En este monográfico sobre el arte flamenco presentado por David Pérez, ahondamos en los orígenes del cante jondo (primera parte y segunda parte) y repasamos los distintos palos que conforman el género.
Es cierto que para transmitir la pasión y verdad que late en el flamenco, no hace falta haber sufrido, pero queda meridianamente claro que: el cante jondo, nace de una forma (letras, palos flamencos y sentida interpretación), porque se vivió, sintió y padeció de una determinada manera. Como resumen no hay nada más certero que esa frase desgarradoramente bella y poderosa de la Tía Anica la Piriñaca, flamenca entre las flamencas: “Cuando canto a gusto, la boca me sabe a sangre”.
Son más de 50 los palos flamencos, en diferentes categorías, troncos y ramas, sumando además una infinidad de variantes por autores y territorios, que lo hacen sin lugar a dudas uno de los géneros más complejos y ricos del mundo y la historia de la música. Si siguiéramos el abecedario flamenco, empezaríamos por la “A” y la primera luz del día en la alboreá, seguiríamos por alegrías y así, hasta llegar a la “Z”, arrancando con una zambra mora y finalizando con un zorongo gitano… Como esto es una pequeña introducción a lo jondo, seleccionaremos solo algunos de los palos más puros, troncales y paradigmáticos y, sin meternos en la descripción de su estructura métrica y estilística (más las cientos de variaciones por zonas y sellos propios que acuñaron algunos cantaores), como no hay más verdad en la música que la garganta que vibra, dejaremos que el flamenco hable y sude su realidad en las interpretaciones de algunas las grandes cantaoras y cantaores de la historia:
Seguiriya
“Siente tú mis fatigas, / siente tú mis penas, /
que yo también voy a sentir las tuyas, / cuando tú las tengas”.
Uno de los palos flamencos más antiguos y dolientes. Junto a los tientos, tonás y soleares, conforman la columna vertebral del cante jondo. Como en otros palos, encontramos diferentes especies de seguiriyas, asociadas al estilo de un cantaor en particular, presentando variantes estilísticas por la personalidad del intérprete. Como ejemplo, este audio de Tía Anica la Piriñaca, dejándose el alma.
Soleá
“Si sufres, sufre callando /
y no publiques tu pena. /
Aunque te estén ahogando, /
que nadie se ría de ella”.
No resulta fácil dar claves para distinguir las soleares, puesto que su espíritu impregna casi toda la música jonda y las variantes son muy numerosas (más de 90 catalogadas). Tiene un tempo lento y pesado y, al igual que la seguiriya, la soleá es, además de un palo flamenco, un complemento genérico que agrupa a otros géneros como el polo, la caña, las cantiñas y las bulerías.
Al toque Tomatito, sonriendo de admiración y fundiéndose con el maestro Enrique Morente. No se puede interpretar con más sentimiento, humildad y grandeza.
Bulerías
“Anoche soñé / que era un árbol seco / y me daban agua / manar del cielo, /
pero cuando llegó mi alma / y yo me desperté / y mire a mi vera /
y no la encontré, / como un niño chico solo, / lloré y lloré”.
La bulería es el palo flamenco más típico de Jerez de la Frontera, y uno de los más alegres, de los denominados festeros. Se distinguen por su ritmo rápido y redoblado compás que se presta al jaleo y las palmas. Luís de la Pica y Moraito desbordando compás y arte por los cuatro costaos.
Bulería por Soleá
“Que yo no soy de madera, / los bocaditos de mi cuerpo /
tú me los estabas quitando / como si no me doliera”.
El aroma de las soleares impregna a la bulería y esta se puede cantar a ritmo de soleá. En este vídeo lo demuestra el gran Agujetas, haciendo que la bulería llore por soleares.
Alegrías
“Porque he dejado de quererte, / ya se acabaron mis penas, / cuando he dejado de quererte, /
ya se cumplió la condena /que iba a causarme la muerte”.
Otro de los grandes palos flamencos considerados festeros, que forman parte del grupo de las cantiñas, los cantes de Cádiz por excelencia. La Niña la Puebla en estado puro por alegrías.
Fandango
“La leche que yo mamé / no la contaminó el aire, /
la leche que yo mamé / fue directamente a mí /
desde el pecho de mi madre, / ¡por eso yo soy así!”.
Puede que sea el cante más primitivo que existe y el palo flamenco que más variaciones posee. La división tradicional del fandango distingue entre los cantes básicos, los fandangos y sus derivados y, por último, aquellos palos del flamenco que tienen influencias regionales o americanas. De origen árabe y portugués, es fruto de la mezcla de culturas que han influido en su creación y recreación. De los fandangos provienen una gran variedad de palos: malagueña, verdiales, jabera, rondeña, granaína, media granaína, bandolá, jabegote, minera, murciana, cartagenera y taranta.
El poeta del campo, José Domínguez ‘El Cabrero’, cantando por fandangos de Huelva. Pocos han tratado con tanto respeto y libertad este palo.
Toná
“Yo quisiera descender del moro / y morito yo haber nacío, /
y renegar yo de mi ley / y ante de haberte yo a ti conocío”.
Es uno de los palos matrices del flamenco. Su origen se sitúa en los romances castellanos, adaptados por los gitanos andaluces. Muchas letras de tonás nos retrotraen a la expulsión judía y árabe, al sufrimiento y al martirio que pasaron los perseguidos.
De la toná provienen, directamente, la saeta y palos como el martinete, la debla y, en general, los cantes sin acompañamiento, puede que también las primeras seguiriyas y tal vez las livianas (existe una toná-liviana con hasta cuatro variantes).
Aquí Antonio Mairena parando el tiempo por toná, tirando de origen y raíces puras.
Tangos
“Si te gustan mis ojos /
tú se los pides a mi madre /
y si te dice que no, /
retírate y no te enfades”.
Sus aires llegan como un baile alegre y animado de América, con raíces afrocubanas, pero de claro arraigo jondo desde que la alquimia flamenca lo cruzó con el universo armónico y melódico de soleares y seguiriyas. El tango está considerado como uno de los palos flamencos básicos, existiendo variadas modalidades.
Camarón, único e irrepetible, acompañado por el gran Paco Cepero.
Malagueñas
“Y del convento las campanas / si preguntan por quién doblan, /
y del convento las campanas / si preguntan por quién doblan, /
diles que doblando están / a mi muerta esperanza, / a mi muerta esperanza”.
Palo flamenco tradicional de Málaga. Procede de los antiguos fandangos malagueños. Es un cante con gran registro melódico y tiene baile propio. Es un cante ad libitum (a voluntad) y se acompaña a la guitarra del mismo modo. La cantaora puede alargar los tercios a voluntad, a veces retrasando el compás y otras adelantándose. La guitarra gana mucha riqueza y complejidad en sus melodías debido a la libertad rítmica.
Aquí la cantaora Rocío Márquez deslumbrando con la Malagueña de Chacón y bandolaos de Juan Breva, acompañada por Pedro Barragán.
Imagen de portada © Marina Tomàs
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