El desastre se consuma. Irremediablemente, el Milano Jazz Club dejará de ser una cava de jazz, y otras músicas adyacentes, para convertirse en una trattoria italiana. A más de uno se le debería caer la cara de vergüenza. Quizá a una pareja que vimos abandonar la sala, en una ocasión, por no querer pagar 18 euros de entrada (consumición incluida) para asistir a un concierto de seis jóvenes músicos que luchan día y noche con el objetivo de cumplir el sueño de ser figuras reputadas en lo que aman. ¿De verdad creemos que los que se dedican al noble arte de llenar nuestros corazones de goce, viven del aire? Ni quiero pensar lo que se gastarían después por cualquier gilipollez. Calmémonos.
En estas últimas semanas, hemos asistido a varias de las actuaciones programadas por el club a modo de despedida y con la intención de conocer si existían cambios positivos en el desenlace del conflicto. Por desgracia, el regalo (sonoro) y la desazón se han cruzado sin mediar palabra.
El pasado 10 de septiembre, el saxofonista Liba Villavecchia presentó su última creación en formato de trio: Birchwood, otro de los interesantísimos proyectos a los que nos tiene acostumbrados el brillante y reconocido músico vanguardista. En una de las alocuciones al público presente, sentenció: “los barceloneses estarán felices, tendremos una nueva pizzería y perderemos un club de jazz”. Villavecchia, muy consternado por la desgracia, es uno de los impulsores del intento de salvación de la sala púrpura. Se unió al proyecto que habían iluminado Guim Cifré (director artístico) y Clara Conill (responsable de comunicación, imagen y diseño), proceso que empezó con buen pie, tras negociaciones con el propietario de la empresa Ramón Larregola, y que acabó, de golpe, por culpa de una propuesta (que duplicaba la presentada) de una empresa francesa propietaria de una cadena de restaurantes italianos. Poderoso caballero es Don Dinero.
Tras la noticia, la pólvora se extiende. El periodista Carlos Pérez Cruz, inicia una campaña, que en estos momentos rebasa las 7.000 firmas, donde figuran artistas muy ligados al local como Jorge Rossy, Marco Mezquida, Andrea Motis, Santiago Auserón, etc. La repercusión de la queja llega al Ayuntamiento de Barcelona, concretamente al Distrito del Eixample cuyo concejal es Jordi Valls. Guim Cifré, infatigable, sigue esperando respuestas. La más remota (diría que imposible) llegaría de parte francesa, quienes podrían mantener la actividad musical en la zona subterránea (la superior la ocupa un bar-restaurante). Otra posibilidad sería encontrar otro abrigo para seguir continuando su impecable labor, siempre con el apoyo del consistorio. La incógnita nos seguirá persiguiendo durante unas semanas o quién sabe si meses. Así están las cosas a día de hoy. Echemos la vista atrás.
Cifré quien sustituyó, como programador, a José Fernández; nos comenta sus comienzos: “Empecé en febrero de 2020. Tuve que programar 31 conciertos express por el cambio repentino en la organización. Al principio todo fue muy extraño por el tema del Covid, pero rápidamente recuperamos el buen ritmo. Recuerdo con mucho cariño la actuación de Chano Domínguez y Manel Fortià (enorme riesgo), el primero de Smack Dab o el del magnífico quinteto creado por Joan Casares y Oriol Vallés”.
Superados los primeros obstáculos, el Milano toma mayor empuje y se sitúa al frente de oferta jazzística de la capital catalana. Además del apoyo a la escena nacional (con presentaciones de discos exclusivas), llegan al pequeño, pero goloso, escenario figuras de la talla de Peter Bernstein, Jeff Ballard, Bob Moses, Shai Maestro, Jerry Bergonzy, Ben Sidran, Jean Toussaint o Wallace Roney Jr., entre otras celebridades. Lista que hubiera seguido hasta el infinito si no fuera porqué la necesidad de comer spaghettis lo impide.
Los objetivos de Guim & cía. siempre han estado claros: “Queremos dar respaldo al jazz en todas sus formas artísticas. Estamos ávidos de tener un público amplio que se nutra de talento emergente e innovador. Buscamos un local donde se encuentren el diálogo estimulante y la creatividad musical”.
Sus frases corresponden al pasado, pero también a ese futuro que tanto anhelan y por el que están luchando denodadamente.
