En Catalunya existen tradiciones navideñas muy arraigadas, como son los mercados de Santa Llúcia, el Tió o el turrón. Desde hace años, se podría añadir una más: los conciertos de Navidad de Mishima. Así como las personas usamos estas fechas como excusa para juntar a los nuestros alrededor de una mesa, la banda barcelonesa lo hace también para reunirse con su familia, en este caso, su público.
Tras poco más de diez minutos de demora sobre el horario previsto, David Carabén, Marc Lloret, Dani Vega, Xavi Caparrós y Alfons Serra, o lo que es lo mismo Mishima, aparecían sobre el escenario de la Sala Apolo de Barcelona. Después de la introductoria pero hipnótica L’or, los barceloneses lanzaban su primer golpe directo con la explosiva Tot torna a començar, que fue recibida como si los asistentes la hubieran esperado todo un año.
El público que ayer se juntó en Apolo era heterogéneo. Se podían ver desde jóvenes veinteañeros, que se han enganchado a la banda en sus últimos trabajos, hasta cuarentones que la han seguido durante toda su trayectoria. Todos unidos por un único nexo: su devoción por Mishima. Quizá por esto todas las letras que forman los temas de la banda barcelonesa fueron coreadas ayer a pleno pulmón. Aunque ninguna tanto como Cert, clar i breu. Una declaración de amor directa que Mishima y su público se lanzaron mútuamente, en forma de versos entrelazados y dialogados que sonaron como su propio nombre indica: ciertos, claros y breves.
Después de la reflexiva Una sola manera, con solo final de la guitarra de Dani Vega incluido, llegó uno de los momentos de la noche. Haciendo gala de su sorna habitual, David Carabén dedicó S’haurà de fer de nit, tema que Mishima acostumbra a interpretar en honor a los presos políticos y exiliados catalanes, al juez del Tribunal Supremo, Manuel Marchena. En una clara alusión a la decisión tomada este mismo jueves por el Tribunal de Justicia de la Unión de Europa de conceder la inmunidad europarlamentaria a Oriol Junqueras, líder de ERC encarcelado. Al terminar la canción, toda la sala estalló en gritos de “libertad presos políticos”.
Tras los cánticos, volvió la música y lo hizo por partida doble. Como ya se ha convertido en habitual, la banda unió dos de sus temas más laureados como son Tornaràs a tremolar y La forma d’un sentit para formar una pieza que encendió de nuevo los ánimos, haciendo las delicias de un público entregado en todos y cada uno de los estribillos. Que no se preocupe Mishima si un día David Carabén agarra un resfriado antes de un concierto (esperemos que no), porque ayer dio la sensación de que la banda podría permitirse el lujo de tocar sus canciones sin voz, esperando que el público hiciera el resto con sus letras.
Y es que 20 años de carrera dan para mucho. Bastante ha llovido desde que Mishima celebró su primer concierto de Navidad por allá en 2005. Fue en el coqueto Heliogàbal del barrio de Gracia. Más de una década después, el evento se ha consolidado y este año, por primera vez, se celebrará en varias ciudades. Después de un arranque de concierto en el que la formación había combinado sus grandes clásicos con temas de su último trabajo Ara i res (2017, Warner Music), la parte final estaba reservada para los esperados grandes hits de la banda. De esta manera, desfilaron consecutivamente canciones tan significativas como La tarda esclata, Qui n’ha begut y L’última ressaca.
La festiva L’olor de la nit acabó por prender la mecha de un público totalmente entregado a la causa. Los asistentes enloquecieron ante las melodías de tintes jazzísticos que desprendía el piano de Marc Lloret. La Sala Apolo estalló en un éxtasis compartido con la banda. Volaron líquidos, se multiplicaron los besos y abrazos entre los asistentes, e incluso se pudo percibir algún pogo, un hecho poco habitual en los conciertos de una formación como Mishima. Tal fue el revolcón musical que se dieron la banda y su público, que cuando acabó el tema David Carabén preguntó, entre risas, si el concierto había durado “demasiado poco”.
Pero lo mejor aun estaba por llegar. Tras abandonar efímeramente el escenario, Mishima se lanzó a por No obeir, otro de los himnos de la banda que el público ya había coreado previamente para pedir los bises. Acto seguido sonó la intimista Un tros de fang, que significó un oasis de calma entre el delirio generalizado.
Para terminar llegó el turno de Miquel a l’accés 14, uno de los clásicos de la formación, perteneciente a Trucar a casa recollir les fotos pagar la multa (2005, Discmedi), primer álbum en catalán del grupo. “Nunca habíamos tenido un público tan potente como el de hoy”, confesaba David Carabén visiblemente sudado antes de poner la guinda a la noche con El camí més llarg. Y es que hay cosas que la Navidad convierte en mágicas, y los conciertos de Mishima son una de ellas.






Autores de este artículo

Pere Millan Roca

Aitor Rodero
Antes era actor, me subía a un escenario, actuaba y, de vez en cuando, me hacían fotos. Un día decidí bajarme, coger una cámara, girar 180º y convertirme en la persona que fotografiaba a los que estaban encima del escenario.