Abrió la noche El Granaíno, acompañado de Antonio de Patrocinio al toque, en un ejercicio de contención de recursos, pero no de expresividad. La bella voz de Pedro, siempre a punto de romperse, siempre sacando pepitas de oro del sufrimiento de su garganta. La guitarra de Antonio era un prodigio de fuerza e inventiva. Ya en la granaína inicial tuvieron un recuerdo emocionado hacia su maestro, Camarón. Transitó el dueto con seguridad y entrega durante su pase, aunque el patio de butacas no estaba tan lleno como se merecía la actuación. Entre los jaleos del público, un “somos pocos, pero buenos”, que explicaba la situación a la perfección con sólo cuatro palabras.
Los artistas no se amilanaron y nos ofrecieron una actuación que se hizo cortísima de lo intensa. Quedó clara la comunión entre cantaor y guitarrista, que avanzaban silencios y requiebros con la naturalidad de la confianza absoluta.
A continuación, el sabadellense Juan Rafael Cortés Santiago, Duquende, siempre relacionado con Camarón desde sus inicios, fiel seguidor de su escuela y uno de los cantaores más reconocidos, por derecho propio.
Empezó con la guitarra de Juan Carlos Gutiérrez y el piano de Juan Pérez Rodríguez, una actuación que incrementó el ritmo con el cajón. La propuesta era aparentemente más expansiva que la que había abierto la noche, pero las ganas y el ritmo no se substanciaron en un resultado tan sobresaliente como hubiéramos querido. Hubo entrega, emoción y ganas. Pero las musas a veces son esquivas. Que quede claro que no fue un mal concierto. En absoluto. Pero tampoco fue la ocasión histórica que todos deseamos ver en un concierto firmado por Duquende.
A pesar de esas pequeñas reticencias a una noche casi redonda, el cartel y las propuestas eran de aúpa. Y el público mostró satisfacción, una vez finalizado el evento. Esperamos que La Magdalena vuelva a Barcelona a proponernos más noches como ésta, en la que prime la calidad y la esencia, por encima de la comercialización.
Autores de este artículo
Òscar García
Hablo con imágenes y textos. Sigo sorprendiéndome ante propuestas musicales novedosas y aplaudo a quien tiene la valentía de llevarlas a cabo. La música es mucho más que un recurso para tapar el silencio.