Ziggy Stardust se cansó de ser extraterrestre y decidió acabar con la banda el 3 de julio de 1973, para sorpresa de los espectadores congregados en el Hammersmith Odeon, y congoja de los propios músicos. A partir de ahí, David Bowie y sus múltiples encarnaciones. Algo parecido ha tramado Myriam Swanson con su último disco, Calígula. Adiós a la música de mediados del siglo XX y bienvenidos a una propuesta que bebe de los 90, en un cambio de ritmo que afirma ser sin retorno.
La Nau se mostraba expectante ante la presentación del disco de la Swanson. Lo curioso es que se encontraban algunas de las personas que habían formado parte de previas propuestas de la intérprete, tanto en el escenario como entre el público. En el escenario, acompañada del productor y coautor Martín García Duque, a los teclados y voces; Riki Froutchman, escudero y cocompositor, a la guitarra; Paco Cerezo al bajo y Charly Sardà a la batería. Un cuarteto instrumental que ofreció un gran nivel de ejecución del nuevo repertorio.
A pesar de que parece decidida a quemar las naves, Myriam Swanson se mostró igual de divertida, burbujeante e irónica que en vidas pasadas. Incluso llegó a afirmar que debería aprender a contenerse y hablar menos en esta nueva etapa. ¿Hay que adecuarse a lo que se espera de una en el circo de la música independiente? Sólo ella tiene la respuesta.
Empezó el concierto igual que su disco, con la contundente Free To Go, que es, con motivo, el primer single del disco. Sonó menos producida y más orgánica, pero fiel en su espíritu a la original.
Entre sus temas originales, versión de The Guns of Brixton, de Clash, ocasión para el lucimiento de Cerezo a las 4 cuerdas, y otra canción que Charly Sardá comenzó con el envolvente ritmo de batería prestado de Lust For Life, de Iggy Pop, que después se desveló como Walk Like and Egiptian, de The Bangles. Y en ese momento, se produjo una revelación. La del poder eterno de las melodías pop perfectas.
También hubo un momento intimista, en la interpretación de Reverie con Jordi Mena de invitado, a la guitarra, que fue como un guiño al camino recorrido juntos, antes de la reinvención.
Del trabajo de músico se ve el confetti y la celebración. Hay muchas más luchas internas y externas que se esconden tras la luz de los focos. Seguro que la Swanson conoce de las dificultades para abrirse camino en un mundo despiadado y cruel.
Afirma que su nuevo motto es la libertad como norma y la reivindicación del disfrute. Ha decidido quemar las naves, en un apuesta por no mirar atrás. Le deseamos fuerza, inspiración y constancia para seguir navegando en el difícil mundo de la música. Tiene los mimbres y los acompañantes adecuados para esta nueva singladura.






Autor de este artículo
