Henry Cow fue una rara avis dentro del mundo, ya por sí extraño, del rock progresivo de los años 70. Englobados dentro de la escena del sonido Canterbury, los Cow eran disidentes de todo, incluso de ellos mismos.
Sus discos, eminentemente instrumentales, contenían pasajes estructurados y con patrones rítmicos complejos, unidos con otros que obedecían a la improvisación más libre. Álbumes ambiciosos, que requieren de una escucha consciente, y que gratifican a sus oyentes con universos sonoros que están fuera de este mundo. Jazz, rock, música abstracta, música concreta… Los Cow maleaban todos estos elementos en un continuo que podría calificarse de magmático: agresivo, incendiario e imparable. Como era de esperar, la oscuridad de su propuesta no consiguió grandes cifras de ventas y existen curiosas historias de cómo vivían día a día a base de medidas de ahorro extremo en sus giras.
Tras su desaparición, en 1978, los integrantes de Henry Cow han seguido participando en mil y una aventuras, en todas las combinaciones posibles. De los músicos que han formado parte de este colectivo, el que ha obtenido más reconocimiento es Fred Frith, uno de los guitarristas más inclasificables de la historia, tanto por su producción como por sus métodos de creación.
Los Henry Now de 2024 son una formación con nuevas metas, aunque cuente con integrantes de los Henry Cow históricos. De ahí, el “Now” de “Ahora”, para desligarse del pasado. Siguen a Frith en esta aventura tres de sus viejos compañeros: el percusionista Chris Cutler, el saxofonista Tim Hodgkinson y la trombonista y violinista Annemarie Roelofs, que formó parte del grupo en su disco ‘Western Culture’, el último de su primera etapa.
No hay en los Henry Now versiones de los temas de los antiguos Henry Cow. De hecho, no hay ni tan sólo temas estructurados. Los músicos se suben al escenario e improvisan, de forma totalmente libre, creando conjuntamente un tema de una hora de duración, que fluye, como el magma, entre explosiones de fuego incontrolado o pasajes más calmados y contemplativos.
Frith maltrata su guitarra con todos los elementos inimaginables. Desde cepillos que arañan las cuerdas a varillas que las deforman. Todo vale para extraer sonidos que no parecen emitidos por el instrumento. Frith también moldea el sonido con pedales, lo samplea y lo repite en oleadas. Chris Cutler ondea y multiplica sus brazos como un Shiva de la percusión, Tim Hodgkinson alterna instrumentos de viento con tratamiento del sonido y Annemarie Roelofs toca el trombón, el violín eléctrico o utiliza su voz con onomatopeyas y gritos para llevarnos al cielo y al infierno, sin solución de continuidad. Los músicos no se miran en el escenario. Son como islas a merced de los vientos caprichosos de la improvisación. O quizás, se miran con los oídos, que es como deben mirarse los músicos, para saber cuándo es necesaria su presencia.
A pesar del extremismo de la propuesta, o quizás por ello, el concierto se saldó con un éxito sin paliativos. Dos bises hicieron los Henry Now, con un Fred Frith que, dando muestras de su eterno espíritu burlón, inició con un “Are you sure?”, dirigido a la audiencia, como preguntándonos si habíamos valorado cuál era nuestro umbral máximo de sufrimiento.
Que los Henry Cow nunca gozarán de gran aceptación pública es evidente. Que el concierto del pasado viernes fue una celebración de la creación más desacomplejada, también. Hay músicos que están llamados a abrir nuevos caminos, a ampliarnos la visión, a perderse y reencontrarse, a crear en directo genialidades y estupideces. En definitiva, a defender el estandarte de la libertad creativa absoluta, sin interferencias de ningún tipo. En los tiempos que corren, son todo un milagro.
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