Colas infinitas. Hordas de metaleros con camisetas negras se dan cita en el Estadi Olímpic Lluís Companys –que albergará a casi 50.000 personas– para vivir la experiencia de ver en concierto a Iron Maiden. Con más de 40 años de carrera y 17 discos a sus espaldas, un repertorio plagado de himnos podría durar horas. Todos sabemos los temas que no faltarán, pero cada uno vamos diseñando nuestro propio setlist de ensueño en nuestra cabeza.
Les acompañan la banda australiana de hard rock Airborne y el metal sinfónico de los holandeses Within Temptation. El público expectante. Ellos, puntuales. Suena una intro. Doctor Doctor de UDO. El escenario se enciende y nos traslada a algún paraje del Japón tradicional, lo que nos anticipa que los británicos van a abrir su concierto con temas de su último trabajo Senjutsu. Del japonés “táctica” o “estrategia”, aunque también puede referirse a habilidad, técnica, truco o magia (la que les sobra a ellos), empezar con la homínima Senjutsu supone un inicio de show valiente, dejando claro que los temazos son los temazos, pero que respetan su nuevo trabajo. ¿Cuántas bandas abren un concierto con tres canciones nuevas cuando tienen más de cuatro décadas de éxitos?
La arquitectura japonesa que ambientaron Senjutsu, Stratego
Suena el Revelation de los lejanos ochenta y para Blood Brothers la multitud ya está en llamas. Sobrecogedor como las miles de personas tararean y cantan al unísono, todos con los ojos pegados al escenario y pantallas gigantes. La magnitud del evento te inunda y te hacen sentir pequeño a la vez que enorme. Pocos móviles se ven desde la pista o las gradas. Muchos brazos, cervezas y manos cornutas en alto.
Su nombre y artwork han adornado paredes, camisetas, chalecos y todo tipo de ropa y complementos durante más de 40 años. Con varios cambios e idas y venidas en formación y popularidad, Iron Maiden consigue mantenerse sin una pizca de óxido relevante, y contentar a un fanbase leal, pero también exigente.
Sing Of The Cross es el último guiño a los 2000, dando paso a los himnos por antonomasia de la banda. La siguiente es efectivamente la parte en la que todos nos dejamos la voz. Los hits se suceden vertiginosamente. Flight of the Icarus, Fear of the Dark, Hallowed by the name, The Number
Bruce aparece cantando detrás de unos barrotes, manipulando dos lanzallamas, a cuestas de una cruz gigante o una bandera pirata… pirotecnia, humo, cambios de vestuario, ahora aparece de la nada un demonio hinchable gigante que llega de lado a lado del escenario, ahora cae una soga del techo; sin olvidarnos de Eddie, la mascota del grupo, con quien se enzarza en una pelea de espadas. El delivery de los músicos es excelente, Bruce Dickinson imparable, pero la virtuosidad no es suficiente y la banda hace despliegue absoluto en lo que se convierte en un show de una teatralidad inigualable.
Para los bises han reservado parte de lo mejor. The Trooper, The Clansm
Autores de este artículo
Claudia Blasco Garcia
Aitor Rodero
Antes era actor, me subía a un escenario, actuaba y, de vez en cuando, me hacían fotos. Un día decidí bajarme, coger una cámara, girar 180º y convertirme en la persona que fotografiaba a los que estaban encima del escenario.