Dice Núria Graham en una de sus recientes entrevistas que su último disco, Marjorie (El Segell, 2020) es su disco más personal en la misma medida en que su anterior Does it Ring a Bell? (El Segell, 2017) también lo fue en su momento. Ambos representan dos capítulos concretos de una artista aún jovencísima (23 años, nada menos) que se encuentra en un proceso de evolución constante. Tras girar de manera extensa por todo el país como miembro de la banda de acompañamiento de Amaia, la cantante de Vic recuperó su papel de ‘frontwoman’ el pasado sábado en Apolo para mostrar al público sus nuevas canciones en directo, un momento idóneo para poner la vista atrás y mirar hacia los acontecimientos que los han inspirado.
Graham, guitarra eléctrica en mano, apareció en el escenario de Apolo con su banda, el cuarteto formado por Artur Tort (teclados), Jordi Casadesús (Bajo), Aleix Bou (Batería) y Sam Berridge (teclado y guitarra), nueva incorporación para un nuevo repertorio que sigue la senda del folk-rock lánguido de su álbum anterior pero que pone un mayor énfasis en los sintetizadores, acercando su sonido actual a la psicodelia suave de artistas como Mac DeMarco o Cuco.
Dio comienzo al concierto Connemara, primer tema de su nuevo álbum y un lugar en Irlanda donde Graham ha pasado buena parte de sus últimos años, visitando a su familia paterna. Con gesto serio y calmado, interpreta la canción con la confianza de alguien que tiene práctica en los escenarios. Su voz pasa por encima de la música con relatos que a veces no son tan cantados como narrados, como un ‘crooner’ de los años 70 a lo Lou Reed. Este porte desaparece en cuanto toma un descanso entre canciones y tiene la oportunidad de dirigirse al público y agradecerle, visiblemente emocionada, su presencia esa noche.
La agridulce Toilet Chornicles (su particular cover del Amor de garrafa de Power Burkas, dedicada a ella), presentó un cuntrapunto divertido a la noche con sus melodías irresistibles. Marjorie, canción sobre la soledad y sobre esperar a algo que nunca llega, sonó profundamente melancólica. Temas antiguos como Marianne o Cloud Fifteen, su canción más popular, tampoco faltaron en la noche, y otros como Peaceful Party People from Heaven permitieron dar rienda suelta a Núria y a su banda, que se enfrascaron en una jam de folk psicodélico con instrumentales que emergían, se juntaban con otros sonidos y se desvanecían; sin duda uno de los momentos cumbre de la noche.
Tras apenas una hora de concierto, Graham avisó de que este llegaba a su final y aprovechó para despedirse de su querido público y presentar a la banda antes de tocar una canción más y marcharse del escenario. El bis, por supuesto, no se hizo de rogar y el grupo volvió al poco tiempo. Graham presentó la última canción de la noche, No Returning, una canción escrita por su tío cuando tenía la misma edad que la cantante y que Graham hizo completamente suya.
“What does it matter anyway, there’s no returning anyway”. Esas dos frases fueron las últimas que se cantaron aquella noche en Apolo. Hora de cerrar un capítulo para Graham, hora de seguir adelante.
Autores de este artículo
Miguel Lomana
Sergi Moro
Desde que era un crío recuerdo tener una cámara siempre cerca. Hace unos años lo compagino con la música y no puedo evitar fotografiar todo lo que se mueve encima de un escenario. Así que allí me encontraréis, en las primeras filas.