Bowie, Bowie, Bowie. Resulta complicado, a estas alturas, encontrarse con alguien que no esté familiarizado con este nombre. Let’s dance, Starman, Changes o Heroes son canciones profundamente arraigadas en el imaginario popular. No hay tantos, sin embargo, que se hayan atrevido a zambullirse en las profundas aguas de este artista de contrastes que, además de haber ejercido activamente la psicodelia, también fue capaz de esculpirse a sí mismo un estilo inimitable mediante su continua exploración musical y lírica. Es cierto que antes hablé en términos acuáticos, aunque, ahora que lo pienso, con David Bowie tiene mucho más sentido referirnos a lo cósmico. Viajemos, pues, al espacio con él.
David Bowie: ficha técnica
1. Materiales para un cohete (o quién diablos era Bowie)
Antes de David Bowie, existió David Robert Jones. Lo hizo desde el 8 de enero de 1947 y en Brixton, un distrito residencial del sur de Londres. Con poco más de diez años, “vio a dios”, en sus propias palabras, al escuchar Tutti frutti, de Elvis Presley. Dotado bailarín y músico multidisciplinar desde su más temprana juventud, el pequeño David se reveló rápidamente como un animal escénico de virtudes innegables.
El nombre de David Bowie aterrizó en la mente de David Jones en su permanente búsqueda para perfilar su identidad artística. Eligió su seudónimo artístico en honor a los cuchillos Bowie, popularizados por el mercenario estadounidense del siglo XIX Jim Bowie. Insólito y afilado, siempre en el precipicio. Saltando por pequeñas bandas y asaltando a los mánagers con manifiesto descaro, finalmente David Bowie logró lanzar su primer álbum en solitario, en el que se presentaba en sociedad con su nuevo y flamante nombre. El disco fue un fracaso y lo devolvió al mundo oscuro: durante el año posterior a su lanzamiento, llegó incluso a ser rechazado para un spot de una conocida marca de galletas.
Lo que vino después es historia.
2. Colocando las estrellas en el cielo (o cómo se movía Bowie)
Desde la psicodelia de raíz pop rock de Space oddity al glam rock instaurado por Hunky Dory, existen mil Bowies que explorar. Y centrándonos en ese periodo de tiempo apenas abarcaríamos el primer lustro de su meteórica carrera artística. Cabe, pues, plantear esta exploración en el sentido opuesto, girando el foco y mirando hacia arriba, hacia el cielo. ¿Qué cosas proyecta la fabulosa colección de álbumes lanzados por Bowie desde finales de los 60 hasta que, a finales de 2015 y escasos meses antes de su muerte, llegó al mercado Blackstar?
Lo primero, lo dicho: David Bowie era un alarde de versatilidad. Él no comprendía la creación como una entidad etiquetada, sino que -amparado por su condición de multiinstrumentalista y productor, así como por su vastísimo conocimiento de géneros tan diversos como el jazz, el hard rock o la psicodelia- ejecutaba lo estilístico en función de la historia que quería contar.
Desde The rise and fall of Ziggy Stardust o Diamond dogs, pasando por el propio Hunky Dory o Outside, Bowie desarrolló de forma temprana una clara predilección por las narrativas conceptuales, así como una inmensa ambición paisajística en la construcción sonora de sus álbumes.
Y luego está su voz, ¡su voz! Bowie poseía uno de los registros vocales más extraordinariamente amplios de la historia del rock, así como un timbre insólito, entre lo crooner y el perfil de vocalista tradicional de banda de rock. Lo moldeable de su voz se ajustó -como en esas historias en las que los planetas se alinean- de tal modo que pudiese contar sus historias… del modo en que él quisiese. David Bowie podía ser duro –The man who sold the world– y podía recogerse –Heroes-. Podía incluso ser una estrella del soul –Young americans-. Podía disfrazarse de lo que quisiera.
3. Preparados para despegar (o hacia dónde quería viajar Bowie)
Como los buenos poetas, Bowie comprendió rápido la tesis de lo que quería contar y, a partir de ahí, se puso a fantasear. Con una profundísima base filosófica y literaria, la música de Bowie traza siempre su contorno alrededor de las identidades. Me corrijo: no sólo es su música la que lo hace. David Bowie era, por decirlo de alguna manera concisa, un creador total. Su habilidad para generar un universo estético propio y perfectamente conjugado le proporcionó una riquísima vía de acceso mediático. Su imagen trascendió a su propia música y Bowie se convirtió, a la velocidad de un relámpago, en un estelar y andrógino representante de la vida despojada de lo terrenal.
El hecho de que decidiese dislocar la mayor parte de sus historias de la vida terrestre -o ubicarlas en un futuro distópico- tiene una explicación de carácter antropológico: Bowie expresa, a través de estas construcciones alegóricas, su profunda desconfianza hacia los estándares sociales afianzados, así como su rechazo hacia las identidades binarias heredadas de una sociedad de deriva católica y conservadora.
David Bowie ansiaba libertad. Puede decirse, de hecho, que él estuvo cerca de conseguirla -¿es acaso posible ser enteramente libre?-. Y esa libertad adquirida la empleó para erigirse como estandarte de todos aquellos que, al igual que el jovencito David Jones, deseaban despegarse del yugo de un mundo destinado a no aceptarlos jamás. Y así nació el estampado del hombre relámpago. Del músico caído de los cielos para liberarnos.