“Durante más de cuatro años hemos formado parte del tejido cultural de Barcelona y lo hemos hecho por vocación. Desde la responsabilidad, tenemos el compromiso de seguir trabajando para que siga vivo. En unas semanas, una ciudad que atesora tres escuelas superiores dedicadas al jazz, entre otros géneros (Esmuc, ESEM y Conservatori Liceu), y que presume de ser la capital jazzística del país, contará con tan solo un club para acoger a la gran cantidad de músicos que en ella existen y a la variedad de propuestas que se van generando dentro y fuera de esas escuelas. Es matemáticamente imposible y un auténtico drama para esta ciudad y los melómanos que la habitan.
Nuestro equipo cree que es imprescindible consolidar un club de jazz de referencia y municipal, con espíritu abierto y afán de experimentación. Deseamos generar un asentamiento de creación, encuentro y desarrollo para el jazz y las músicas improvisadas, sobre todo con presencia autóctona. Ofrecer posibilidades para poder recuperar el espíritu de ese momento tan fructífero que aconteció durante los años 70 en Barcelona, gracias en parte a la aparición de locales como Zeleste, propiciando la creación de la música layetana, uno de los fenómenos musicales más sorprendentes de la cultura catalana”.
Cifré se queja, con razón, llamando la atención a nuestros dirigentes, a quienes la palabra cultura tan solo les suena a estrellas mediáticas y a promoción generadora de dinero.
“El Ayuntamiento de Barcelona debe defender esta frágil escena, de incalculable valor cultural, al igual que han hecho otras ciudades europeas de referencia como es el caso de Amsterdam, con el legendario club Bimhuis o sin ir tan lejos, la apuesta que hizo el Ayuntamiento de Terrassa por la maravillosa Nova Jazz Cava, hecho que la confirmó, en su día, como el principal enclave jazzístico de Catalunya.
La ciudad necesita un espacio urbano de pequeño/medio formato dedicado a la música de club, por distintas razones: una de ellas, y quizás la más importante, es que funcione como lugar dónde los músicos locales exhiban sus propuestas en condiciones dignas, que estas les sirvan de “trampolín” para llegar a otros escenarios nacionales e internacionales. Dicho de otra manera: sin un club de categoría, se rompe la cadena necesaria para que el progreso de nuestros músicos y la existencia de todo un ecosistema pueda sostenerlo.
Es en los clubs dónde se generan las melodías (caldo de cultivo de futuras composiciones) y surgen grandes arreglistas y productores, además de intrépidos músicos”.
La propuesta y la reflexión están lanzadas. Ahora deberían decidir los que sólo abren boca cuando toca votarlos.
Una sesión especial de rhythym & blues con Yakety-Yak cerrará, el próximo día 28 de septiembre, esta etapa inolvidable.
Ni la demolición del día 29 conseguirá que Clara, Guim y Liba se callen y consigan sus bellos propósitos. Qualsevol Nit siempre estará a su lado.
La música no parará. Los especuladores deberían hacerlo.
¡Viva el jazz!
PD: Firma la petición de Carlos Pérez Cruz en Change.org para salvar el Milano Jazz Club: https://www.change.org/p/salvem-el-milano?redirect=false
Autores de este artículo
Barracuda
Òscar García
Hablo con imágenes y textos. Sigo sorprendiéndome ante propuestas musicales novedosas y aplaudo a quien tiene la valentía de llevarlas a cabo. La música es mucho más que un recurso para tapar el silencio.
2 comentarios en «El Milano Jazz Club cierra las puertas»
En arribar a la porta d’un local de música, els amics m’han cantat…
” El Pepe no tiene casa”
Tots saben la veritat, visc moltes hores de musica i amb els musics. Una de las més maques…
” Milano ”
Signat: El notari del blues.
Podría inundar de palabras este comentario a vuestra pieza pero me temo que todo es demasiado complicado para si quiera comenzar a teclear.
El problema NO es que la propiedad del local decida cambiar de “inquilinos”. El problema es mucho más profundo. Si el Milano y el Bracafé hubieran sido más efectivos en sus competencias, en todas, y si todos los que hoy se rasgan las vestiduras hubieran hecho su trabajo A TIEMPO, desde el público, prensa, músicos, personal, gestores culturales públicos y privados, a lo mejor no estaríamos ante una situación diferente, o no, pero incluso en ese caso, el “o no”, todos los implicados concentrarían esfuerzos en adivinar quien se ha quedado con la gestión de la licencia para hacer conciertos del Milano y quizás retomar la actividad en ese otro lugar, más fuertes, más sabios e incluso con mayor ilusión.
La música se crea y no se destruye y siempre se mueve y se transforma, llegando allá en donde se la quiera llevar.