Dicen que el pez grande siempre se come al chico, en esta ocasión el cuento viró y saltó la sorpresa, o quizá no tanto. Desde Bilbao nos llegaron noticias poco halagadoras acerca de la actuación de Vintage Trouble en el Kafe Antzokia dos días antes y se confirmaron las sospechas, los del norte conocen el oficio.
La primera vez que me crucé con el cuarteto californiano fue en el Festival Crüilla quedando impactado. El singular encuentro entre rock‘n’roll y soul era, hace cuatro años, de una intensidad arrolladora, iban a editar su tercer larga duración: 1 Hopeful road (Blue note, 2015) y todo era de color rosado. La voz de Ty Taylor estaba en su mejor momento (esa cualidad no ha disminuido) y el trio musical rebosaba vitalidad. Pasado ese corto espacio de tiempo, el vigor se ha transformado en desidia o conformismo. El anterior llenazo en la misma Sala Apolo no se repitió, mal presagio, el puente de Sant Joan no debería servir de excusa, algo falla.
Su nuevo material en formato EP: Chapter II – EP I (McGhee Entertainment, 2019) no está a la altura de sus predecesores, la banda ha decidido dedicarse más al espectáculo circense que a la música en sí, piloto automático activado. Tampoco crean que fue un descalabro, pero el aburrimiento fue la nota predominante durante la hora y media de show.
Taylor es un cantante superior, excepcional tanto en las baladas tórridas como en los tonos aguerridos y no necesita ni hacer el pino, ni subir al anfiteatro, ni nadar entre los brazos del público, para encandilar. La voz debería ser la auténtica protagonista. Ese magnífico fraseo con el que entonó la introductoria Nobody told me o poder acordarte de James Brown cuando moduló lúcidamente Run outta, no está al alcance de muchos, ése es el caballo ganador, lo demás son postureos baldíos, equivocada estrategia.
También hierran cuando sacrifican su estilo señero en aras de la comercialidad, esa innecesaria relectura de Rocket man (Elton John), o imponiendo leyes abusivas a los fotógrafos cual grupo bendecido, lo estarían más si bajaran a la tierra; desde las alturas acabas precipitándote al vacío, tocar fondo le llaman.
Con todo, los presentes disfrutaron y ellos quedaron satisfechos, posiblemente nuestra opinión estuvo influida por la soberbia exhibición de la cantante que abrió la velada, el pez pequeño del que hablábamos.
Tan solo el hecho de escuchar una voz negra cantando country music ya provoca sobresaltos, pero son la ejecución y los impulsos innovadores con que maneja el viejo estilo los que te desbaratan y aún más conociendo su origen británico.
Yolanda Quartey, Yola, apareció en el mercado discográfico con el EP titulado Orphan offering (Ear Trumpet Music, 2016), pasados tres años ha lanzado Walk through the fire (Easy Eye Sound/Nonesuch, 2019), una preciosa creación que trasladada al directo alcanza dimensiones de proeza.
Algunos han tildado al disco de fofo, es posible que en algunos pasajes decaiga, en vivo esa tibieza desaparece por completo. Yola es una intérprete abiertamente country, sin embargo introduce en el género otro tipo de predicamentos. Insufla el poderío de auténtica escuela soul, e incluso funk, como en la fantástica versión de Never go back (Birds of Chicago) donde saltaron chispas. La británica borda las baladas de manera sutil, primorosa, hasta que decide arriesgar. Sucedió durante la fabulosa It ain’t easier (The Band en la inspiración), calmada al principio y arrebatada al finalizar, ejemplo clarificador de su capacidad en el cambio de registros vocales. Maravillosa en Ride out in the country y conmovedora con la estupenda Love is light, tema que cierra el disco.
Por desgracia, después de entonar Faraway love no se le solicitaron propinas, una despedida poco cordial para un recital de sombrerazo. El futuro del country se ha apuntalado con el nombre de Yola, augurio de grandes alegrías.
Su nombre circuló por la boca de todos, devoró a los supuestos cabeza de cartel con alevosía nada premeditada, aplastante, eso sí. Seguiremos esperando que Vintage Trouble recuperen fuelle, calidad no les falta, y el pulso del rock se necesita a litros. Deben espabilar pronto, porque de no hacerlo, ciclones tipo Yola los aplastarán, aunque sea cantando canciones de amor para bailar pegados.
![Yola. Foto © Víctor Parreño](https://qualsevolnit.com/wp-content/uploads/2019/06/190621_Yola_©VPV_268.jpg)
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Víctor Parreño
Me levanto, bebo café, trabajo haciendo fotos (en eventos corporativos, de producto... depende del día), me echo una siesta, trabajo haciendo fotos (en conciertos, en festivales... depende de la noche), duermo. Repeat. Me gustan los loops.