4. La tierra desde el espacio (o cómo se veía Bowie a sí mismo)
Bowie habla, nosotros callamos.
Si tengo algún talento, es ese: reconocer lo que es importante y lo que no. Desde muy pequeño entendí que todo lo que es fundamental para la sociedad siempre viene de la periferia. Enseguida me di cuenta de que el mainstream es tirano. Todo lo que chupa se disuelve, se vacía de sentido, se vuelve inútil.
5. El corazón del espacio (o las profundidades marinas del alma de Bowie)
Detrás de todo esto, bajo la superficie del artista imposible, del habitante marciano de las tierras lejanas, latía -inevitablemente- un corazón humano. De algún modo, David Jones logró sobrevivir siempre bajo la lustrosa piel mudable del astro que había creado para sí mismo.
Para tratar de llegar a esas entrañas, nos quedamos con una canción: Letter to Hermione, incluida en su segundo álbum, Space oddity. En ella, Bowie escribe una carta al primer gran amor de su vida, Hermione Farthingale. Posiblemente se trate de la canción de amor más dolorosa que jamás escribió.
En ella, Bowie canta: «He makes you laugh / He brings you out in style / He treats you well and makes you up real fine / And when he’s strong he’s strong for you / And when you kiss it’s something new / But did you ever call my name, just by mistake?» («Él te hace reír / saca lo mejor de ti / te trata bien y te complementa perfectamente / Y cuando es fuerte, es fuerte para ti / Y cuando os besáis, es algo totalmente nuevo / Pero, ¿alguna vez dijiste mi nombre, aunque fuese por error?»
Cinco álbumes fundamentales
1. Hunky Dory (1971)
El cuarto disco de David Bowie fue el de su explosión absoluta. Hunky Dory te agarra en el gorgoteo inicial de Changes y te hace despegar hacia lugares remotos. Abrazado a la psicodelia por completo tras ofrecer los primeros indicios en Space oddity -para, después, explorar ligeramente el hard rock en The man who sold the world-, aquí un Bowie de apenas 24 años ya es una completa estrella de alcance inconcebible. Desde el ocultismo de Quicksand y los tintes nietzscheanos de Oh! You pretty thing, Bowie trazó una línea atravesando el mundo del arte hasta llegar a sus influencias pop rock en Song for Bob Dylan y Andy Warhol. Todo ello coronado con la majestuosa Life on Mars. Y a vivir.
2. The rise and fall of Ziggy Stardust and the spiders from mars (1972)
Sin apenas tiempo para respirar desde el lanzamiento de Hunky Dory, Bowie se tiró a la piscina: recuperó a un personaje fantástico inventado por él mismo durante su infancia -Ziggy Stardust, la superestrella marciana del panorama musical- y lo convirtió en el protagonista de su relato más famoso. Obra culmen de la etapa glam rock de Bowie, en él se mezclan tradiciones tan diversas como las de la ciencia-ficción, el anime japonés, el rock & roll de los 50 o los musicales de Broadway. El resultado: un disco inolvidable, la corona de oro del Starman.
3. Low (1977)
Una cima de occidente. La simple existencia de este disco es una cima de occidente. Después de reafirmarse como una estrella inapelable con Aladdin sane, Bowie pasó unos años explorando diferentes estilos, entre los que destacó su incursión en el soul en Young americans. Sin embargo, en Station to station, el álbum previo a Low, ya venía avisando: su interés por el minimalismo, la expresividad del sintetizador y el subrayado de los paisajes sonoros crecía cada vez más. En Low, con Brian Eno como compañero de fatigas, todo ello se eleva hacia el infinito. Low es luz, es oscuridad; es tinieblas y es esperanza. Low certificó a Bowie como un creador sin límites. Y sólo fue el comienzo de la inolvidable trilogía de Berlín, completada por otros dos álbumes que son catedrales: Heroes y Lodger.
4. Scary monsters (1980)
Tras tres discos de pura experimentación minimalista y electrónica, nadie sabía por dónde podía salir Bowie. Él respondió con un puñetazo sobre la mesa. Lanzó Scary monsters, un disco que lo amalgama todo: en él está el rock de su etapa inicial; también el experimentalismo de su trilogía reciente. Además, Bowie se permite a sí mismo ahondar en un lirismo algo más coartado por la búsqueda musical de sus tres álbumes previos. Así, el resultado es un disco contundente y hondo, desolador en cortes como Ashes to ashes o Teenage wildlife, en los que el genial artista hace repaso de su vida hasta la fecha. Fue su último disco con la RCA. Después, llegaron las películas, el Let’s dance y los años bajos.
5. Blackstar (2015)
Al hablar de Blackstar, las cosas se tiñen de negro. Este es un álbum que es preciso comprender en sus circunstancias. El propio Bowie afrontó la fase final de su producción siendo consciente de que sufría un cáncer terminal y que, de hecho, ese sería su último trabajo. Así, todo el disco está recorrido por una especie de grito sordo, de alarido en la penumbra. Desde la canción que da nombre al álbum a Lazarus, aquí asistimos al ritual de despedida de uno de los músicos más importantes de la historia. Y la suya -¡la de Bowie, demonios, la de David Jones!- fue una despedida como la de ningún otro. Porque no había nadie como él. Ni lo habrá.
A continuación una playlist con los temas fundamentales de David Bowie, un repaso a su trayectoria en quince canciones:
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