El Festival de Jazz de Barcelona ha cruzado su ecuador y se encamina a rematar la exitosa faena. Dos días después del maravilloso concierto de Mallu Magalhães en la sala 2 de L’Auditori barcelonés, nos trasladamos a Sant Cugat para asistir a uno de los recitales más esperados del festival: el de la cantante de New Jersey Stacey Kent.
La exquisita y políglota artista, lleva tres meses de gira presentando su nuevo trabajo titulado I know I dream (OKeh Records, 2018). Kent torna nuevamente a la reinterpretación de clásicos. Aunque en esta ocasión profundiza más en el cancionero brasileño y francés, utilizando para ello (por primera vez en su carrera) arreglos orquestales. No obstante en el Teatre – Auditori Sant Cugat, se presentó con un cuarteto liderado por su marido Jim Tomlinson, músico notable pero demasiado convencional y soso a nuestro parecer. Su interpretación de la eterna Alfie (Burt Bacharach), o cantando a duo con su mujer Les eaux de mars (Georges Moustaki), dieron fe de esa insipidez. Por suerte la norteamericana es una fuera de serie y derrota cualquier tipo de convencionalismo.
Este punto y aparte, nos viene de perlas para recomendarles Ao vivo (Sony/BMG Brazil, 2013), la joya grabada junto al maestro brasileño Marcos Valle. No se la cobraremos.
Confundir el estilo de Stacey Kent con música de ascensor, muzak, soft o cómo quieran llamarlo, y querer compararla con la más exitosa Diana Krall, es un grave error. Ella va mucho más allá. No contenta con prestar su fascinante voz a los standards creados por Cole Porter o George Gershwin, por citar a dos portentos, escarba profundamente desenterrando la bossa nova y la chançon francesa convirtiéndolas en hallazgos renovados. Posee una dicción portentosa y un perfecto dominio de los idiomas, rasgos determinantes para distinguirla de cualquier cantante en su género. Es la sencillez hecha canto, es capaz de hacerlo todo bien sin aparentar esfuerzo. Fraseo elegante, armonioso, tierno, seductor. Actualmente casi nadie le puede hacer sombra. Milagrosa.
Deleitarse con los silencios cuando interpreta, en clave jazzística, a Serge Gainsbourg en Les amours perdues. Con la intensidad dramática en Dindi de Tom Jobim (casi lloré). O rizando el rizo en Samba savarah, ritmo brasilero cantado en francés. Lo dicho, portentosa.
Podríamos seguir hasta el infinito: un If you go away (Ne me quitte pas, Jacques Brel) apasionante, la sensacional Make it up, o el regalo final con Stardust del genial Hoagy Carmichael. Puestos a elegir, me quedo con Avec le temps de Léo Ferré. La ejecutó de manera sublime, permitiéndonos creer que estábamos flotando sobre una nube o paseando por la orilla del Sena un día lluvioso. El arte supremo del poeta monegasco elevado a las alturas.
No podemos acabar sin aplaudir con palabras escritas al pianista Graham Harvey, auténtica alma musical de la noche. Intérprete heredero del talento de Dave Brubeck, dueño de una afinación excelsa y fiel compañero de la protagonista (sus miradas les delataron). Una compenetración todavía más ajustada que con su cónyuge, de ella salieron los mejores chispazos, los más bonitos y perdurables.
Stacey Kent nos volvió a enamorar y lo seguirá haciendo. El sueño vive dentro de su alma.
P.D: Agradecimientos especiales, por el trato recibido, a los promotores y especialmente a la jefe de sala, Eva García, que nos ofreció todo tipo de facilidades para favorecer nuestro trabajo. No era sencillo: el cartel de sold out volvió a exhibirse en la taquilla. Auditorio magnífico, grandes profesionales.
Autores de este artículo
Barracuda
Marina Tomàs
Tiene mucho de aventura la fotografía. Supongo que por eso me gusta. Y, aunque parezca un poco contradictorio, me proporciona un lugar en el mundo, un techo, un refugio. Y eso, para alguien de naturaleza más bien soñadora como yo, no está nada mal.