Traza, desliza, delinea. Sombra aquí, sombra allá. Apoyándolo todo en uno de los altavoces a pie de escenario. Tiene luz propia, no ve lo que todos ven, él ve magia, ve alma, ve soul.
El embudo Jamboree acoge por primera vez al británico Jacob Banks en Barcelona con su gira Into the wild. Con una telonera que canta como un cisne, con elegancia, ritmo y simetría. “Mi nombre para vosotros sería algo como alegría, me llamo Joy”, y entrecierra sonrisa. Voz nítida, que eleva hasta lo más alto de su moño de bailarina, y desde lo más adentro de sus palazzo, sin tolerar nunca trazar un gallo.
Y él sí la traza y la sigue trazando. Ahí, en primera fila, está él, un artista con sus propios mini focos en su lienzo, donde plasma no a Joy Crookes, sino a “alegría”, con colores dispares, precisión absoluta. En cinco minutos ya he visto a Joy en 4k antes en su retrato que en directo. Soul. Alma que se traspasa en el parabrisas de sus ojos intentando no derramar agua por ellos en Power, de empoderamiento femenino, uno sus proyectos, ya que no le gusta llamarles sencillos como tal. Igual que este año se ha hecho mayor de edad, veremos como el que viene se hará aun una mayor artista.
Como ya se ha consolidado Banks con su tercer EP, The boy who cried freedom (Interscope Records, 2017). Lo veo igual que en los videoclips, con su emblemático gorro a media asta, ahora color mostaza. El artista cambia el lienzo y empieza a plasmar la magia del soul sesentero mezclado con R&B con chispas africanas, teclado 808 y electrónica. El nuevo álbum cuenta con 26 canciones y hace el esfuerzo de deleitarnos tan solo con unas 15, incluida alguna que otra inédita que no han tocado nunca. La más coreada y tocada tanto al inicio como al final es Unholy war.
Part time love, Diddy boop o Sink or swim into monster son las más críticas con el egoísmo del ser humano, su parte más oscura y por eso lo dice con mucha luz. Joy está por detrás, grabando, admirando, coreando a Jacob al igual que todos nosotros. De hecho, el lienzo del pintor debe quemarle los colores, por la cálida y apasionada textura de Banks con un directo electrizante. Sentados, de pie, bebiendo, bailando, cada uno viaja en las canciones a su manera.
Todo son imágenes, las del pintor en sus lienzos, las de Banks en sus letras y la nuestra en nuestras caras ante una amalgama de crescendos a lo góspel. Jacob Banks nos penetra por el alma.








Autores de este artículo

Jessica Cobos

Miguel López Mallach
De la Generación X, también fui a EGB. Me ha tocado vivir la llegada del Walkman, CD, PC de sobremesa, entre otras cosas.
Perfeccionista, pero sobre todo, observador. Intentando buscar la creatividad y las emociones en cada encuadre.