A veces lo mejor es pararse en seco y escuchar. Por eso de vez en cuando pedimos a lxs músicxs que se expresen y que cuenten su historia por ellxs mismxs. Sin guión, sin preguntas. Simplemente les damos espacio y ellxs hablan. Hoy es Pajaro Sunrise quien nos cuenta su historia.
No tengo ningún derecho a quejarme. Escribir canciones me ha permitido vivir cosas que probablemente de otra manera no hubiesen estado al alcance de un ragazzo de provincias criado en una familia corriente: he viajado por medio mundo, he conocido a gente fascinante, me he sentido mucho más querido de lo que creía merecer y, por encima de todo, la mayoría del tiempo he tenido la fortuna de manejar a mi antojo mi propia vida.
No es poco. Pero dudo que alguna vez haya logrado sentirme satisfecho. Al recuerdo de entrar en una discoteca enorme de Osaka y encontrarme con dos o tres mil personas bailando una remezcla de Automatic como si se fuera a acabar el mundo se le superpone el recuerdo de una noche de diluvio en un polígono industrial de Córdoba, tocando para siete u ocho valientes durante una gira infame de Girando Por Salas (GPS). También recuerdo la incredulidad de oír mis canciones en la BBC, Nova o CNR, y la frustración por la indiferencia de las radios nacionales; al público entusiasta que me ha acompañado durante estos años, y la dificultad para conseguir salas en las que tocar para ellos en buenas condiciones.
Nunca he sido capaz de conciliar los dos extremos. Quizá ése sea el principal motivo por el que, a pesar de que hacer música aún es mi modo de vida y prácticamente lo único que se ha mantenido estable desde que tenía 18 años, siga sin creerme mucho de este mundo y poco a poco me haya ido alejando de los eventos, de la escena, de todo lo que siento como superficial y vacío en eso que llaman indie y donde, sin saber muy bien cómo, aterricé cierto día de noviembre de 2006 en que se publicó el primer disco de Pajaro Sunrise.
Ahora, doce años y un puñado de discos después —muchos míos, algunos de otros—, no me arrepiento ni de un solo paso, pero sé que cuando llegue el momento de decir chaíto no nos echaremos mucho de menos —la escena y yours truly, quiero decir—. Y si alguna vez el destino o el algoritmo de Spotify nos junta de nuevo, nos saludaremos civilizadamente, recordaremos los días grandes y luego proseguiremos nuestro camino pensando ‘pero, ¿de qué me suena a mí esa cara?’.
Imagen de portada © Maruxa Caeiro
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