, escuchen Deixar-te um dia, perteneciente a Sempre, y lo entenderán. Historias melancólicas entonadas jovialmente. Katia Guerreiro cantó casi por completo su nuevo disco dejando huella. Las interpretaciones de Tristeza velha, arrodillada en modo plegaria, o Rezando por ti a capella dejaron honda cicatriz. Imperecedero por genuino. Obrigado.
Mísia es una cantante muy distinta, con tonos algo desviados de la convulsión. Curtida en mil batallas (27 años pisando tablas), domina a su antojo magnetizando al espectador. Fadista de nacimiento, aunque durante su carrera ha jugueteado con otros géneros, en ocasiones sin demasiada fortuna. Se escuda en la heterodoxia para justificar los cambios de planteamientos musicales, por otra parte espléndidamente ejecutados. Escuchamos violín, clarinete bajo (magnífico Paulo Gaspar) y guitarra portuguesa, todos ellos bajo la dirección al piano de Fabrizio Romano, responsable asimismo de los arreglos. No es de extrañar pues que algún aire napolitano, e incluso recuerdos a Nino Rota, se escaparan sin pudor. Como el tango, el fado huele a menudo a músicas fieles al desamor. Ausência o Escrevo na pele, nos recordaron a esa vieja música argentina desgarrada, otra cualidad a tener en cuenta si hablamos de innovación.
Susana María Alfonso de Aguilar, su verdadero nombre, exhibió la sensibilidad de su nuevo proyecto Pura vida. No podemos negarle a la portuense (de ascendencia catalana) la excelente dicción y donosura, tanto en el canto como en el vestir (lució dos elegantes trajes, uno negro, el otro blanco). Ni tampoco el empeño, antes de cantarlos, en traducir los versos de poetas como Miguel Torga, por ejemplo. También es cierto que, en ese apartado, dio muestras de excesivo divismo. Dilatados soliloquios poco trascendentes. Ardiente durante Destino y Rua dos meus instintos, desigual en Plou al cor (Serrat) y respetuosa con Lágrima (Amália Rodrigues). Final de un recital sobrio, a ratos bello, a ratos frío y muy aplaudido. Mísia es perspicaz, se equivoca poco.
El año pasado disfrutamos con Carminho y Ana Moura, en el presente Katia Guerreiro y Mísia, han sido las heroínas. ¿Qué nos deparará la 3ª edición de este maravilloso festival? Esperamos la respuesta con ansia.
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