A veces lo mejor es pararse en seco y escuchar. Por eso de vez en cuando pedimos a lxs músicxs que se expresen y que cuenten su historia por ellxs mismxs. Sin guión, sin preguntas. Simplemente les damos espacio y ellxs hablan. Hoy es Malo Malone quien nos cuenta su historia.
Recuerdo cuando vivía en Caracas, una de esas tardes húmedas de clima montañoso, esa hora agradable cuando el sol del las seis o las siete calmaba el calor, y el trafico de la jornada. Acostado en el aire de mi cama voladora, hecha de tubos de agua, escuchaba música y fumaba algunos porros.
Recuerdo sin detalles que había un montón de objetos debajo de aquella cama, era mi mundo efímero, el cual se escondía de mí cuando me quedaba dormido y empezaba a soñar con música.
Recuerdo en la misma habitación, dibujos pintados por amigas o amigos que venían a mis ensayos donde todavía deben de sonar los ecos de mis primeras canciones.
Recuerdo mi reproductor negro y plateado Sony que me regalo mi tío, uno que tenia cedés y doble casettera la cual enredaba las cintas de mis mixtapes, con ello aprendí el arte de reparar cintas, recuerdo los cedés apilados encima de este aparato, y sobre todo un álbum en particular, Black Sunday de Cypress Hill, el cual todavía conservo.
Recuerdo que todos estos objetos alrededor de mi reproductor de cedés eran un altar de magia, el cual invocaba mi imaginación al escuchar música, arriba de este altar un afiche viejo con el poema Si…, de Kipling.
Recuerdo una madrugada caraqueña, una fila de jóvenes ansiosos, los nervios de un examen de admisión, un conservatorio musical en forma de catedral en ruinas, a un desconocido que me invito a estar a su lado para evitar la muchedumbre que se empujaban para estar de primeros, Ese era Robert que después tocaría la batería en la banda Soma Raza, y que recorrería el mundo conmigo durante mas de diez años.
Recuerdo rompiendo un pasaje de vuelta a casa frente al banco de España en la Plaza Catalunya, donde empezaron mis pasos perdidos.
Recuerdo la Barceloneta cuando tenia piedras en vez de arena, y el gato de botero que esta en el Raval estaba en el Carrer del portal de santa madrona.
Recuerdome cantando con Dj Merey, cuando las sesiones del Caníbal Sound System estaban empezando, y como todo el publico se montaba en el escenario al final de la sesión.
Recuerdo un rave en Canés, pero sobre todo la mañana siguiente, la cara de mi amigo Dj Inspecta molido y recostado en el asta de una bandera, que no tenia bandera, y mi gran amigo Mc R-vee, tirado encima de las piedras de las playas de la costa azul riéndose a carcajadas de su resaca, sobre todo recuerdo el color de la luz, de un tono cian purpurino y los destellos del sol sobre el agua que me quemaban la pupilas, y nosotros, sin ninguna vergüenza, contrastando el ambiente ricachón y opulento de la zona vestida de lino blanco.
Recuerdo las mariposas en el estomago cada vez que me voy a montar al escenario, y como invade la emoción todo mi ser, justo el minuto antes de entrar para actuar encima de las tablas de madera y, lo rápido que pasa todo alrededor como si la vida en ese momento estuviera en cámara rápida.
Recuerdo mis botas militares bañándose con mi sudor, mientras cantaba en algún club de Praga, la mirada penetrante de aquella desconocida que me estudiaba sin entenderme, que jalo mis pantalones con ganas de sacudirme mientras bailaba al ritmo del drum and bass y del momento.
Recuerdo un vuelo cancelado por capricho de algún volcán Islandés, un promotor estresado, un taxi compartido con dos señoras muy gordas, y doce horas de carretera de hielo y mi amigo MC Super Tee entre las dos refinadas damas intentando dormir diciendo, Ragatek, what a fuck!
Recuerdo en el cementerio de Skogskyrkogården de Estocolmo, donde enterré al viejo Ragatek MC, antojado de enterrarlo al lado de Greta Garbo. Ese mismo día salí de allí vestido de El Malo Malone, personaje con el cual todavía estoy al sol de hoy.
Entonces vuelvo atrás muy atrás y recuerdo mi primera guitarra de marca Montoya, de color vino tinto, que para poder pagarla estuve todo un verano haciendo flanes de coco para las amigas de mi madre.
Recuerdo bebiendo un vino tinto con mi amigo Oliver que era bajista de Soma Raza en algún barrio de París y que el color de ese vino me hizo recordar con tristeza mi primera guitarra. Qué habrá sido de ella…
Recuerdo mi futuro, por eso lo anhelo tanto. En él me veo haciendo música, pero no solo música, también sueño historias, mundos internos plasmados en celuloide, personajes adjetivos, paradojas, color.
Me veo en los escenarios y las tramoyas, y me pierdo en ese recuerdo de algo que va a suceder. Escucho mi próximo álbum con la nostalgia de un pasado que esta en el futuro, y lo replico (o al menos lo intento). A veces me pregunto si lo que esta sucediendo hoy es solo un recuerdo.
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