“No puedes ser aquello que no puedes ver”, reza una de las muchas citas que aparecen en Homecoming, la película en la que Beyoncé Knowles inmortaliza su ya icónica actuación en el festival Coachella 2018. La cantante sabe bien que esas palabras importan, que la representación de las minorías en los grandes espacios compartidos importa. Ella misma se convirtió en la primera mujer afroamericana en encabezar el cartel del evento, y no quiso desaprovechar la ocasión para “que todos aquellos que nunca se habían visto representados sintiesen que estaban en ese escenario”. Lo cuenta con una voz en off pretendidamente íntima, que habla desde los camerinos y las bambalinas, mientras afuera se canta Run the world (girls) y se baila con la energía de una tormenta eléctrica.
La voz de Beyoncé suena, pero también la de sus bailarines, coristas y compañeros. Seamos claros: Homecoming es un homenaje a sí misma, a su retorno a los escenarios tras el nacimientos de sus mellizos y la consagración de su leyenda como diosa del pop, pero la artista —que produce y dirige el documental— también exhibe la voluntad de ser una plataforma de visibilidad. Especialmente, para las mujeres afroamericanas, orgullosas, infrarrepresentadas y minimizadas en la sociedad estadounidense, y que aquí bailan sin complejos “agradecidas de la belleza que proviene de una historia dolorosa”. Así, la cantante anima a “alegrarnos de las imperfecciones y los errores que resultan ser correctos” y a sentirse fuertes con “sus curvas, su insolencia, su honestidad” en un mundo en el que ya son libres, pero no iguales. En un tono más contundente, ya al calor del concierto en Coachella, Beyoncé defiende y define el feminismo —como ese movimiento que busca la “igualdad social, política y económica de los sexos”— e insta a sus decenas de miles de espectadores a unirse a la lucha.
Sobre ese escenario, Beyoncé empieza en África, con la estética del Egipto de los faraones, y acaba en las calles de Harlem, con sudaderas con capucha y shorts vaqueros. Su actuación es un recorrido a través de la cultura negra, los bailes urbanos y las bandas universitarias, donde personas como su padre —así lo explica ella misma— aprendieron lo que significaba vivir en los márgenes. Precisamente tira de familia para encontrar sus mejores momentos en el concierto, desde su hermana Solange Knowles hasta sus otras ‘hermanas’ de las Destiny’s Child, pasando —¡cómo no!— por su inseparable pareja, Jay-Z. De nuevo, lo personal se encuentra con lo universal en el contexto de Homecoming, que pasa del autohomenaje al tratado social sin pestañear. Y eso sólo lo consiguen las grandes.
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