A veces lo mejor es detenerse en seco y escuchar. Por eso de vez en cuando pedimos a lxs músicxs que se expresen y que cuenten su historia por sí mismxs. Sin guía, sin preguntas. Simplemente les damos espacio y ellxs hablan. Hoy es el turno de Ratpenades, el trío de punk rock que acaba de publicar su álbum debut, ‘Pam! Punk! Boom! Lab!’ (Kasba Music, 2024), con el que rompen con las líneas melódicas tradicionales de este estilo musical.
Nuestros inicios en el mundo de la música fueron muy dispares, una empezó a componer canciones cuando las obligaciones como monitora en la granja se lo permitieron como forma de desarrollar su loca creatividad “Con un ukulele lleno de huesos dibujados, me gustaba improvisar canciones para mis hijas, canciones sobre porqué los gatos me tiran las plantas y canciones mirando los tres mil objetos de mi diógenes. Letras de realidad, a veces traumáticas, a veces divertidas, canciones de: vamos a llegar tarde al cole, otra vez” nos cuenta Karol.
Otra nació en el regazo de la música desde muy pequeña y a los 6 años tuvo que tomar la primera decisión importante en su vida: la danza o el piano clásico. Y así nos cuenta Vero, la baterista: “Me inicié en el mundo de la música a los 6 años cuando mi abuela materna me hizo tomar mi primera y gran decisión: estudiar piano o danza clásica. A los 6 años, escribí unas letras para las demos de mi organillo que grabé en un cassette para regalárselas a mi abuelo materno, que fue mi referente como padre en la infancia. A los 12 años, convencí a mi madre para que me apuntara a clases extraescolares de guitarra en el colegio de monjas; fue entonces cuando me expuse por primera vez ante un público compuesto por los familiares de los alumnos de piano y guitarra (tal vez ya había hecho alguna audición de piano pero ahora mismo no lo recuerdo). Recuerdo esa actuación porque la canción a interpretar era Hate Me de Nirvana y el profesor me prohibió cantar, ya que la letra refería a una súplica de odio y violación y no estaba bien vista por la religión cristiana, recordemos que estudiaba en un colegio de monjas.”
Virgi también estudió música de pequeña y luego se encaminó a estudiar sonido, hizo de DJ. y se puso a tocar en un grupo de pop rock y otro de punk psicodélico; también empezó a tocar como solista; así que las tres hemos andado merodeando entre la música.
Nuestros inicios como Ratpenades fueron muy locos, al principio nos reuníamos para ensayar y pasarlo bien, y con pasarlo bien nos referimos a hacer bobadas, inventarnos concursos, improvisar bailes chorras o hacer vídeos en los que proyectábamos nuestra mente enfermiza de creatividad y diversión.
Cada una de nosotras vive Ratpenades y los conciertos de forma diferente, Karol no se había subido nunca a un escenario, en cambio, nosotras dos estábamos hartas de hacerlo y podemos vivir esa intensidad de nervios, estrés y sensaciones de contradicción como una experiencia eléctrica y agradable, mientras nuestra querida compañera, Karol, lo define así: “Tocar con Ratpenades es un placer, es ansiedad, es divertido. La gente creo que piensa que nos entendemos, pero Vero nunca entiende que la estoy mirando con ojos llorosos porque quiero que afloje la velocidad. No creo que lo sepa nunca. Puede ser porque no puedo soltar las manos de la guitarra para hacerle señas o puede que sea porque no me ve los ojos por las gafas de sol. Las gafas… un punto a favor contra el pánico escénico que no tengo”. Mientras Virgi y Vero sonríen con cara de felicidad en cada golpe y cada nota.
Ninguna de las tres creíamos que Ratpenades iba a llegar tan lejos ni a tener tan buena acogida entre el público, la verdad es que aún no sabemos lo que siente la gente cuando nos oyen y cuando la liamos en el escenario, porque lejos de ser hechos planificados con antelación, somos pura improvisación y naturalidad, nos encanta picarnos en el escenario y a ver quién chincha más y nos gusta improvisar las mil y una tontadas y no ponernos nunca de acuerdo. Pero a pesar de ser tan distintas, hay algo en el fondo de las tres que nos hace iguales y que hacen que las tres piezas del rompecabezas encajen de un modo que nosotras mismas somos incapaces de entender.
Nadie sabe a dónde nos llevará el camino, lo que sí que sabemos claro, es que no dejaremos de andar…
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