Se apagan las luces de la sala y saliendo entre bambalinas aparece un presentador invitado, cubierto con una gorra calada de piel negra. Está nervioso e ilusionado, lo confiesa. Las primeras palabras son para recordar que el proyecto Mamas Gun, cumple diez años y que siguen presentando su última obra Golden days (Monty Music, 2018). La gira española ha recalado en Murcia y Madrid, terminando exitosamente en el Jamboree Jazz barcelonés. Sin alargarse demasiado, alaba entusiásticamente la calidad de la banda hasta el punto de considerarla la mejor del panorama actual en su estilo; concreta el poco caso que se ha hecho en este país a su reciente y memorable obra, destacando a Steely Dan como referente, y los emparenta también con el soul más sincero (se escucha algún grito de aprobación en el abarrotado club). Segundos después da paso al grupo, con sede en Londres, liderado por el simpar Andy Platts, alma máter del grupo.
Considerar haber visto, en el mes de marzo, el mejor concierto de 2019 es temerario, sin embargo contemplarlo como el más honesto, no distará mucho de la realidad final.
Observando las prestaciones de Platts y su banda, no entendemos la dificultad de encuadrarlos en eventos más multitudinarios (aunque es preferible disfrutarlos de cerca) no pudiendo aprovechar el inmenso talento atesorado más a menudo. La calidad de Andy Platts como cantante y compositor o el singular nervio de Dave Oliver a los teclados (una reencarnación de Ray Manzarek), son suficientes motivos para ofrecerles canchas de mayores dimensiones, aunque, como apuntábamos, sea en detrimento de la proximidad. Quizá al público este problema no les importe, pero a productores, managers, etc, puede que sí; motivos pecuniarios, ya me entienden. Mención especial merecen el resto de los músicos y responsables de sonido, tanto Dough Hunt (técnico oficial del grupo) como Pol uno de los habituales residentes. Tapados e imprescindibles subalternos, sin ellos la vida sonora no existe
Mamas Gun ha elegido para estos conciertos un repertorio basado casi en su totalidad en Golden days, utilizando, además, alguna pieza pretérita, como la magnífica Pots of gold, extraída de su primer álbum Routes to riches (Monty Music, 2010), y una sorpresa en forma de cover de la que hablaremos posteriormente.
Del mismo modo que empieza el disco, aunque sin los llantos del bebé, You make my life a better place, fue el primer dardo clavado en la diana. La inicial demostración de que, a pesar de no tener los medios de producción del estudio, en directo suenan igual de bien o casi más chispeantes. El segundo impacto fue el fabuloso estado de forma de la voz de Andy Platts. Lució un falsete ideal, heredero de Curtis Mayfield, durante toda la noche, permutándolo con garra enormemente melódica. Platts no necesita máscaras tipo autotune, su preciosa voz brota natural, jugosa, ligando frases sin apenas respirar, con una facilidad para el legato asombrosa. El techo ya lo tocó en la segunda pieza, I need a win, desparramando facultades por doquier en una milagrosa composición que debería escucharse en todas las escuelas para saber de qué manera se puede tejer una canción perdurable, un servidor la considera el punto álgido del pasado 2018.
A dicha perla, le siguieron On the wire (pletórico el desinhibido Oliver) la sensible Diamond in the bell jar, Pots of gold, The spooks, Let`s find a way, pieza con olor a Lennon/McCartney, Strangers on the street o la fenomenal London girls, con el espíritu de The Impressions sobrevolando la mítica cava jazzística.
En el desenlace sonaron Golden days, This is the day y una sorpresa inesperada para el encore: la superior Yes we can can de Allen Toussaint, enaltecida por The Pointer Sisters en 1974. Parecería que coser una versión de este clásico sin las voces de las colosales californianas sea misión imposible, pues Andy Platts y los suyos lo hicieron de manera primorosa. Cruzaron el funky y el soul para deleite de un público entusiasta. Los que conocían a la banda volvieron a quedarse embobados y los recién llegados pasmados, hay vida más allá del discurso comercial.
Un show completísimo, ecléctico, en el que Platts se mostró fascinado por el cariño recibido, criticó el “bad Brexit”, encajó los pasos rápidos o lentos con precisión suiza y donde ni sobró ni faltó nada. Conjunción perfecta entre la old school y las noveles tendencias.
Si el pajarillo parlanchín no nos engañó, Platts pretende volver pronto con otra propuesta: la sorprendente combinación Young Gun Silver Fox, prohibido perdérselo.
Mamas Gun ofrecieron una cátedra de modernidad bien entendida. Esa me la quedo in aeternum.
Autores de este artículo
Barracuda
Marina Tomàs
Tiene mucho de aventura la fotografía. Supongo que por eso me gusta. Y, aunque parezca un poco contradictorio, me proporciona un lugar en el mundo, un techo, un refugio. Y eso, para alguien de naturaleza más bien soñadora como yo, no está nada mal.