TMATNB es el acrónimo de ‘The Morning After The Night Before’ (La mañana después de la noche anterior) y es el nombre que le da vida a un proyecto que, de momento, se sumerge en las aguas del pop electrónico y el deep techno con influencias del synth wave y algunos trazos de guitarras post-rockeras.
Su debut estuvo inspirado en la exploración de los distintos estados de ánimos que se generan dentro del infame bucle ‘fiesta-after-resaca-fastfood’ del que a veces es muy difícil escapar. Irónicamente –y por un terrible bad timing– a pocos días del lanzamiento de su primer EP, It’s Ok (Cycling Records, 2020), declararon pandemia mundial y con ello toda posibilidad de pisar una sala, un club o bar se desvaneció. Al igual que la oportunidad de vivir la experiencia de ese codiciado loop que tanto placer da y daño hace a la vez.
Pero finalmente, Betu Molero (voz y efectos), Marc Minguella (guitarra y sintes) y Jandro Giner (caja de ritmos y sintes) están listos para darle vida en directo a todo el material que han estado creando durante este año y medio de encierro. Sobre todo a su segunda producción discográfica, Cheat Meal (Cycling Records, 2021), EP que verá la luz mañana viernes 21 de mayo.
Electrónica de resaca vs. evolución post-pandémica
A nivel conceptual, la banda partía de una primera producción discográfica sobre el tránsito emocional de la fiesta a la resaca: desde que llegas al club hasta que llegas a casa y te vas a dormir. Según Betu, “con el confinamiento este concepto queda como algo del pasado. Pero la banda evoluciona naturalmente, porque no siempre iremos de la premisa sobre la fiesta y la resaca, sino que partimos de la idea de lo que significa reflexionar sobre diferentes situaciones la mañana después de una noche anterior. Para el segundo EP quisimos hablar sobre los placeres efímeros que buscamos constantemente y que nos hacen daño, como fumar, beber, comer fast food, y que seguimos repitiendo una y otra vez porque nos encantan. Cheat Meal habla precisamente de ese menú trampa que hacemos a menudo, no solo a nivel de comida sino a nivel de estímulos”.
Aunque la génesis de esta banda proviene de unas profundas raíces rockeras, todo cambió cuando Betu tuvo la experiencia de vivir en Berlín y sumergirse en la cultura club: acontecimiento clave donde nació su inquietud por explorar los estados de ánimos que pudieran representarse en esos ámbitos. “Allá realmente es una cultura. Los clubes están apoyados por el gobierno. Berghain, el club más importante de la ciudad, está considerado como un museo por el ayuntamiento de Berlín”, explica.
Entre It’s Ok (2020) y Cheat Meal (2021) hay varias diferencias claves. La primera, es que el segundo está íntegramente compuesto a distancia. Cada uno hizo lo suyo en su casa y tuvieron la oportunidad de experimentar dentro de su individualismo e intimidad a la hora de componer. “Al final es uno mismo en su habitación, sin ningún tipo de mirada externa, da igual si estabas dos o seis horas trabajando porque no tenías a nadie diciéndote o pidiéndote algo”, cuenta Betu.
“Creo que la gran diferencia también es que este segundo EP tiene un sonido más curado y que además está íntegramente producido por todos. Cheat Meal es un trabajo que está muchísimo más pulido. Desde la ejecución de los instrumentos, los espacios para cada sonido, las voces, los arreglos”, comenta Jandro. “Del primer EP estamos muy orgullosos, porque fue un EP muy a bocajarro, muy sentido, muy natural. Más frenético, hacia el techno. Pero aquí hemos decidido meterle más cerebro”, concluye Betu.
Yo no hago terapia, yo hago música. Es la mejor manera de canalizar tu mierda

Del punk-rock al pop electrónico atmosférico
Mingu y Betu se conocen desde los 9 años. El primero puede contar la típica historia del niño que empieza a estudiar música académica. Le dan un violín y lo cambia por una guitarra. Ya no es Vivaldi y Tchaikovsky sino el punk-rock. Acto seguido: una banda de instituto y un amigo para toda la vida.
