A Tuk Smith & The Restless Hearts se les pueden achacar un montón de defectos y, al mismo tiempo, perdonarles por adorar a sus idolatrados precursores, indiscutibles locomotoras de su incipiente camino musical. En el Razzmatazz 3 (cierre de la gira de ocho conciertos por tierras españolas), que registró una muy buena entrada, ofrecieron lo mejor y lo peor de un legado que no llega ni a los cinco años de vida.
Es innecesario incidir en el lema “todo está inventado”, ya que show tras show o grabación tras grabación, así lo demuestran. La única solución a perecer en esa trampa, es concebir canciones pegajosas que eviten la comparación con los antecesores, que sí las crearon. El de Atlanta (anterior frontman de Biters) y sus compinches tuvieron un excelente debut con el single What Kinda Love (2020) y un valioso primer disco, Ballad Of A Misspent Youth (2022). No obstante en la segunda entrega, Rogue to Redemption (2024), las pilas han sufrido cierto desgaste. No estamos hablando de un mal trabajo, pero la falta de ideas empieza a emerger.
Se les ha comparado con Cheap Trick o T. Rex, uno incluiría, también, a Slade, Gary Glitter y cualquier cosa que huela a glam rock, incluido David Bowie, sólo faltaría. El problema es que ese mejunje (cuya duración no excedió de los 75 minutos) nunca acabó de cuajar del todo. Smith se lo creerá, sin embargo, sonó a falsedad. Ni él mismo podrá negar que la introducción de Ballad Of A Misspent Youth (repetimos) es clavada al The Jean Genie de Bowie o que What Kinda Love (uno de sus hits) la podrían haber firmado Daltrey & Townshend. De todas maneras, el máximo déficit de la banda reside en Tuk, chulesco entertainer al que le gusta dar la nota y sentirse único faro de la función.
En la apertura, con las melenas al viento, atacaron furiosamente Little Renegade y el amigo Tuk mandó parar. Alguna contrariedad en la batería les impidió seguir, la pausa duró poco. Reanudaron la descarga, con aparente normalidad, empalmándola (estilo Ramones) con Glorybound, dos de sus nuevas creaciones para ir entrando en calor. Continuaron con Same Old You, pero seguían las contrariedades. Cabreado, Smith soltó la queja (no hablaremos de ella) y espetó: “spanish way”. En un principio, pareció que el público se giraba en su contra. Pasados dos temas, todo volvió a la normalidad, de todos modos, sus toscas maneras siguieron presentes en el cerebro del que escribe estas líneas; quizá de alguno más.
No vamos a discutir lo bonito que resulta acordarse de los excelsos guitarrazos del portentoso Mick Ronson (Girls On The East Side Of Town o Everybody Loves You When You’re Dead), ni de cualquiera de los recuerdos antes nombrados (el look simpatiza), ni tampoco del buen trabajo de los músicos; estos detalles salvaron la actuación. Aunque, si nos ponemos a detallar trabas (vale la pena), empezaríamos discutiendo sobre la monotonía del discurso sonoro (la variedad de referentes no equivale a regodeo) y la poca seducción mostrada por el “capo”, un lastre desautorizado.
El sendero a recorrer es muy largo. Tienen suficiente tiempo para corregir entuertos y topar con un tono diferencial. Existe base, sólo necesitan identidad y algo de modestia. La audiencia les aupó para conseguirlo.
Autores de este artículo
Barracuda
Montse Melero
Hacer fotos es la única cosa que me permite estar atenta durante más de diez minutos seguidos. Busco emoción, luces, color, reflejos, sombras, a ti en primera fila... soy como un gato negro, te costará distinguirme y también doy un poco menos de mala suerte.