Larkin Poe, la banda sureña de rock inspirada en el bluegrass y el folk, pero sobre todo en el blues clásico, regresa a la sala Razzmatazz de Barcelona, durante su gira Blood Harmony, para celebrar la salida de su EP, An Acoustic Companion. Las hermanas Rebecca y Megan Lovell, nacidas en el norte del estado de Georgia, ya pisaron la ciudad condal en 2019 y en 2022, y ahora vuelven a sorprender con un directo cuyo montaje les debe haber llevado horas impagables de preparación.
Bessie Smith, Skip James o Son House son algunas de sus influencias que les han hecho creer y aferrarse con más convicción, si cabe, a la música norteamericana de raíz, que se distancia un tanto de los sonidos urbanos que triunfan en la radio comercial.
Siete discos publicados –entre los cuales Peach (2017), por el que fueron nominadas como mejor artista emergente en los Blues Foundation Awards, y Venom & Faith (2018), que les valió una nominación de los Grammy en la categoría de mejor álbum de blues contemporáneo–, giras con Elvis Costello, Keith Urban o Conor Oberst, actuaciones en los festivales de Loollapalooza, Glastonbury y Rock im Park. Todos estos hitos ha cosechado Larkin Poe gracias a su determinación respecto al arte y a la calidad que vuelcan en sus canciones.
Kick the Blues, el guiño a Ray Charles y añoranza hacia el sur
Como no podía ser de otro modo, Kick the Blues, un homenaje a este género y al Rock ‘n’ Roll, se expande por la sala y el público, al tiempo que se toma la lírica al pie de la letra, da rienda suelta a la euforia. Ya entrados en calor, entre el desmelene y la escucha atenta, las hermanas saludan a los espectadores agradeciéndoles que tengan fe en la música en directo.
Summertime Sunset prosigue en la misma corriente, pero con un matiz. Esta vez, en la narrativa, las hermanas introducen una mujer ficticia –no descartamos que pueda ser su alter ego–, a quien comparan con una puesta de sol cálida y cuyos efectos colaterales después de mirarla son equiparables a los de un primer cigarro. Rebecca Lovell supera la desafiante prueba del falsete y los giros melódicos con creces.
Llega el turno de Georgia Off My Mind, un claro guiño a Georgia On My Mind, de Ray Charles, “una de las canciones más bonitas que jamás se han escrito”. La potencia vocal se fusiona con un rock que recuerda al de los Eagles y con un elogio, mezclado con un sentimiento de añoranza, hacia el hogar de las Lovell, rumbo al sur.
Una velada marcada por la senda del homenaje
La velada continúa marcada por la senda del homenaje y, tanto es así, que Larkin Poe rescata, de su disco Peach, el cañero Preachin’ Blues, un tema original de Son House, quien recitaba sobre predicar el blues a la par que recogía el deseo de gozar de un cielo y un paraíso propios.
Las cantautoras, con su discurso guerrero en el que expresan que a las chicas también les gusta el Rock ‘n’ Roll, aun siendo este un terreno dominado por hombres, alientan a un público, excitado por el alcohol y el soul, que se dedica a hacer brindis cerveceros en el aire. Mientras tanto, se oye el eco de los vasos que caen, encadenados, encima del suelo viviente de cristal.
Idilio íntimo, amor no correspondido y poderío
Como si fuera fruto de un hechizo, del alboroto pasa a instalarse una intimidad singular que entona con unas harmonías fraternales que trasladan a cualquiera al idilio. Esta sobrenaturaleza es encabezada por el Bluegrass, el estilo de música del cual parten las hermanas Lovell, cuya adoración de la una hacia la otra transciende la piel, para vestir sus temas.
Might as Well Be Me, una balada de un amor no correspondido que da cobijo al lamento, la interpretan con una desnudez y una solemnidad tan impactantes que logran que los espectadores vuelen con ellas hasta llegar a parar a la semilla de las composiciones que afloran en su habitación.
Después de su versión de Crocodile Rock, de Elton John, que se encuentra en Kindred Spirits (2020), el escenario adopta la dimensión y el aliento característicos de un estadio: electricidad, nubes de polvo, focos que ciegan. De la mano de los elementos anteriores suena Bad Spell, que navega por la venganza y el rencor, además de la épica Bolt Cutters & The Family Name. Esta última no da rodeos, sino que –en especial durante el estribillo– apunta directamente al objetivo con poderío y garra: “You can take me outta the fight (Tú puedes sacarme de la lucha) / But you can’t take the fight outta me (Pero no puedes sacar la lucha que hay dentro de mí)”.
Un alegato feminista que concuerda con la filosofía indie, defendida por las Lovell, del do it yourself a nivel de producción y composición, y también –de manera conceptual y musical– con el Man! I Feel Like a Woman! de Shania Twain. El hit histórico que anuncia la despedida de Larkin Poe por todo lo alto.
Autores de este artículo
Raquel Ashby
Sergi Moro
Desde que era un crío recuerdo tener una cámara siempre cerca. Hace unos años lo compagino con la música y no puedo evitar fotografiar todo lo que se mueve encima de un escenario. Así que allí me encontraréis, en las primeras filas.