El último año en el que se impartió la Educación General Básica, conocida como EGB, fue 1996/1997. Por aquel entonces, Wannabe sonaba en todas las esquinas, y poco después los Backstreet Boys le harían la competencia a las Spice Girls con su Everybody. Precisamente esas fueron las canciones que abrieron ayer en un casi lleno Palau Sant Jordi el show Yo fui a EGB, un viaje intergaláctico al pasado.
Katrina & The Waves, los de Walking on sunshine, encantados con Barcelona y sus gentes, pusieron el toque rockero e internacional a la noche. Antes, Olé Olé y su mítico No controles despertaba al personal, aunque la mayoría ya venía bastante despierto de casa. Luego vendría la gran idea de Pino D’Angiò – fue la única canción que interpretó y ya le costó lo suyo – y el Lobo hombre en París de La Unión versión techno comenzando la segunda mitad del show. “Esta es una generación que prefirió experimentar a que se lo contaran”, decía el vocalista, Rafa Sánchez. También animó a bailar con un argumento irrefutable: “Va, que nunca seréis tan jóvenes como lo sois esta noche”. Y entre concierto y concierto, aparecía Carlos Latre para hacer aún más intensivo este ejercicio de nostalgia.
El tiempo pasado fue mejor
El coche fantástico, el comecocos, El equipo A, el ‘bailar pegados es bailar’ de Sergio Dalma en Eurovisión, Felipe y Jose Mari, la calabaza Ruperta de Un, dos, tres… responda otra vez, Los cazafantasmas, el ‘teléfono, mi caaasa’ de E.T., el extraterrestre, las primeras baladas de Alejandro Sanz, Friends, Emilio Aragón, el puerto italiano al pie de las montañas donde vive nuestro amico Marco, Bola de Drac y Arale, Eros Ramazzotti, la Bruja Avería, el “has visto lo que ha hecho la guarra de tu hija”, David el gnomo, Epi y Blas, las nancys, Verano azul, los conguitos, el cinexin, el walkman, Madonna, Luis Miguel, las muñecas de Famosa, La abeja maya…
Esta abundante sucesión de recuerdos motivaba al personal. Porque a eso venían, a emocionarse rememorando su infancia y juventud. Los conciertos, aunque apenas duraban 20 minutos, se hacían largos. Al público le importaba más bien poco los nuevos repertorios de estos grupos one hit wonder, sino que quería rememorar las cosas míticas del siglo pasado. Por eso se apagaban entre hit y hit, y resurgían cual muerto viviente de Thriller cuando la canción les hacía vibrar la patata. El dj set de Dream Team, que durante tres episodios repartidos a lo largo del espectáculo traían los mejores éxitos de los 80, fue de lo más aplaudido. Igual que el bolo de OBK, los de Historias de amor, que disimularon sus continuos desafines con una potente base electrónica. También las imitaciones de Michael Jackson, Queen y el momento cinéfilo con el recuerdo de las canciones emblemáticas de Grease – un popurrí bastante logrado – y Dirty dancing – salto incluido -.
Ana Torroja, una estrella inalterable
Pero si alguien brilló fue Ana Torroja. El suyo fue el concierto más extenso, era la estrella de la noche. Dejando aparte algunos de los éxitos más mainstream de Mecano como Hoy no me puedo levantar, Cruz de navajas, Hijo de la luna o Los amantes, que fueron los más aplaudidos pero los que menos aportaron – la banda se tiró al rock, matando los característicos teclados de Nacho Cano en unas y la sensibilidad de José María en otras -, canciones como El 7 de septiembre y Mujer contra mujer sí que lucieron. Con Ana como absoluta protagonista era difícil que fuera de otra manera, incluso con el seseo que se le ha pegado de su nuevo hogar (México).
Hacia la segunda mitad del concierto la cosa mejoró muchísimo: Quédate en Madrid, No hay marcha en Nueva York, No es serio este cementerio, ‘Eungenio’ Salvador Dali, Las curvas de esa chica, Barco a Venus, Un año más… Con visuales de la época dorada de Mecano y acabando con Me cuesta tanto olvidarte y una improvisada Laika a petición de un fan. Decía Ana que faltan muchas canciones que sin duda querríamos escuchar. A mi se me ocurren unas cuantas: El blues del esclavo, Quiero vivir en la ciudad, Dalai Lama, El cine, Naturaleza muerta, Japón, La bola de cristal, No tienes nada que perder, Busco algo barato… “Muchas gracias por venir y espero que no sea la última vez que nos encontremos”, decía. Así sea.
Así nació Yo fui a EGB
Yo fui a EGB comenzó con una página de Facebook. De ahí se creó un blog, varios libros, un juego de mesa… incluso unas pantuflas. Hoy la página congrega a más de un millón y medio de fans y los libros se venden como churros. Igual que las entradas para el primer show, el año pasado en el WiZink Center de Madrid. Después de tal éxito se decidió hacer la gira por más ciudades: Bilbao, Valencia, Sevilla, Barcelona, etc. Un caso que recuerda a Love the 90’s, que siguieron una estrategia casi idéntica.
La nostalgia, el sentimiento de pertenencia a un colectivo con una idiosincrasia propia y alejada de los nuevos tiempos que corren y que no entienden – a ver, ¿qué es eso del trap? Donna Summer sí que molaba, joder -, el volver a sentirse joven, el rememorar aquella tierna juventud donde no había divorcios complicados ni niños gritones ni facturas amontonadas ni jefes gruñones… son incontables los motivos emocionales para asistir a un espectáculo así. ¿La música entra dentro de esos reclamos? No especialmente. Pero sí que es el perfecto hilo conductor para un evento de estas características por su facilidad para emocionar y evocar recuerdos.
Me imagino un show así en 30 años: ‘Yo fui a la ESO’, con hologramas, inteligencia artificial y mil cosas locas. Anastacia, Aqua, Don Omar, El sueño de Morfeo y Amaia Montero cantando los éxitos de LODVG como cabeza de cartel. Y una Cristina Pedroche venida a menos entre concierto y concierto recordando movidas millennials como el fotolog o la enciclopedia Encarta. Ahora suena ridículo pero tiempo al tiempo.
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Paula Pérez Fraga
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Víctor Parreño
Me levanto, bebo café, trabajo haciendo fotos (en eventos corporativos, de producto... depende del día), me echo una siesta, trabajo haciendo fotos (en conciertos, en festivales... depende de la noche), duermo. Repeat. Me gustan los loops.