A Superelvis se les podría comparar con el río Guadiana. Desaparecen de improviso y reaparecen casi sin avisar. Con el poco ruido que acostumbran a hacer, se han presentado en el LEM 2024 (dónde si no) y, por si fuera poco, lo hacen con un single bajo el brazo que han bautizado como XVI The Tower/ XVI La Maison- Dieu y que contiene dos temas: Pain y Dream, pueden escoger la cara A y B del modo que ustedes prefirieran, libertad absoluta.
En la presentación del festival, su líder, Anki Toner, anunció que sus actuaciones esporádicas se deben a que tocan cuando les viene en gana. Nunca han querido ceñirse a un calendario concreto, así ha sido desde su aparición en 1986. También nos dijo que a pesar de los parones, ahora tocan mejor que nunca, alarde al que no podemos poner ningún tipo de duda, su sonido actual es inmejorable.
A lo largo de estos años, la formación ha ido cambiando. En el Centre Artesà Tradicionàrius se presentaron: Anki Toner (voz y harmónica), Meteo Giráldez (guitarra), Raimon Aymerich (teclados) y el gran Mark Cunningham a la trompeta, quien estuvo en aquella recordada actuación, del mismo evento, en 1995. Los cuatro componentes demostraron una clase y un nivel interpretativo asombrosos. El señor Toner tenía razón, no iba de farol.
Escuchen y miren atentamente
Un concierto de Superelvis no es sencillo de asimilar, en este punto podríamos estar todos de acuerdo; el adjetivo “durillo” le va que ni pintado. De hecho, cualquier cosa atonal, parece, en un principio, hermética. Ellos son muy sabios y saben que modular su espectáculo a modo de suite (es lo que es) convertiría el discurso musical en una especie de bucle del cual sería imposible salir. Por eso, van cortando la pieza de manera que parezcan canciones desasociadas, cuando en realidad no lo son. El descanso para aplaudir es imprescindible.
Coligadas a las frases (sin orden) que iban apareciendo, en el fondo del escenario, Anki fue escupiendo y llorando (con esa voz de crooner punky corroído) las mismas, a veces repetidas, que se conjugaron con la labor de sus músicos, en una ejecución, engañosamente invariable, que ni el propio recitador sabía. En ese sonido, tan punzante como flemático, se cruzaron la guitarra de Giráldez, los deslumbrantes apuntes de Cunningham y las notas melodiosas de Aymerich, curiosa antítesis a la improvisación, aunque quizá, nos equivocamos y ni se lo proponía.
En un conglomerado sin titular, The Best Moments (canción escrita en 1992 con Cunningham), las dos del single mencionado y un Disappointed que podría presentarse próximamente (no nos atrevemos a jurarlo), fueron las únicas creaciones apellidadas, todas las demás letras se lanzaron cual estiletes. Podríamos hacer un listado inacabable, no cometeremos esa imprudencia. Acudieron a la reflexión, entre muchísimas: “Five years, that’s all we’ve got” (David Bowie), “A small step for a man, one giant leap for mankind” (Neil Armstrong), “Will you still love tomorrow” (The Shirelles), un extracto del acto III de Hamlet u otras como “Are already gone?”, “Spies don’t look Mata Hari anymore” o “Suddenly someone is there at the turnstile the girl with the kaleidoscope eyes” (The Beatles).
En definitiva, Superelvis están en muy buena forma y sería una lástima que volvieran a reposar. Sin ellos, el bastión underground perdería una de sus piedras filosofales. Son raros, sí, pero muy buenos.
Me atrevo a robarle a nuestro compañero Óscar García esta cavilación: “Un fondo monocorde, roto por breves momentos de intensidad y belleza extraordinarios”. Ahí queda eso.






Autores de este artículo

Barracuda

Òscar García
Hablo con imágenes y textos. Sigo sorprendiéndome ante propuestas musicales novedosas y aplaudo a quien tiene la valentía de llevarlas a cabo. La música es mucho más que un recurso para tapar el silencio.