Logan Richardson
Conservatori del Liceu, Barcelona, 19 de octubre 2017
El Conservatori del Liceu abrió sus puertas para acoger las primeras actuaciones (incluidas las ‘master class’ habituales) correspondientes al 49 Voll-Damm Festival Internacional de Barcelona. Lo hizo con dos ‘sopladores’ de postín, pertenecientes a la misma generación, los nacidos a principio de los 80, que pretenden dar colores distintos al sonido de los metales jazzísticos.
A pesar del gran nivel brindado el pasado año junto a Christian Scott, a quien casi ensombreció, y de presentar su reciente trabajo, Shift (Brain Child World, 2017) grabado para Blue Note Records, el público no respondió a la convocatoria. Una lástima, el sonido se enfrió más de lo habitual en una sala ya de por sí inadecuada para conciertos con pocos músicos en el escenario, y el ambiente creado no fue el idóneo. A pesar de todo, Logan Richardson, ofreció un show meritorio demostrando sus enormes cualidades en el arte de tocar el saxo alto. El de Kansas inicio su ‘set’ con una especie de tríptico sin pausas donde incluyó Pacing idiosyncrasies, Creeper y Alone, estos dos últimos temas pertenecientes a su última entrega discográfica.
Con esta introducción, Richardson ya dejó entrever sus cartas: un notable dominio del instrumento, concentración máxima y estilo fusionado al que no le disgustan los sonidos rockeros. Si en el citado Shift los laureles se los llevó el ilustre Pat Metheny, en directo es el ucraniano Igor Osypov el responsable de esos riffs protagonistas de casi toda la función. Competir con Metheny es complejo pero, a pesar de todo, el ucraniano no se arrugó y consiguió sacar de su guitarra punteos muy bien estilizados. Stephane Adsuar, batería, y Paco Charlín, bajista y substituto del anunciado Max Mucha, no le fueron a la zaga. El discurso musical empleado fue compacto, sin veleidades inútiles ni ‘solos’ fútiles, con un protagonismo claro del saxo, aunque dando siempre cancha a todo el trío acompañante.
Logan Richardson sabe crear atmósferas melódicas gracias a su gran capacidad de tocar a penas sin respirar; un torrente de notas sin final anunciado. Se me antoja que podría ser un gran compositor de bandas sonoras, escuchen Wanting de su álbum Ethos (2008) y lo entenderán. Por el momento su empeño está en consolidar una carrera en solitario y seguir creando páginas sonoras para cambiar estereotipos. “We are shift”, proclama al despedirse, y no se equivoca, él forma parte del cambio agarrado al Free pero sin olvidar el clasicismo. Un futuro prometedor.
Ambrose Akinmusire Quartet
Conservatori del Liceu, Barcelona, 20 de octubre 2017
Un día después, la trompeta tomó el relevo al saxo. Desde la última aparición de Ambrose Akinmusire en el festival (Voll-Damm 2015) su evolución ha sido tan positiva que con solo treinta y cinco años, es ya uno de los trompetistas referenciales de la actualidad. Esta vez los melómanos con buen gusto no fallaron y el Conservatori del Liceu mostró sus mejores galas. Al igual que su camarada de vientos, el californiano nacido en Oakland, también presentaba disco; en este caso el que grabó en el Village Vanguard neoyorquino con 14 títulos inéditos titulado A rift in decorum: Live at the Village Vanguard (Blue Note Records, 2017), grabación que ocupó gran parte de una prodigiosa perfomance. Akinmusire atacó la introducción de Backstory of the lady who hugged glaciers algo frío, pero sólo fue un mero calentamiento, la evolución de la pieza le fue enardeciendo hasta llegar a un punto perfecto que ya no abandonaría.
Ambrose reunió para la ocasión a la misma banda con la que grabó en New York: Sam Harris al piano, Haris Raghava al contrabajo y Justin Brown a la batería, un lujo. A ninguno de ellos le hizo falta ningún tipo de exhibicionismo baldío para demostrar sus cualidades. Harris estuvo prodigioso en sus conmovedoras intros, mientras que Raghava se lució en Condor de manera casi expresionista. El estrafalario de Justin Brown (al que deberíamos dar de comer a parte) contribuyó con una aportación que puede ser calificada de maestra. Duro pero comedido, consiguió sacar refulgentes sonidos de sus platos y se embarcó en un tour de force con Akinmusire impagable. Umteyo, atronó como si te fuera a despedazar prácticamente con tan solo dos notas de trompeta y la salvaje embestida del baterista. Eufonías florecidas de la naturaleza, lo atonal convertido en belleza. Distorsiones de altos vuelos.
Joan Cortés, fotógrafo y melómano de pro, afirmaba al finalizar la catarsis que habíamos visto el concierto del Festival; quizá sea demasiado pronto para afirmarlo, pero lo cierto es que el Ambrose Akinmusire Quartet, ha puesto el listón por las nubes.
Autores de este artículo
Barracuda
Oliver Adell
Me gusta viajar, la buena compañía y, sobre todo, la música; en especial el jazz. Fotógrafo de eventos, conciertos, bodas y lo que surja. Me gusta fotografiar no solo el instante sino la emoción de lo que hay detrás.