En la historia de la música popular, han existido pocos genios verdaderos. Uno de ellos nació en Granada y nos dejó hace casi siete años. Se llamaba Enrique Morente. El granadino, destrozó los cánones del flamenco más ortodoxo con aquel memorable Omega (1996) junto al grupo Lagartija Nick y se convirtió en leyenda. En aquella histórica grabación, le acompañaba una chiquilla de quince años, su hija mayor Estrella. Con el flamenco en la sangre, aquella doncella ha construido una carrera que la ha convertido en una cantaora de tomo y lomo. Posiblemente no renovará el género a la manera de su padre, pero va camino de convertirse en un referente para las nuevas generaciones. Su presencia física sobrecoge solo verla aparecer, su voz florece para que emanen lágrimas. Turbación.
Estrella Morente inauguró en el Palau de la Música Catalana el ciclo De Cajón!, sección flamenca perteneciente al 49 Voll Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona. Fuentes de la organización me anunciaron que Estrella estaba muy alborozada y confiada antes de comenzar el concierto, apunte traducido en el escenario donde se dejó toda el alma.
Sus primeras palabras fueron de gratitud al Palau, y de recuerdo a su padre, quien se sentía como un catalán más a pesar de sus orígenes andaluces. La escoltaron cinco miembros de la familia, los músicos con los que se siente más a gusto, encabezados por el guitarrista José Carbonell ‘Montoyita’. Juntos alcanzaron el cielo en un par de dúos excelsos. A pesar de haber jugado con otro tipo de géneros, dedicó todo el espectáculo al flamenco más puro, iniciándolo con unas estupendas alegrías. La taranta Soy del Reino de Almería, que bordaba Enrique, sonó a gloria bendita, como A Lola, sevillana en homenaje a Lola Flores que entonó blandiendo un precioso abanico blanco y dedicó a su abuela y musa Rosario (presente en la sala).
Entre respiro y cambio de atuendo, brindó tiempo para el lucimiento de ‘Montoyita’, el enérgico cante de Antonio Carbonell y los escarceos rap del percusionista Pedro Gabarre ‘Popo’. Pletórica hasta el final, tuvo tiempo de embelesar con Moguer, unas bulerías bellísimas: “el dormir es como un puente que va del hoy al mañana, por debajo como un sueño pasa el agua, pasa el alma, pasa el alma, pasa el alma”. Los tangos En el alto del cerro de Palomares y la ineludible Volver, aquel tango argentino de Carlos Gardel versionado en la película homónima de Almodóvar.
Una ceremonia flamenca, cuidada hasta el último milímetro, iluminada por una indiscutible estrella en estado de gracia y madurez.
Granada, contigo me casaría esta primavera
Autores de este artículo
Barracuda
Oliver Adell
Me gusta viajar, la buena compañía y, sobre todo, la música; en especial el jazz. Fotógrafo de eventos, conciertos, bodas y lo que surja. Me gusta fotografiar no solo el instante sino la emoción de lo que hay detrás.