Hay músicos de jazz —y de otros estilos también— que no consiguen estar a la altura cuando cambian de estilo. Se pasan, por ejemplo, al jazz fusión y acaban firmando trabajos indigeribles o, cuanto menos, muy por debajo de su versión más brillante. No es el caso de Chris Potter, jazzman que, sin bajar el listón, tanto puede colaborar en una joya preciosista del sello ECM —con Paul Motian, por ejemplo—, liderar un proyecto en el mismo sello alemán, presentarse en formación de cuarteto, old style, con el exquisito David Virelles o encabezar un proyecto electrificado, Underground, de fusión en su acepción más exploradora.
El trío inédito con el que se presentó en el Voll Damm Festival Internacional de Jazz de Barcelona era en una línea cercana a Underground, pero sin el apoyo de ningún instrumento armónico. Le acompañaban Reuben Rogers, al bajo, y Eric Harland, a la batería, dos músicos que, como Potter, navegan con soltura en diferentes escuelas del jazz. Podría haber sido una sesión con instrumentación acústica, sin efectos electrónicos de ningún tipo, y hubiera mantenido el mismo nivel de contundencia sonora del aún sin disco nuevo trío eléctrico de Chris Potter. Hubo garra, energía y volumen, mucho volumen, demasiado quizá, desde la primera nota; brío sin concesiones en una exhibición de acrobacia sonora de proporciones majestuosas; virtuosismo a raudales, como es costumbre en un estilo tan dado, a veces, al exhibicionismo churrieresco.
Pero también hubo buen gusto y profundidad, incluso, en algunos momentos, cuando el saxofonista de Chicago recurrió al uso de bases y/o efectos electrónicos; por ejemplo, en Green pasture, pieza de melodía lírica y compás seductor. Otras, por el contrario, fueron un verdadero ejercicio de musculatura sonora, con más luces que sombras, sobre todo en la larga pieza que abrió la sesión: una versión del Synchronicity de The Police. En diferentes composiciones, sobre todo hacia el final del concierto, primó la calidad de los instrumentistas en el papel de solistas, empezando por Chris Potter y acabando por el gran Eric Harland, protagonista de una improvisación torrencial, casi épica, hacia el final de la velada.
Sorprendió también el excelente papel de Rogers al bajo, tan austero en el registro como esencial en el papel de locomotora del trío, sobre todo en las piezas más cadenciosas. A diferencia de sus compinches, Reuben Rogers realizó pocos solos y optó por rellenar con solidez el supuesto espacio vacío que dejaba la ausencia de un instrumento armónico. Actuó casi como un contrabajista —él lo es habitualmente— que ejerce de bajista por exigencias del guión. Suya fue la labor extraordinaria de contener las embestidas de Potter y Harland.
Ante tamaña muestra de soltura a manos de tres músicos con tablas, quedaba la duda de si estábamos ante un ejercicio puntual de exploración sonora o en los albores de una formación en ciernes con un futuro brillante. En todo caso, con el nuevo Chris Potter Trio, el saxofonista de Chicago demostró el acierto de escoger a Reuben Rogers y Eric Harland para armar una tríada fussion de engranaje abracadábrico. Mejores compañeros de viaje, imposible.
Autores de este artículo
Martí Farré
Miguel López Mallach
De la Generación X, también fui a EGB. Me ha tocado vivir la llegada del Walkman, CD, PC de sobremesa, entre otras cosas.
Perfeccionista, pero sobre todo, observador. Intentando buscar la creatividad y las emociones en cada encuadre.