El tiempo pasa para todos. También para Interpol, que acaba de inaugurar la gira de celebración del veinte aniversario de su segundo álbum Antics (Matador Records, 2004), que les consolidó como uno de los nombres destacados de la escena post-punk revival estadounidense de principios de los 2000, junto a nombres de la talla de The Strokes o Yeah Yeah Yeahs. Dos décadas después y coincidiendo con el día de la Mercè, la banda de Nueva York llenó la sala Paral·lel 62 de Barcelona en una fiesta de cumpleaños en la que, primero, deleitaron a sus fans con la interpretación completa del disco y, después, redondearon con una selección de éxitos de su ya dilatada carrera.
Pese a que su elegancia e incluso solemnidad sobre el escenario se mantiene como el primer día, muchas cosas han cambiado en Interpol desde 2004. La voz de Paul Banks ya no es tan punzante como antaño, aunque vale la pena resaltar que ha mejorado respecto a hace unos años, cuando realmente se le podía ver incluso llegar a sufrir sobre el escenario para llegar a algunas notas. Por contra, su castellano continúa afinado, fruto de los años que vivió en Madrid y Ciudad de México. “Buenas noches. Somos Interpol y estamos muy contentos de estar aquí con vosotros”, dijo haciendo gala de su acento expat antes de abrir la noche con Next Exit.
Seguramente, la variación más significativa que ha experimentado Interpol desde Antics es la salida en 2010 del bajista y compositor Carlos Dengler, uno de los arquitectos sonoros de la banda. En su lugar, el corpulento Brad Truax ya se ha convertido en un habitual de la formación, con su particular manera de tocar con el bajo prácticamente a la altura de las espinillas. Con el icónico riff del hitazo del álbum Evil, desató la exitación entre el respetable provocando que incluso volaran algunos vasos de cerveza.
Por contra, el que no ha cambiado un ápice en dos décadas es Daniel Kessler. Pese haber cumplido esta semana cincuenta años, el guitarrista principal continúa teniendo cara de veinteañero. También le siguen acompañando sus ya míticos saltitos sobre el escenario. Su guitarra inauguró una especie de santísima trinidad interpolera formada por Narc, Take You on a Cruise y Slow Hands, tres canciones definitorias del sonido de los neoyorquinos: Guitarras entrelazadas creando texturas melódicas que se superponen de manera atmosférica, unas líneas de bajo siempre prominentes que proporcionan un ritmo pulsante; la voz profunda y las letras introspectivas de Banks y unas percusiones contundentes. En ese sentido, Chris Broome hizo un buen trabajo en la batería reemplazando al habitual Sam Fogarino, que se pierde la gira al estar recuperándose de una operación en la columna vertebral. Lució especialmente en Not Even Jail, durante la que la banda mostró una expresividad poco habitual. Acto seguido, el medio tiempo casi tenebroso de Public Pervert ejerció de descanso antes de encarar C’mere, otro de los éxitos de Antics, que el público coreó de principio a fin. Lenght Of Love y A Time To Be So Small cerraron el primer bloque de la noche.
Tras un breve descanso, el quinteto arrancó unos bises de cuarenta minutos en el que repasaron algunos de sus cortes más destacados del resto de su discografía. La ceremoniosa Pioneer To The Falls sirvió para volver a sumir a la platea en el ambiente, mientras que el estruendo del estribillo de Obstacle 1 hizo la competencia al piromusical de la fiesta mayor, que se estaba haciendo simultáneamente en Montjuïc. La nerviosa The Rover y la épica All the Rage Back Home volvieron a acelerar el ritmo antes de cerrar con PDA, curiosamente, uno de las primeros temas que publicaron allá por 2002.
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