Corría el rumor que Marshall Allen todavía (a sus 100 años) estaría al mando de la Sun Ra Arkestra, no fue así. El director de la orquesta de Filadelfia ya no está para muchos trotes y cede la responsabilidad del cargo, de la prestigiosa big band, a sus discípulos. Ni se nos ocurre mentar al prodigioso Sun Ra (fallecido en 1993), porque, de lo que inventó el iluminado músico vanguardista, a lo que hoy ofrecen sus predecesores, existe un abismo enorme. De aquel simbólico músico, tan solo queda el recuerdo.
Intentando obviar los orígenes (cuesta mucho), nos congratulamos de tener enfrente, una orquesta compuesta de once músicos más la distintiva cantante Tara Middleton, quien inició el show de manera magnética, pero que acabó diluida por un sonido algo defectuoso y su timbre monótono. El potente inicio con Astro Black, de inflexión africana, arrastró a engaños.
Los herederos del artista nacido en Birmingham (USA) continúan ataviados con vestidos galáctico-egipcio, pero optan por un ejercicio sonoro más cercano al de Duke Ellington o Count Basie que al de galaxias precedentes. Tampoco es ningún pecado eliminar flotantes sonoridades, no obstante, quedó evidente que su discurso fluye más cuando juguetean con el free o la locura que cuando intentan ser ortodoxos, sea por técnica o por disfrute. No hay que ser muy listo para distinguir que Somebody Else’s Idea (bonitos coros) o su último single, titulado Baby Won’t You Please Be Mine (medio tiempo muy bien trabado), les quedó mucho mejor que Holyday For Strings o cualquier intento de aproximarse a una orquesta de los 50.
En un principio, pareció una desacierto que en la pista de la sala no hubieran sillas, la circunstancia no invitaba al meneo. Sin embargo, el devenir del show y las caras de los asistentes, apreciaron la decisión, ya que los músicos se las ingeniaron para evitar el muermo. El curioso atuendo y algún solo de calidad propiciaron la diversión.
Justo sería destacar al pianista Farid Barron (de sus manos surgieron las notas más suculentas de la noche), a Elson Nascimento (percusión), Michael Ray (trompeta), Knoel Scott (saxo alto) o James Steward (saxo tenor y flauta). Con ellos, apareció el feeling que contrarrestó varios desajustes en la afinación general. La idiosincrasia de la formación, no atiende a la pureza, esa es su gran chispa. De todas formas, en diversos momentos, notamos falta de temple o desorden. El sonido, muy descompensado entre agudos y graves, no facilitó la buena audición. Como siempre, nunca conoceremos la causa del problema. Esa respuesta vale millones.
Con todo lo dicho, parecería que lo ofrecido por la Sun Ra Arkestra se asemejó a un desastre o poco menos, si hablamos en términos, estrictamente específicos. Contrariamente a esa sencilla determinación, les diremos que preferimos las erratas a esa falta de riesgo y desatino que nos fastidia diariamente.
Sin bajista (se retiró de escena sin motivos aparentes) y con solos (léanse todos los instrumentos) poco rimbombantes, los sucesores de aquella herencia inabarcable consiguieron que nos lo pasáramos de rechupete. Un par de paseíllos, en tablas, valieron un imperio.
¿Perfección? ¿Refinamiento? En ocasiones preferimos la diversión. Les juro que eso no faltó.
Autores de este artículo
Barracuda
Víctor Parreño
Me levanto, bebo café, trabajo haciendo fotos (en eventos corporativos, de producto... depende del día), me echo una siesta, trabajo haciendo fotos (en conciertos, en festivales... depende de la noche), duermo. Repeat. Me gustan los loops.