No todos los días se tiene el privilegio de ver actuar a una leyenda. Volvía Patti Smith a los Jardines del Palacio de Pedralbes de Barcelona, de la mano del ciclo de conciertos Les Nits de Barcelona. Aire solemne, en una ubicación privilegiada, para una actuación de tal calibre: resulta difícil imaginar un supuesto mejor. Recibida de pie por un clamor, entró con un ramo de flores que procedió a oler antes de, sin apenas pestañear, arrancar con el jovial rock de Summer Cannibals, una genial declaración de intenciones más propia de un fin de fiesta. A sus setenta y siete años, la de Chicago sigue desprendiendo una vitalidad contagiosa, una especie de aura con la que reconoces al instante estar ante una artista irrepetible. Acompañada por una perfecta noche de verano, prosiguió con Redondo Beach, enamorando a su público desde el principio. Así se vivían los primeros instantes de una actuación mágica, en la que pudimos comprobar una vez más por qué Smith es una leyenda viva de la música.
Lo es por ser y haber sido siempre una cantante sin complejos que, a pesar de poseer un cancionero de lo más extenso, no duda en llevar a su terreno temas de otros compositores a modo de reconocimiento. Le es indiferente si se trata de una diva del pop actual como Lana Del Rey o alguien que a priori se le asemeja más, caso de Kurt Cobain. Cautivó con la versión del hit Summertime Sadness, durante el cual el tiempo pareció pararse por el peso de sus propios versos, las rosas proyectadas sobre el palacio y la sentida interpretación que ofreció. Confesaba Patti que el tema le recordaba al romance vivido con su fallecido marido Fred “Sonic” Smith. Su ya clásica cover de Smells Like Teen Spirit sirvió para cerrar el set con rabia, haciéndose casi propia la icónica canción de Nirvana. Como no, minutos antes había versionado también a su amigo Bob Dylan, con una excelente Man in the Long Black Coat.
Es leyenda por llevar la justicia social siempre por bandera y revindicar la libertad de los pueblos oprimidos. A modo de chamana, dedico la tribal Ghost Dance a la etnia indígena americana de los Hopi y a todos los refugiados del mundo, invitando al conjuro colectivo mientras agitaba sus brazos, con las penetrantes frases “we shall live again” y “shake out the ghost”. También estuvo presente el recuerdo a Rachel Corrie, activista pro-palestina asesinada hace veintiún años por el ejercito israelí. A ella le dedicó Peaceable Kingdom, acompañada de los gritos del público a favor de una Palestina libre.
Rebosa generosidad, convirtiendo su actuación en un acto de homenaje hacia sus seres queridos. Medio obligado, sacó al escenario al hombre que por primera vez la trajo a actuar a Barcelona en el año 1976, a quien ya había dedicado unas cariñosas palabras minutos antes. Tampoco duda en ceder protagonismo a su banda – compuesta por colaboradores históricos como el batería Jay Dee Daugherty o su propio hijo Jackson a la guitarra – haciéndose a un lado o directamente saliendo del escenario para su lucimiento, como en la fantástica versión de Fire de Jimi Hendrix. El que fuera su marido y padre de Jakson, Fred Smith, estuvo presente durante todo el concierto, dedicándole buena parte del repertorio escogido.
Pero, sobre todo, Patti Smith es leyenda por ser una artista inconfundible, capaz de juntar y emocionar a varias generaciones. A veces cantando, otras casi recitando, su dicción es cruda, penetrante y llena de honestidad. En ocasiones llega a asemejarse a una predicadora, como en Pissing in a River, donde su oratoria enloquecida enciende a sus seguidores. About a Boy, con un espectacular trabajo a cargo de la sección rítmica, fue otra de las más destacadas, sin por supuesto olvidar la comunión vivida en el buque insignia Because The Night. No importó que, puede que fruto de la efervescencia del momento, errase en la entrada ni que no le saliese su mejor interpretación del tema: emocionó a un público que rompió en aplausos y gritos enloquecidos.
Llegaba el bis y el setlist indicaba que era el turno del himno People Have The Power, pero Patti cambió de planes. La sustituyo por otro tema mítico de su debut Horses (1975), Gloria: In Escelsis Deo. Si bien nos quedamos con la espinita de escuchar el tema previsto, no podemos decir que el recambio nos dejase a medias. El crescendo fue apoteósico, con nuestra maestra de ceremonias cantando desatada ante los fieles que dejaban sus asientos para agolparse delante del escenario y compartir un instante único con ella. G-L-O-R-I-A. Poeta reconvertida en cantante, madrina del punk, escritora – tal y como indica su perfil de Instagram – o, simplemente, Patti. Las definiciones y adjetivos siempre se quedarán cortos para describir a una figura única en la música y en todas las demás facetas que aborda. Esperemos que nos queden otras muchas noches memorables por disfrutar con ella.
Autores de este artículo
Mikel Agirre
Montse Melero
Hacer fotos es la única cosa que me permite estar atenta durante más de diez minutos seguidos. Busco emoción, luces, color, reflejos, sombras, a ti en primera fila... soy como un gato negro, te costará distinguirme y también doy un poco menos de mala suerte.