Plantéatelo así: Un día cruzas la puerta de Apolo como quien no quiere la cosa y un rato después estás en una rave muy dark del San Petesburgo postsoviético, ok? Pues ya está. Ya te he contado cómo fue el concierto de Tommy Cash en Barcelona.
Bueno. Ya que estamos te digo más cosis: Llegué a Paral·lel y vi una fila de puretas emocionadxs esperando para entrar. Pensé cuán improbable era que esta gente fuera a ver lo mismo que yo. Me duró dos segundos la angustia porque rápidamente divisé a lo lejos una cuadrilla de mozas y mozos con pintas de delincuentes de medio pelo. Y dije ‘ah, estos son lxs míxs’. Sonaba el Inéditos 2015 de Gata Cattana. La sala en las tinieblas, pero el feísmo brillaba. La peña era realmente chunga. Mirabas alrededor y veías gente que yo pensaba ‘WTF, en qué puta madriguera se esconden durante el día’. Feos, feas; como concebidxs gracias a una poción de piel de sapo y baba de culebra. Eso sí, tanto tías como tíos bien arregladitos con sus chandals de Adidas. Iconoclasta y finura hasta la sepultura.
Al fin llegó. Tomm¥ €a$h, ese rapero cuyo aspecto es la mezcla perfecta entre Chimo Bayo, Cantinflas y Hulk Hogan, dice que quiere ser el Kanye West de Estonia (sí, de ese país muy al norte que desde 2004 forma parte de la Unión Europea y de la OTAN lol). “No se le puede tomar en serio con ese peinado”, decía un colgao del público. Serio o no, este chico es un artista total. La música parece ser su vehículo para transmitir al mundo cómo viven y piensan las clases bajas que nacieron después de la caída de la URSS. Es decir, jóvenes inspirados en el underground ruso (ya sabes, modas raras y muchas drogas) de los 90 pero con lo peor del mainstream de EE.UU.: Pussy money weed (uno de sus hitazos, by the way). Su estética, su look, sus videoclips, sus bailes… Todo es una performance. Tal vez por eso, entre canción y canción sonreía tímidamente, como si saliera de su personaje por unos instantes. Pero queremos estar muy in de su personaje, así que para que entres en su mood te he seleccionado los que para mi son sus cinco mejores vídeos, por orden:
Bonus track, su colaboración con Little Big, los Die Antwoord de Rusia, Give me your money
No te vayas todavía porque lo mejor del bolo ocurre ahora: Una tía random del público (probablemente la mayor fan de Tommy Cash cuanto menos del sur de Europa) se subió al escenario a rapear del improvisado total mientras él se fumaba un porrito que luego le pasó a ella. Con tol flow, tol dominio del escenario y ni un gramo de vergüenza en el body, la tía se marcó un momentazo que sin duda incluirán en la enciclopedia Historia internacional del rap estonio en La [2] de Apolo. En la camiseta de Cash se leía ‘100% PRO’. Pero ella no se quedaba para nada atrás. Profesional, muy profesional. Después del show espontáneo se abrazaron y ella volvió a darlo todo desde abajo del escenario. Tío, Cash, colega, bro, contrátala ya joder. No diré que lo hizo mejor que tú, pero cerca estuvo.
Sonaba hard tehcno, se forman pogos bestiales, le llamaban zombie… Con los ojos entrecerrados era consciente de que su imperio venido de la Europa del Este nos estaba conquistando y parecía que Cash ascendía al mismísimo Valhalla. Sí, lo sé, su procedencia no es exactamente nórdica en plan vikingos y todo esto, pero es mi pequeña venganza a cuando los foráneos piensan que más abajo de Francia se baila flamenco y se come paella todo el día. Poco después de decir que en Barcelona había tenido más party que en Madrid, se acabó lo que se daba. Intenso sí, pero uf, una hora de concierto…
Lo flipamos cuando encendieron las luces. Fue un ‘¡no! ¡Todavía no he disfrutado mi joven lozanía lo suficiente!’. Como cuando te llega el día de hacer tu primera declaración de la renta, como cuando te baja la regla el día de tu cita con aquel tío tan guapo de Tinder o como cuando suena el despertador el lunes por la mañana; momentos en los que solo piensas ‘todavía no si us plau’. Ay. Eso sí: La estrella que brilla el doble dura la mitad de tiempo, y tú y has brillado mucho, Tommy.
Autores de este artículo
Paula Pérez Fraga
Aitor Rodero
Antes era actor, me subía a un escenario, actuaba y, de vez en cuando, me hacían fotos. Un día decidí bajarme, coger una cámara, girar 180º y convertirme en la persona que fotografiaba a los que estaban encima del escenario.