Bejo, Bejito, Borja Jiménez, de Tenerife, nacido en el 94, es un rapero. Un rapero especial. Que creció en audiencia en YouTube y ahora saca cuadros que superan los 100.000 euros. En la época en que los primeros youtubers empezaron a dar sueños de futuro a los niños, Bejo hizo lo mismo pero a su manera. Basado en los clásicos españoles del rap y en todas las posibilidades que le daba un ordenador, empezó a petarlo no solo con sus letras sino también por los vídeos que las acompañaban, llenos de edición surrealista y su sello personal: pollas. Por mucho que haya crecido y por muchos otros temas que haya sacado fuera del surrealismo gamberro del que se rodea, Bejo sigue siendo —o interpretando— el mismo personaje por el que lo conocemos desde hace años.
Este viernes en Paral·lel, todos marcados por su polla como certificado de pase al concierto, el público llena la Sala Apolo esperándolo a él y a DJ Pimp, que lo introduce y acompaña durante la sesión. DJ Pimp es el primero que sale a hacer ruido y se esconde para que parezca que nos habla él desde el micro. En realidad es Bejo desde el backstage, pidiendo ruido para sí mismo. Cuando por fin sale nuestro personaje, lo hace con una cesta de paja al brazo llena de croissants de chocolate y caramelos, que tira hacia nosotros y nosotros recibimos como si fuera oro.
Empieza con Una papa pal kilo y ¿Verde azulado o azul verdoso?, y antes de seguir se saca una cuerda de tres metros de largo de la boca: la coge, tira, tira, se la da al público para que tiren ellos, la vuelve a coger y al final se disculpa, que se le había atragantado la empanadilla. “Si no llego al re menor ya saben por qué es”, dice.
Bejo divide la sala en dos y hace que los de la derecha repitan las absurdeces que dice él y los de la izquierda las que dice DJ Pimp, nos canta su versión de Cumbayá, nos hace agacharnos a todos para saltar a la vez al ritmo del beat y se para de vez en cuando para refrescarse en el ventilador del escenario. DJ Pimp se cambia a la batería a tocar algunos temas y hacer algunos solos mientras Bejo lo celebra. Todo mezclado con temazos como 8 Misisipi, Metamorfosis, Onomatropella y algunos nuevos con Nico Miseria. Para en medio de Poco para quejarse de que en Logroño eran 40 y hacían mucho más ruido. Cuando la audiencia lo complace, sigue. “¡Ha dicho que algunos mucha keta!”, flipa el tío de gafas y camisa que tengo delante. Termina Hágale y Bejo desaparece.
Para volver hace otra vez de presentador: “me comunica Bejo que hasta que no se llegue al nivel de ruido apabullante que hubo el otro día en Logroño, no sale. ¡No sale, eh!”. Regresa con El ventilador, sigue con Mango, Hasta abajo, Mucho, y cierran con música de verbena.
Ya lo he dicho antes: Bejo es un personaje. Una carátula que lleva delante un tal Borja, un tío listo, ocurrente y talentoso. No se puede dar este espectáculo de discurso casi improvisado sin ser un tío listo. Mola que haya triunfado y que pueda llenar salas como la del Apolo. Mola que se tome su curro tan a la ligera y tan en serio a la vez. Bejo es la contradicción del hombre llevada a la caricatura.







Autores de este artículo

Nadia Dubikin

Montse Melero
Hacer fotos es la única cosa que me permite estar atenta durante más de diez minutos seguidos. Busco emoción, luces, color, reflejos, sombras, a ti en primera fila... soy como un gato negro, te costará distinguirme y también doy un poco menos de mala suerte.