Paso a paso, sin prisa, pero sin pausa, El Molino se está convirtiendo en un templo de la música en directo. Templo por la programación, que muestra criterio y respeto hacia la buena música, sea del estilo que sea, en una concepción que defiende la sacralidad de este arte. Aparte de ese buen hacer, El Molino cuenta con otro aliciente, que es la cercanía con el artista. Sea cual sea el sitio en que te ubiquen al llegar, podrás disfrutar del concierto como si estuviera tocando para ti. En actuaciones eminentemente acústicas, como fue en el caso de Tom Skinner, esa sensación es imbatible.
Situemos un poco a Tom Skinner, batería fundamental de la nueva escena de jazz británica, que ha colaborado con luminarias como Shabaka Hutchings en el seminal Sons Of Kemet, o que participa en The Smile, el proyecto más vanguardista y prolífico de los dos líderes de Radiohead, Thom Yorke y Jonny Greenwood.
Parecería que, como suele acontecer con los baterías, Skinner asume el rol de complemento de los responsables de crear la música de los proyectos en los que interviene. Tras verle en directo con su quinteto, ese prejuicio se desmonta por si solo.
Al igual que la última aventura de su ex compañero y amigo Shabaka Hutchings, Skinner se presenta en directo con una formación realmente inusual. A su derecha, los graves, con un contrabajo y una chelista que fue una de las reinas de la noche; a su izquierda, los agudos, con dos saxofonistas que también se alternaban en el uso de flautas. Y él, en medio, con su batería, como el elemento aglutinador y secuenciador de las interpretaciones de sus camaradas.
Si, aparentemente, la configuración de este quintento podría sorprender, lo cierto es que la interrelación entre los diferentes músicos, las sonoridades de sus instrumentos, acompansados por las polirrítmias de Skinner, fueron no solamente orgánicos sino que se diría que hasta lógicos, en la recreación de las piezas que componen su disco Voices Of Bishara y, siguiendo la buena tradición del jazz, con la adición de numerosas piezas en primicia que formarán parte de su nuevo trabajo, previsto para 2025.
Con influencias de Coltrane, Can y de esos grandes olvidados del jazz de los 70 en el Reino Unido, el Keith Tippett Group, Skinner y los suyos crearon pasajes realmente subyugantes, imprevisibles y llenos de detalles. Hay que destacar la labor del lider del combo a los tambores. Sin ninguna intención de protagonismo, sin grandes solos que demuestren sus capacidades, Skinner dedica su dominio del instrumento, que es mucho, a buscar la sonoridad que mejor case con cada pieza que ofrece. Su percusión es refinada, elegante, sorprendente, hipnótica y, sin duda, cool.
Terminó el concierto y el batería nos recibió a la salida para vender sus discos y departir con la audiencia. Está claro que, para él, no se trata de un proyecto secundario, sino que es una gran vía de expresión para sus inquietudes musicales. Visto lo visto, esperamos grandes cosas de Skinner y los suyos en este 2025 que ya se acerca.
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