El Festival Jardins de Pedralbes apostó esta vez por un doble concierto dedicado a un público más joven y acertó de pleno. No obtuvo el lleno que acostumbra a saturar las gradas del cuidado recinto, pero se apuntó un gran tanto uniendo calidad con comercialidad en una velada casi sin desperdicio, donde la negritud fue protagonista. Para ello, los presentes dispusieron de precios asequibles y una pista donde desatar energías (aunque el tono general fue más bien pausado); en cualquier caso, fue un cambio conceptual plausible.
Cuando Jacob Banks y su trío aparecieron en escena, no se había cubierto ni la mitad del aforo. Ese vacío no fue óbice para que el británico, de origen nigeriano, se entregara al máximo desde el primer instante, revelándose como el verdadero rey de la fiesta. Más joven que su compañera de cartel, y menos conocido, asombró con una imponente presencia escénica y ese torrente descomunal de voz que posee. Los poco informados se perdieron a una figura que se antoja clave en el devenir del soul moderno.
Banks ha adquirido su incipiente fama a base de canciones aparecidas en series como Power (Unknow to you), en films exitosos tipo The Equalizer 2 (The name of love) y sobre todo con Love ain’t enough, tema perteneciente a su primer álbum Village (UMGRI/Interscope, 2018) e incluido en la banda sonora del videojuego EA SPORTS FIFA 19, utilizado como inicio de show. Táctica muy utilizada por las multinacionales para promoción de artistas a menudo mediocres; singularidad nada necesitada por el corpulento Jacob, poseedor de unas facultades muy superiores a la gran mayoría.
Probablemente con una banda más nutrida de elementos el impacto hubiera sido superior y podrían haber obviado algún guitarrazo innecesario. Con todo, no fue un obstáculo insalvable, su voz, ruda y armoniosa al mismo tiempo, eludió cualquier ausencia recordándonos por momentos a un Gregory Porter fogoso, agitado.
No caeremos en la falacia mercantilista de compararle con Otis Redding (ya han osado hacerlo), aunque sí debemos dejar constancia de que no creemos encontrarnos con un fenómeno coyuntural. Incluso nos atreveríamos a aseverar que si el camino no se ondula puede superar a colegas endiosados como Benjamin Clementine. Su discurso parece más sincero.
Con la única lacra de la inútil adaptación de Fix you (Coldplay), el resto del set fue imponente. Cruzó de forma abracadabrante las raíces africanas y el soul anglosajón, destacando en el genuino reggae Mexico y la africanista Kumbaya, conjugándolas con poderosas creaciones marca de la casa: Unholy war o la contundente de Chainsmoking, dejando a los incrédulos parroquianos rendidos a sus pies.
Mantener a la audiencia hipnotizada utilizando baladas, no parece ejercicio sencillo, Jacob Banks lo consiguió. Guitarra acústica en ristre, y pasando del falsete a notas profundas sin inmutarse, enardeció con Pilot, Peace of mind, Slow up o, en el binomio final, uniendo magistralmente Worthy y Ain’t no sunshine (Bill Whiters). El ‘mezzo tempo’ parece salvado. Crucemos los dedos.



Corinne Bailey Rae iba a ser la estrella que iluminara una de las postreras noches de la presente primavera y, aun cuajando un buen recital, se vio eclipsada por el astro nigeriano.
La de Leeds, comenzó su carrera en 2005 y desde entonces ha cosechado numerosos premios y una legión de entusiastas seguidores. Se apoya en un sonido pop-soul contagioso que destila calidez y buen acabado, si bien la inocencia y el escaso riesgo son sus mayores enemigos. No obstante, no podemos calificarlo de producto prefabricado sin alma, su sutil voz se encarga de desmentirlo. Las comparaciones con Billie Holiday, Norah Jones o Macy Gray, vuelven a ser absurdas, cada cual en su lugar, otro agravio a la personalidad del individuo.
Mejorada la sonorización (con Banks existieron desajustes), la banda de acompañamiento inició la andadura con buen acento funky, deudor de Shakatak y sobre todo de Stevie Wonder. El ánima del genio ciego, planeó durante toda la actuación cual sombra prolongada hasta el infinito. No importa que el afectado sea mujer, hombre o alienígena, su influjo te atrapa sin soltarte jamás. Dicha influencia ya se palpó en la introducción con Been to the moon, melodía incluida en el último disco de la británica titulado The heart speaks in whispers (Virgin Records, 2016), manteniéndose durante las casi dos horas de la función. En este tercer trabajo de la afamada intérprete conviven atractivas composiciones, como la animada Do you ever Think of me o The skies will break (bonitos coros a lo Earth, Wind & Fire), pero no puede luchar contra los dos títulos precedentes. En el primero, Corinne Bailey Rae (EMI, 2007), anidan joyas con el nivel de Breathless o Till it happens to you (terminada con una enérgica coda), mientras que The sea (Virgin Records, 2010) contiene Paris nights/New York Mornings, pieza imposible de superar por ninguna de las recientes, la mejor de todas las seleccionadas.
Corinne Bailey Rae ostenta una voz algo frágil y excesivamente aguda para transmitir fuertes emociones, sin embargo, goza de registro y empaque, lo que la aleja de algunas insufribles gritonas, reinas del mercado. Si alguien la tacha de modosita por sus grabaciones se llevaría una sorpresa al escucharla en directo, esa suavidad no desaparece del todo, sin embargo, el ritmo se acrecienta tenuemente alcanzando mayor fortaleza dentro de los límites del estilo escogido, por supuesto. El epílogo del espectáculo lo probó sobradamente.
Como si previniera que se acercan épocas de petardos y cohetes, dejó para el final sus números más conocidos: allí estuvieron Trouble sleeping, Put your records on y por supuesto Like a star, la célebre tonada incluida en Grey’s anatomy. Sobre su cover del Is this love de Bob Marley, únicamente comentaremos que a una proeza semejante no se le debe cambiar el ritmo.
Al concluir, recibió una sonora ovación y un precioso ramo de flores, merecido premio para un solvente trabajo, aunque pensamos que Jacob Banks debía haber recogido una corona de laureles.
Corinne & Jacob nos brindaron una placentera noche de negritud contenida, auténtica, no es poca cosa.




Autores de este artículo

Barracuda

Montse Melero
Hacer fotos es la única cosa que me permite estar atenta durante más de diez minutos seguidos. Busco emoción, luces, color, reflejos, sombras, a ti en primera fila... soy como un gato negro, te costará distinguirme y también doy un poco menos de mala suerte.