Después de haber compartido varias bandas, entre el punk-rock y el grunge, los dos ya tienen una dinámica de creación fluida. El trabajo de Betu es tirarle ideas y paranoias a Mingu para que él las traduzca. “Al final es como siempre hemos funcionado. Él es el más músico de los dos y yo soy más de pista, creador de conceptos y escenas. La simbiosis ha funcionado súper bien porque nos conocemos de pequeños y hemos tenido ya varios proyectos juntos y hay confianza. Mi inquietud viene por escuchar muchísima música y las ganas de querer expresarme. Yo no hago terapia, yo hago música. Es la mejor manera de canalizar tu mierda”, reflexiona Betu.
A Jandro lo conocieron hace tres años. Es de Castellón. Y se los presentó el amigo de un amigo. Lo típico. Betu y Mingu se dieron cuenta de que lo necesitaban cuando ya se le hizo físicamente imposible continuar. Era necesario incluir otro par de manos que aportaran cosas nuevas. Y Jandro, baterista, beatmaker, y quien venía de ser miembro de una banda de electro-samba –así como lo leen– se convirtió en el “mojo” de TMATNB. Es una banda que prefiere hablar de influencias antes que definirse con etiquetas, teniendo como meta llegar a ser identificados por su propio estilo. Por ahora, podría decirse que sus principales inspiraciones son proyectos como Aparat, HVOB y Jamie XX o Explosions in the Sky y Atoms for Peace.
“Al final, en el mundo de la industria musical siempre te obligan a decretar o etiquetar la música que haces… Este segundo EP, si me pides ponerle una etiqueta, pues yo diría que es un pop atmosférico con algunas influencias de synth wave y otros estilos más rítmicos como el techno. Pero al final, yo creo que tampoco nos tenemos que centrar en definir un estilo… Yo creo que lo que pasó con este segundo disco es que, al estar confinados, nos hizo irnos a sonidos más pausados, tranquilos, más introspectivos, más atmosféricos”, explica Jandro.
Al estar confinados, nos hizo irnos a sonidos más pausados, tranquilos, más introspectivos, más atmosféricos

Migración al mundo digital y las ganas de una experiencia inmersiva
“Al principio me sentaba con una guitarra y el ordenador y decía ‘ajá, por dónde empiezo’. La intuición es lo que vale, lo que cambia es la herramienta y la forma de ejecutar la metodología. Y fue lo que hicimos: amarrarnos a lo que conocíamos e ir explorando poco a poco”, comenta Mingu en cuanto al proceso de producción en un entorno digital. “Ahora, nuestro proceso es así: secuenciamos el directo con un ordenador con Ableton. Yo tengo un par de sintes, uno para lanzar arpegios y atmósferas y otro para lanzar graves. Luego tengo la guitarra ruteada a través de un ampli hacia el ordenador para poder loopear sonidos y desarrollar una cadena de efectos de guitarra. Entonces mando tiempo a las máquinas de Jandro, que tiene una caja de ritmos con dos sintes más y se encarga de hacer beats, capas atmosféricas, texturas. Y luego Betu tiene una cadena de procesos de voz. A grandes tiros va un poco así”, concluye.
“Al final nosotros somos una banda en directo. Sentimos que la música electrónica debería ser una experiencia que se viva en directo. De notar cada frecuencia y de sumergirse en ellas”, comenta Betu. “Sí, además, después de haber estado encerrado contigo mismo, esperamos poder proyectar sobre la gente esto en lo que hemos estado trabajando intensamente y ver la reacción, que al final es lo increíble de la música”, dice Jandro. “Tenemos ganas de bombo y de finalmente poder pisar una sala”, cierra Mingu.
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