Antes de iniciarse el concierto, roqueros seguidores de José María Sanz Beltrán ya habían tomado las primeras filas del espacio más cercano al escenario. Chupas tejanas, parches moteros, tupés y veteranía. No en vano, Loquillo lleva ya más de 40 años en este negocio. Fue la noche en que los herederos de los charnegos volvieron a tomar Pedralbes.
Puntuales se apagaron las luces a las 10 de la noche para dar paso a los músicos. Loquillo se presentó con sus viejos camaradas, fieles escuderos que le acompañan desde hace tiempo. Entre ellos, Igor Paskual, compositor destacado en sus discos en los últimos 20 años y una figura emblemática en su directo, que derrochó actitud rockera.
Comenzaron con Los buscadores, una declaración de principios en la que se reflejan en la tradición artística clásica, con citas a Ciorán y Stevenson, y en la que se definen como “vikingos leales a su clan”. Loquillo apareció vestido de negro de la cabeza a los pies, con un elegante traje que resaltaba su alta figura. Aprovechaba los momentos instrumentales para esbozar poses, cruzar el escenario o mirar a sus músicos desde la parte trasera del mismo.
Y no era para menos, el espectáculo desde allá arriba tenía que ser emocionante, pues la banda de Loquillo sonaba potente y redonda, un combo apabullante que seguía los contundentes ritmos marcados a la batería por Laurent Castagnet y en la que sus guitarristas, sobre todo Paskual, mostraban toda su dimensión de animales escénicos.
Aunque en Loquillo la actitud siempre es más importante que sus capacidades vocales, ofreció una correcta interpretación de sus temas, que durante la mayor parte del concierto se centraron en la segunda parte de su carrera, en el siglo XXI. Así, sonaron La Libertad y Sonríe, de su último disco, que, junto a El Último Clásico y Balmoral, el disco de su reinvención, allá por 2008, fueron las bases de su repertorio.
Hubo un recuerdo apasionado a uno de sus ídolos, Johnny Hallyday, a quien definió como “la mayor estrella del rock europeo” cuando interpretó Cruzando el paraíso, y también un saludo a uno de sus principales escuderos, Sabino Méndez.
Loquillo cerró la primera parte de la actuación homenajeando a los 80 con El Rey del Glam que, curiosamente, sonó con caja de batería electrónica, para hacerlos retroceder a aquellos años en una espiral retrofuturista.
Los bises fueron el momento para combinar piezas más modernas con los primeros éxitos de Loquillo y Trogloditas. Paskual hizo honor al título de Rock and Roll actitud con molinillos a la guitarra, para mayor gloria de Pete Townsend.
Cuando Alfonso Alcalá inició un riff de bajo que dio paso a La mataré, Pedralbes pareció hundirse con los gritos y aplausos. Loquillo miraba la reacción complacido, con una sonrisa de oreja a oreja desde el fondo del escenario. También sonaron en el tramo final otros dos grandes éxitos de sus inicios, como El ritmo del garaje y Cadillac solitario, jaleadas por el público.
Tras dos horas de concierto, Loquillo se despidió luciendo una camiseta de Elvis Presley mientras el rey sonaba en los altavoces con Can’t Help Falling in Love. Otro de sus habituales referentes, David Bowie, puso el punto final con su Rebel, Rebel, constatando el juego de espejos intergeneracional de la velada.
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1 comentario en «Loquillo: Recapitulación e impulso»
¡ Excelente texto y fotos, Óscar !