Apareció Hayley Reardon en el Centre Artesà Tradicionàrius vestida en tonos claros, como para transmitir paz y esperanza en los tiempos realmente oscuros que nos toca vivir. Se presentó también acompañada de 4 músicos locales que ella definió como “the best band in the world”. Juntos ofrecieron un concierto fascinante en el control de las dinámicas, de una gran elegancia instrumental, siempre al servicio de la música confesional de Hayley.
La excusa argumental era la presentación de After Everything, el reciente trabajo de la Reardon, grabado en nuestros pagos. Su peripecia vital es de ciudadana del mundo, desde su Massachusetts natal a Nashville y, a continuación, a Barcelona, siguiendo una canción que no entendía y que la había tocado en lo más profundo. Resultó que la canción era Vinc d’un poble, de Judith Neddermann, que le hizo recoger sus bártulos y trasladarse a Barcelona.
Pues en Barcelona ha conformado un póquer de músicos que tienen una gran importancia en el nivel artístico de su propuesta. En el concierto, enmarcándola, los hermanos Pau y Arnau Figueres, a las guitarras y al bajo, respectivamente. Oculto bajo una gorra, David Soler, a la pedal steel, y Toni Pagés, a la batería, que dio una lección de expresividad corporal y de transmisión de buenas vibraciones, con sus perennes sonrisas. Destacar también el preciosista trabajo en la guitarra de Pau Figueres, elegante en sus solos, emotivo, humilde y ofreciendo la nota exacta en sus fraseos.
Las canciones de Hayley habitan un espacio folk-rock indie, con una perspectiva confesional e introspectiva que la asemeja a intérpretes como Julien Baker. Son melodías como susurradas al oído, que presentan una gran inmediatez y, quizás, una cierta aproximación al Adult Oriented Rock (AOR), vamos, un poco a la manera de Jackson Browne, otro amante de la ciudad condal. Todo el concierto sonó bonito y logró una gran comunión con el público, que le dedicó una gran ovación al final. Aun así, este cronista echó de menos algún momento más rasposo, que diluyera tanta belleza contemplativa.
Finalizó, como no podía ser de otra manera, con Barcelona.
And thе moon
Hangs low
Over Barcelona
And paints a path across
The white dark sea
Like a joke
Like a dance
Like a song that holds you
And I still can’t tell if it’s a dream
Y salimos del Centre Artesà Tradicionàrius, preguntándonos si el tiempo que pasamos en el auditorio fue real o un sueño.







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