Huntza: Eskerrik asko Huntza

El grupo euskaldun Huntza ofreció, en el Razzmatazz 2, uno de los conciertos de su gira de despedida Azkena balitz bezala (Como si fuera la última). Casi diez años de meritorio folk-punk les contemplan.
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La banda guipuzcoana Huntza, aunque nació en Bilbao, ha optado por parar máquinas. Después de tres exitosos álbumes y varios himnos en su haber, aquellos seis universitarios, que se conocieron en el “trikipoteo” de los jueves y en la “electrotxaranga” Eguenero, con la sana pasión de divertirse, dirán adiós el mes de febrero en la capital vizcaína.

Cansados del ritmo de vida que exige el oficio, si quieres estar en lo más alto, su decisión es inapelable: “Empezamos con 19 o 20 años. Al final hemos creado como una familia pequeñita, una cuadrilla. Pero al pasar diez años… la vida te cambia”, afirma, en una entrevista, el baterista del grupo, Peru Altube.

Huntza ha conseguido, entre otras cosas, llevar el euskera a lugares como América o Japón, dónde no sabían ni que este idioma existiera. Esto nos sitúa, incluso en nuestro país, donde tampoco se conoce ni tan siquiera su origen.

Escuchar a su cantante principal, Josune Arakistain pedir perdón porqué le costaba traducir al castellano la historia de Kalabazak (basada en la Cenicienta) debería hacer pensar, a los que desean que sólo tengamos una lengua propia, que en este loco país hablamos de distintos modos y eso nutre, no desmejora. Ni que fuéramos marcianos, oigan.

La gente de la Hiedra (Huntza) se va y es otro déficit para nuestra cultura. La imposición mata. Nadie debería dudarlo.

Nervio de juventud

 

Aunque todos rozan la treintena (el tiempo vuela, lo sabemos) su brío es el mismo que el de hace una década. Nadie les va a convencer de que den marcha atrás en su decisión, pero es una lástima que estos espíritus libres que van de cara,  rechazan la oligarquía y nos dan esperanza de un futuro mejor, nos dejen. Recemos para que exista relevo. Vayamos al concierto.

Las notas pregrabadas del Baga, Biga, Higa de Mikel Laboa dieron entrada a la banda que, en tan solo unos minutos, ya había puesto la sala del revés gracias a dos chupinazos como Deabruk gara y Buruz behera. Declarada la batalla sonora, que duraría toda la enérgica velada, le siguieron la mentada y más ligera Kalbazak (cercana al pop), los  aires ska de Gaztetxeak bizirik y la rockera Haizeak (cantada en catalán), tema que grabaron junto a Dr. Prats en 2021.

Tras seis entregas, ya pudimos hacer las primeras valoraciones que acabaron siendo definitivas. Su discurso sonoro pega fuerte, es adictivo, vibrante, pero peca de monotonía. Como explicó Kepa Junkera, en uno de sus cursillos sobre música vasca de fiesta, esta se basa en el fandango, el “arin arin” y la “martxa”. Dichos ritmos son ideales para mover los pies, pero les falta un poco de hondura, de hecho no se diferencian de ningún otro tipo de folklore conocido. Ante esta falta del punch, exigido por la coyuntura moderna, Huntza ha añadido, a sus raíces (donde juegan un papel importante la trikitixa y el violín), arrebatos foráneos como rock, punk o ska (este en pequeñas dosis). Gracias a sus buenas prestaciones interpretativas (demostraron ser muy buenos músicos), dicha redundancia puede llegar a cansar, relativamente, aunque es bastante llevadera.

En cuanto al nivel vocal de Josune y Uxue Amonarriz (voz y pandero),  debemos ser algo más críticos. Cierto es que no les ayudó, para nada, la acústica del Razz, ni la potencia de volumen que sí tuvieron sus compañeros. Sin embargo, notamos alguna desentonación fruto de algún grito excesivo. El gracejo (sus insinuaciones sexuales fueron de una preciosa naturalidad) y el buen hacer de Josune  con su pequeño acordeón (trikitixa) esquivaron esos pequeños errores subsanables, si es que alguna de ellas sigue en el oficio.

Durante el concierto, (nada aburrido, no debemos confundir al personal), animaron al público a lanzar a los cuatro vientos el irrintzi (grito tradicional que se utilizaba para comunicarse en las montañas y que ahora está presente en bailes y festividades), les hicieron agacharse para después tocar cielo con las manos e incluso se pusieron sentimentales.

Pasado el jolgorio de Aldapan gora (su gran hit) se fueron acercando a la partida con temas de su último disco como 17:21, Poema nekatu bat, Izan nahi dut o Damutu asko. Acabado el cuarteto, a Josune le entró la congoja y cantó, con mucha pasión, Ilusioz bete (Llena de emoción). Momento que utilizaron para juntarse abrazados a modo de melé. Sólo les quedan dos shows y las emociones están a flor de piel.

Salieron de la tristeza con Iñundik iñoare, Zer izan (llamada al público femenino para ocupar la primera fila a modo de homenaje) y finiquitaron la noche con Lasai lasai, fabuloso final en el que en el violinista Aitor Huizi nos recordó (salvando las distancias) a Scarlet Rivera en el Hurricane de Dylan.

Acercándonos al Poble Nou, pudimos escuchar a jóvenes hablar euskera en el metro, algún fan ataviado con la camiseta de la Real Sociedad y sobre todo muchas sonrisas frescas. Un ambiente muy distinto al que acostumbramos a ver por estos parajes y que resultó muy gratificante.

A los miembros de Huntza debemos agradecerles todos estos años de esfuerzo y desearles lo mejor en sus próximos objetivos. Agur.

Concierto de Huntza en Barcelona. Foto © Aitor Rodero
Huntza | © Aitor Rodero
Concierto de Huntza en Barcelona. Foto © Aitor Rodero
Huntza | © Aitor Rodero
Concierto de Huntza en Barcelona. Foto © Aitor Rodero
Huntza | © Aitor Rodero
Concierto de Huntza en Barcelona. Foto © Aitor Rodero
Huntza | © Aitor Rodero
Concierto de Huntza en Barcelona. Foto © Aitor Rodero
Huntza | © Aitor Rodero
Concierto de Huntza en Barcelona. Foto © Aitor Rodero
Huntza | © Aitor Rodero
Concierto de Huntza en Barcelona. Foto © Aitor Rodero
Huntza | © Aitor Rodero
Concierto de Huntza en Barcelona. Foto © Aitor Rodero
Huntza | © Aitor Rodero

Autores de este artículo

Picture of Aitor Rodero

Aitor Rodero

Antes era actor, me subía a un escenario, actuaba y, de vez en cuando, me hacían fotos. Un día decidí bajarme, coger una cámara, girar 180º y convertirme en la persona que fotografiaba a los que estaban encima del escenario.

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